No puedo creer que haya aceptado quedarme; sin embargo, creo que es por el poder del embrujo que tiene Sarah. Así que lo hago por ella; no obstante, en el fondo siento que estoy involucrándome demasiado. Con el tiempo ella va a necesitar alguien que le cuide de forma permanente, lo que significa que Evan debe buscar con quien casarse.
Aún no sé si tenga a alguien en mente o qué pensará al respecto, pero eso también me lleva a meditar sobre aquella noche. Sacudo mi cabeza para no ir por allí, porque hacerlo puede ser complicado. Ya está claro que ninguno de los dos quiere volver sobre ese tema, y es lo mejor.
Es lo que me digo, y lo peor es que no logro metérmelo en la cabeza.
¡Qué carajos!
A lo mejor y debería hacerle caso a mi instinto. Lo último en lo que quiero pensar es que ese hombre me guste, porque eso no es posible. ¡Cielos! Hasta la sola idea me resulta alocada. Mi teléfono suena con una notificación y al revisarlo veo que es un mensaje de Daine. No sé si es oportuno o no, pero seguro que me sirve para no pensar en tonterías. De todos modos, no es como si pudiera estar a su nivel.
No creas que vas a escapar de mí.
Dice lo que me escribió mi amigo y yo flipo con su a veces infantilismo.
Ya escapé, tonto.
Escribo de vuelta, luego sonrío imaginando la cara de chiquillo caprichoso que debe tener. Él es así, desde que le conozco siempre le gusta que se haga lo que quiere y por estúpido que parezca yo estaba dispuesta a complacerlo en todo, hasta en lo más mínimo.
Por alguna razón ahora siento que me da igual lo que desee.
Hablo en serio, Maddie, insiste.
Yo también, respondo.
Quiero verte mañana.
Escribe, lo leo y largo un suspiro.
No va a ser posible, Daine. Tengo cosas que hacer.
¿Hay algo (o alguien) más importante que yo?
¡Qué cuernos! Supongo que lo caprichoso morirá con él.
Sí, lo siento, y ahora ve a dormir, yo también voy a hacerlo, escribo y cierro el chat.
No es algo que quiera discutir con él, además que se siente extraño que me diga… eso. Daine no suele interesarse en nada que no tenga que ver con él y esto no le concierne. Me pongo en pie para ir a revisar a Sarah que ya duerme en su cuna.
No me costó mucho que se quedara rendida luego de la tarde de compra que tuvimos. Al regresar después de comer y tomar su biberón se queda rendida. Me quedo a su lado para asegurarme de que no despertará. Por suerte no lo ha hecho.
«Es solo por ti», le digo acomodándole la manta. Después bajo un poco la intensidad de la luz de la única lámpara que queda encendida y salgo de la habitación. Al hacerlo en el pasillo me encuentro con Evan llevándome un gran susto.
―Ya se quedó dormida ―digo luego de recomponerme, ante su expresión algo adusta y quizás se deba a mi exagerada reacción.
Y lo cierto es que no esperaba encontrármelo allí. Tampoco quería hacerlo porque eso no ayuda a mis revoltosos pensamientos.
―Venga un momento ―dice y seguido da la vuelta para que le siga hasta el estudio.
Quiero decirle que preferiría ir a dormir, pero ya se ha adelantado. Mientras le sigo detrás, no puedo evitar fijarme en su ancha espalda. Se ha quitado la chaqueta de su traje impecable y lleva una camisa que se ajusta a su perfecta estructura varonil. No lleva corbata y ha recogido un poco las mangas dejando ver sus muñecas y un reloj de marca fina adornando la derecha.
Es la primera vez que le veo así porque hasta para ir al súper fue vestido como si fuera a una reunión de ejecutivos. Eso me hace pensar que hasta ahora no lo he visto llevando ropa informal, siempre vistiendo de traje elegante y corbata, como si con ellos reafirmara su perfección.
Llegamos a su estudio e ingresa dejando la puerta abierta para mí. Entro y justo cuando traspaso el umbral mi teléfono vibra con una llamada. Lo miro y pongo los ojos en blanco al ver que es de Daine, quien parece que le ha dado un ataque de resentimiento contra mí.
Debe ser porque por primera vez, no es mi centro de atención y tengo más cosas en las que ocuparme, como Sarah y este hombre que me mira arrugando el ceño.
―¿No va a contestar? ―pregunta al ver mi dilación de sí responderle o no a mi caprichoso amigo.
―¿Puedo hacerlo? ―pregunto y él arruga el ceño. Lanzo un bajo suspiro―. Hablaré con él después ―respondo colgando la llamada.
―¿Con él? Entonces si tiene novio ―arguye recostándose sobre la mesa de su escritorio.
¿De qué va?
―Muy gracioso ―rechisto cruzándome de brazos.
Evan me hace resoplar otra vez. Sin embargo, ladea su cara mirándome interrogante. Me pregunto que pretende con esa actitud, o para que me ha llamado aquí.