NARRADO POR NIKODEM
La mañana es fresca y luminosa, lo cual contribuye a mi sospecha de que últimamente el mundo entero conspira para ofrecernos el día perfecto. Estoy en la casa de Ewa, rodeado de sus hijos que corren de un lado a otro, completamente ajenos al peso de este día. Es un caos hermoso: risas infantiles, el sonido del viento que acaricia las cortinas abiertas en una casa atravesada por el buen gusto y la voz de Ewa dando instrucciones al equipo que ha venido a ayudarnos a preparar la ceremonia.
Hoy me caso con Madalina. O mejor dicho, hoy es el juramento de amor más importante que jamás creí que encontraría, bajo una perspectiva que emana libertad tal y como queremos ofrecer en un mensaje hacia los que están de nuestro lado.
Madalina es la mujer que no solo salvó mi corazón, sino que me mostró lo que significa luchar por algo más grande que uno mismo. Estoy frente a un espejo en una habitación que Ewa convirtió en un improvisado camerino, ajustándome la corbata, aunque mis manos tiemblan más de lo que quisiera admitir. Ivo está sentado en la cama detrás de mí, con un pequeño traje que lo hace parecer un mini caballero. Me mira con curiosidad, probablemente preguntándose por qué estoy tan nervioso.
—¿Papá? —dice, su vocecita llenando la habitación.
Todavía no me acostumbro del todo a que me llame así. Cada vez que lo hace, siento un nudo en la garganta, una mezcla de gratitud y responsabilidad que no puedo poner en palabras.
—Sí, campeón. ¿Qué pasa? —respondo, girándome hacia él.
—¿Mami va a venir? —pregunta, su tono lleno de inocencia.
Me agacho frente a él, arreglándole el moño que lleva al cuello y acariciando suavemente su mejilla.
—Sí, Ivo. Mami va a venir, y va a estar preciosa. Pero tú también, ¿sabes? Vas a ser el caballero más guapo de toda la boda. Mi pequeño campeón.
Él sonríe, satisfecho con mi respuesta, y regresa a jugar con un pequeño cochecito que lleva en la mano. Lo observo por un momento, y me doy cuenta de que, aunque este día es sobre Madalina y yo, también es sobre él. Sobre nosotros tres, sobre la familia que hemos construido en medio de las tormentas.
***
La ceremonia es en un jardín de viejo palacete rentado, un lugar que encontramos después de semanas de buscar algo que se sintiera auténtico para nosotros. Queríamos algo diferente, algo que no estuviera atado a credos específicos o tradiciones que no nos representaran. Este lugar, con sus árboles altos y sus flores silvestres, parecía perfecto. No hay altares ni símbolos religiosos específicos; en su lugar, hay un arco hecho de ramas entrelazadas, decorado con flores blancas y lilas que contrastan con el verde profundo del bosque que lo rodea.
Los invitados empiezan a llegar, y puedo sentir sus miradas en mí mientras me acerco al arco. Algunos son amigos cercanos, otros son figuras públicas que han seguido nuestra historia de cerca. Está Nastia, con su inseparable laptop, coordinando las publicaciones en redes en tiempo real, haciendo de esta oportunidad algo que realmente nos trasciende. Está Ewa por supuesto, vestida con un elegante traje azul, dándole indicaciones a sus hijos, quienes están encargados de esparcir pétalos en el camino que llevará a Madalina hasta mí.
Y entonces, el momento más bendito de todos llega.
La música comienza, suave pero emotiva, y todos los murmullos se desvanecen. Giro mi mirada hacia el inicio del camino, y ahí está ella. Madalina. Mi Madalina. Su vestido es sencillo, pero en su simplicidad hay una belleza que me deja sin aliento. El cabello recogido en un moño suelto, un ramo de flores silvestres en sus manos, y esa sonrisa que siempre me ha dado fuerza.
Lleva a Ivo de la mano, y juntos caminan hacia mí. No puedo evitar sonreír al verlos juntitos, porque son todo lo que he soñado y más. Madalina me mira, y aunque hay lágrimas en sus ojos, también hay determinación, como si este momento fuera la culminación de todo lo que hemos pasado. Y lo es.
Le debo mi vida entera a esta mujer…
Cuando finalmente llega a mi lado, le tiendo la mano y ella la toma, su tacto cálido y firme. Ivo se queda junto a nosotros, sujetando mi pierna como si fuera su lugar seguro. Es perfecto.
El oficiante, un amigo cercano que aceptó guiarnos en esta ceremonia no tradicional, comienza a hablar.
—Hoy no estamos aquí solo para celebrar un matrimonio. Estamos aquí para celebrar el amor en su forma más pura, la que no discrimina, la que no divide, la que no conoce credos ni fronteras. Estamos aquí porque Nikodem y Madalina han decidido que, a pesar de todo lo que han vivido, el amor es la respuesta.
Sus palabras resuenan en el aire, y siento cómo Madalina aprieta mi mano con fuerza. Cuando llega el momento de los votos, mi corazón late con tanta fuerza que creo que todos pueden oírlo. Pero cuando ella comienza a hablar, el mundo entero desaparece.
—Nikodem, tú llegaste a mi vida en el momento más oscuro, en el momento más difícil cuando creía que ya no tendría una mano que me saque mientras tocaba fondo. Fuiste luz, fuiste paciencia, fuiste esperanza. Nunca pensé que alguien pudiera mirarme como tú lo haces, con tanto amor, con tanta confianza, incluso cuando yo misma no podía hacerlo. Hoy te prometo que caminaré a tu lado, no como alguien que necesita ser salvada, sino como tu igual, como tu compañera, como alguien que quiere construir un futuro contigo y con nuestro hijo.
Sus palabras me desarman, pero logro recomponerme lo suficiente para decir las mías.
—Madalina, tú eres la prueba auténtica de que el amor verdadero no solo se encuentra, se construye, hace posible caminos que no parecían serlo. Eso es magia, mi vida. Juntos hemos enfrentado tormentas que habrían derrumbado a cualquiera, pero aquí estamos, más fuertes, más unidos. Prometo estar a tu lado en cada momento, en cada paso, no porque seas fuerte o porque hayas sobrevivido, sino porque eres tú. Mi amor, mi hogar, mi todo.