Debería dejar de pensar en esas cosas, pero por alguna estúpida razón no puedo. Es que no puedo dejar de pensar en ese hecho tan nefasto. La verdad es que no es como si eso hubiera influido en que sucediera la tragedia, pero, aun así, no dejo de sentirme un poco culpable.
Esa noche yo solo trataba de encontrar la solución a un problema, sin saber que intempestivamente, traería otro. Aunque esa pequeña no es un problema, y creo que lo es más su tío.
¡Que diantres!
Por suerte pude salir de allí, y no es que me sienta del todo mal, pero si necesitaba cambiar de aires sobre todo cuando él está siempre por allí. Es su casa, ni modo que lo eche.
¡Que cuernos!
La sola idea me causa mucha risa. Además, que es más probable que me eche a mí.
―Es en la siguiente ―indico al conductor que me asignó Evan para traerme a casa, saliendo de mi trance.
Lo cierto es que necesito hablar con alguien y desahogarme, pero luego me recuerdo que me dijo que debería estar de vuelta a mediodía y no creo que esta vez pueda zafarme. La verdad es que tampoco lo haré y mejor lo afronto, solo por ver que Sarah quede en buenas manos y así estaré más tranquila con respecto a ella, porque luego de ser consciente de ello, siento que estoy en deuda con la chiquilla, aunque no haya tenido nada que ver .
El hombre estaciona frente a la casa de tres pisos donde vivo. Gia y yo tenemos alquilado el segundo. Es cómoda y más económica que un apartamento de edificio. Bajo del auto y aunque quero llevar mis cosas, el hombre lo hace por mí. Como no tengo llaves porque dejé mi bolso en el auto de Daine, llevo lo que tenía puesto en una bolsa de compra.
Despido al hombre cuando estoy en la puerta y procedo a timbrar; pero antes de que lo haga Gia la está abriendo.
―¡Hasta que por fin apareces! ―exclama abrumándome.
―Sí ―suspiro―, pero no tengo mucho tiempo para quedarme ―añado yéndome a tirar en el sofá de la sala.
―Seguro que tienes un poco para contarme en qué andas metida y de paso donde conseguiste esa ropa.
―Si te cuento, seguro te espantas ―repongo.
Voy a seguir hablando, pero me percato que mis cosas están a un lado del sofá.
―Yo también quiero saber qué es eso que podría espantarla.
Quien dice eso es Daine, que viene del pasillo. Gia suspira.
―Lo siento, olvidaba que este idiota había venido por aquí y fue imposible echarlo.
―Gracias por prestarme el baño ―dice mi amigo acercándose―, ¿y bien? por qué no hablas ―añade haciéndome resoplar.
Miro a Gia y esta pone mala cara.
―No es nada que te importe, y gracias por traer mis cosas ―digo tomando la bolsa donde traje el vestido y los zapatos que me compró―, te devuelvo esto ―agrego extendiéndosela.
Él la rechaza con su mano.
―Sabes que eso te pertenece.
―No lo creo, además, suelo quedarme con ellos cuando cumplo tu objetivo y la verdad es que no hice nada porque ya tenía un compromiso previo.
―¿Ya vas a decirme con quién?
―Con quien sea no es tu problema ―interviene Gia―, y si ya measte puedes irte largando.
―¿Vas a dejar que ella me eche así? ―se queja Daine y yo pongo los ojos en blanco.
―No, pero es mejor que te vayas.
―¿Qué está pasando contigo? ―me reclama como nunca lo había hecho.
Como si en verdad estuviera molesto y es tan extraño porque todo para él con respecto a mí es, “solo un trato normal”.
―Tal vez despertó de su ilusión, tonto ―habla Gia y yo quiero fulminarla.
Ella hace un gesto de molestia, pero se calla la boca.
―¿De qué ilusión habla? ―Daine pregunta y Gia casi que le salen letreros en la cara.
Yo rio por lo obtuso que es mi amigo, pero eso solo es una muestra de dos cosas. Uno: de lo ciego que está acerca de mis sentimientos, y dos: que jamás se le ha pasado por la cabeza que podría sentir algo por mí, y es tan cruel queda risa por lo tonta que he sido esperando a que en algún momento se diera cuenta que todo lo que hacía era por estar cerca de él y que en algún momento se percatara de mis sentimientos.
No obstante, eso de que solo me ve como su hermana, es una realidad.
―Ninguna, solo dice tonterías para molestarte, así que vete ―digo y poniéndome a su espalda empiezo a empujarlo para que salga de la casa.
―Ni creas que no vas a explicarme esto, así que ya me lo tendrás que explicar ―me advierte y después de ello se marcha.
Gia va detrás de él haciéndole burla hasta que cierra la puerta.
―Que pesado es este imbécil, ciego y estúpido ―farfulla volviendo y sentándose en el sofá, después palmea para que también lo haga. Suspiro hondo y voy a sentarme con ella―, ¿Qué es lo que no voy a poder creer? ―pregunta y yo arrugo la cara.
―Creo que todo esto es tu culpa.