Seis meses para decir no

Capítulo 2

"No te vayas con extraños, aunque sea uno sexy"

Aisha:

Mis ojos pesan.

La cabeza me duele.

Náuseas.

Sensibilidad a la luz y el sonido.

Mareos.

Eso, amigos míos, son los efectos de emborracharse. Más conocido como resaca.

Por mucho que quisiera quedarme en esta cama, no puedo. Pero por mucho esfuerzo que haga no puedo abrir los ojos el suficiente tiempo para visualizar lo que hay a mi alrededor.

Un quejido sale de mi garganta cuando la luz del sol que entra por mi ventana se centra en mi rostro.

¿Iría a prisión por destrozar una ventana? Es que estoy a segundos de perder el control.

Otro quejido sale de mi garganta por el molesto rayo de sol. Así que decido voltearme y acomodarme. Pero cuando creo que voy a poder dormir en calma otra vez siento algo duro chocar con mi trasero.

Si Duquesa —mi gata— volvió a dejar alguno de sus juguetes en mi habitación la mato. Se ha malacostumbrado por culpa de mi abuela.

Tiro mi brazo hacia atrás y busco el juguete entre mi sabanas, cuando por fin lo encuentro lo sujeto en mi mano, pero no lo llego a lanzar porque siento algo extraño en el.

Está caliente. ¿Desde cuándo un juguete de goma se calienta?

Pestañeo mirando la habitación. Hay una computadora, con vídeo juegos; un sillón, una alfombra beige de hace como tres temporadas, un bóxer y...

¡Esperen! Que hace un bóxer en mi habitación.

Miro todo de nuevo y veo que esta para nada, se parece a mi habitación.

¿Entonces? lo que tengo en mi mano no es un...

Me giro rápida hacia el lugar donde debería estar el juguete el juguete de Duquesa.

¿Qué encuentro?

Un hombre, en paños menores. Y lo que yo creía que era un juguete para gatos es nada más y nada menos que su miembro.

¿Cuál fue mi reacción?

—AHHHHHHHH.

Exactamente. Un grito que lo hizo sobresaltar y caer al suelo.

—Pero, ¿Qué pasa?

—¡¿Que qué pasa!? ¡Como me preguntas eso! —me exalto

—Pero mujer habla bajo, y explícame porque estas así.

Al decir esta oración comienza a levantarse y la sábana se resbala de su cuerpo dejándome ver más piel de la necesaria.

—AHHHHHHHH ¡Tapate pervertido!

Mi grito lo hace sobresaltar otra vez.

—Ok ok, pero baja la voz. —enreda la sabana en su cuerpo.

—Pero aléjate de mi pervertido. —sujeto la sábana que cubre mi cuerpo.

¡Un momento! Oh dios mio, santo y divino ¡Yo también estoy sin ropa!

—AHHHHHHHH —y vuelvo a gritar.

—¿Y ahora por qué gritas? —exclama frustrado.

—¡¿Por qué estoy desnuda?! —pregunto alarmada.

—Porque tu te quitaste la ropa. —explica como si hablara del clima.

Eh mira que lindo sol hay, seguro estabas así de caliente cuando te quitaste la ropa. ¡Estúpido!

—Yo no haría una cosa así —declaro mirándolo— ¡Jamás!

—Acaso ¿No lo recuerdas? —dice con una ceja alzada.

—¿Qué cosa?

—¿No recuerdas lo qué pasó? —se acerca a la cama— ¿No recuerdas lo qué hicimos?

Estoy a punto de responder un No, porque no pasó nada. Pero mi cabeza siente un pequeño dolor y un recuerdo llega a mi mente. 

—Bienvenida a mi humilde morada, señorita. —señala el interior de su casa.

—Gracias, señorito.

Caminamos hasta el salón mientras yo me río por haber dicho la palabra “señorito”, y él me ignora.

—Ven, te voy a mostrar la habitación.

Lo sigo por un pasillo lleno de fotos —que mi mente alcoholizada no retiene—  donde solo hay una puerta.

—Aquí puedes dormir. —señala la cama.

—Pero no tengo sueño. —hago un puchero dramático.

—Puedes ver televisión hasta que te de sueño. —asiento en su dirección y va a encender la tele.

Mientras espero fijo mi mirada en su cuerpo, un moreno acaramelado. Su espalda es ancha, y tiene buen culo. Uno muy fogoso.

¡Stop! ¿Yo pensé eso? El alcohol saca mi lado pervertido a la luz.

—Aisha.

Me llama. Sin darme cuenta mi mente estaba vagando por su cuerpo. En específico, su culo fogoso.

—Te preguntaba, si querías ver algo específico.

—Nop, eso esta bien.

Admito que no me fije que programa estaban dando. En mi defensa tenía todavía sus nalguitas apretables, en mi mente.

Ambos nos sentamos frente a la TV a ver lo que parecía ser una película. Y 5 minutos después había comenzado una escena sexual demasiado gráfica. Los personajes pertenecían a 50 Sombras de Grey.

Admito que leí los libros pero nunca había tomado valor para ver las películas.

El sexy extraño —del cual todavía no se su nombre— tose y yo me acaloro.

Me remuevo incomoda antes de levantarme del asiento y comenzar a quitarme mi chaqueta.

—¿Q...qué haces? —su voz suena sexy, toda ronca.

—Me quito la ropa, duh.

—Pero, ¿Por qué?

Dejo la chaqueta a un lado y comienzo a quitarme el vestido, el cual toma el mismo camino. Dejándome frente a él en ropa interior.

Y el recuerdo se disipa.

Mi mente repasa una y otra vez los recuerdos.

Me calenté.

Me desnudé.

Y lo que siguió, el recuerdo no me lo mostró. Pero algo en mi me dice que si pasó.

¡Ay Dios! Estoy acabada.

—¿Ya lo recordaste? —fijo su mirada en él y trago saliva.

—No. —miento.

—Pues me veré en la tarea de recordarte lo que pasó.

Su cuerpo se acerca al mio, trago saliva ante su cercanía. Lo reparo completamente con la mirada y mi cabeza recuerda como alababa una parte de su cuerpo.

Su mirada se fija en mis labios y lo siento acercarse muy cerca a mi. Pero su boca no llega a mis labios sino que pasa hasta el oído para susurrar.

—Pero te lo recordaré cuando salga de la ducha.—y con una sonrisa se pierde en la puerta que reconozco como el baño.

Por un momento me desconcierto, pero esa sensación se convierte en enojo.



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En el texto hay: drama, amor, casamientos

Editado: 05.03.2022

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