Señor perfección✓

25. El poder del Sr perfecto

En un momento él estaba allá con esa mujer y yo causando un desastre, y de repente ahora está aquí cargándome y caminando en medio de la gente curiosa. Uno de los encargados ordena que limpien y reactiven la música indicando que no ha pasado nada y que la fiesta debe continuar.

Gia viene detrás porque sería muy raro que no se diera cuenta que era yo la que estaba causando problemas.

―¿¡Qué está haciendo!? ―increpo espantada cuando me deja sentada en una de las butacas de un reservado.

Acción que agradezco porque estoy bastante sorprendida con el giro que ha dado todo esto.

―Que cree, verificando que no se haya hecho daño.

―Estoy bien, no me he cortado ni me ha pasado nada ―replico.

―¿Evan? ―Quien le llama es esa mujer que también nos ha seguido y no hay duda de que es la misma. Él se vuelve hacia ella quién le mira ofuscada y a mí también―, no te he llamado para esto ―añade con tono de evidente molestia.

―Ella tiene razón, este no es su asunto ―digo, y por alguna razón esa mujer me irrita.

Por suerte Gia llega.

―¿¡Maddie que te pasó!? ―pregunta alarmada, acercándose.

―Nada, que me he tropezado y he causado un desastre ―digo, pero ella está mirando a Evan, y me mira como pidiendo una explicación porque también se percata que esa otra mujer que habíamos visto está allí―. ¿Me prestas dinero para pagar y nos vamos de aquí? ―le ruego poniéndome de pie y ella larga un suspiro.

Cuando intento caminar Evan se interpone.

―Llévela fuera de aquí, yo me encargaré de pagar por los daños ―dice él todo aprensivo y esa mujer resopla.

―Evan deja de meterte en lo que no te importa ―le reclama esa mujer.

―Dije, que salgan de aquí ―ordena mirándonos a Gia y a mí.

―No tiene por qué hacerlo ―mascullo.

―Esa tiene razón, ven conmigo ―prosigue esa mujer intentando tomarle de la mano y él le mira bastante adusto esquivándola.

No contesta a ninguna, solo saca su teléfono y llama a Carl diciéndole que venga de inmediato. Exhalo con fuerza cuando su empleado llega hasta allí como si hubiera estado esperando en la puerta.

―¿Sucedió algo, señor? ―le pregunta mirando la extraña reunión, en la que la única que tiene una cara de ardiente felicidad es Gia.

―Lleva afuera a las señoritas, yo debo encargarme de algo.

―¿Por qué insiste? Dije que no es necesario ―exclamo irascible.

―Haz silencio ―me espeta haciendo que calle en el acto rabiando por dentro por su autoritarismo, y seguido le hace un gesto a Carl.

―Será mejor que hagamos caso a papá ―dice Gia en mi oído más que encantada y embobada con el secretario de Evan.

Pongo los ojos en blanco por su efusiva expresión. Suspiro y sin más remedio salgo con ella y Carl de allí, mientras Evan se encarga de arreglar lo que hice quedándose con esa mujer. Al salir Carl nos acompaña hasta el auto de Gia, le pido sin demora a mi amiga que nos vayamos de allí, pero no hace lo que le pido y va con Sawyer.

―Gia ―le llamo gruñéndole y ella me hace señas de que no la moleste.

―Así que te llamas Carl ―le haba haciéndole conversación.

―Eh, sí, soy Carl Sawyer ―dice algo cauteloso el empleado de Evan.

―Un gusto, Carl, soy Gia Moretz ―repone ella extendiéndole su mano.

Él la mira con recelo, pero la toma. Quizás trata de adivinar si está siendo amistosa o se le está insinuando. Pongo los ojos en blanco otra vez.

―Un gusto ―le responde.

Exhalo con fuerza yendo hasta dónde están esos dos.

―Ya estamos en el auto, no debería ir con su jefe.

―No, debemos esperarlo.

―No tenemos por qué esperarlo, usted puede hacerlo, nosotros nos vamos ―espeto.

―Vendrá, no te preocupes ―dice de repente irritándome.

―¿Por qué me preocuparía? ―inquiero exaltada y ese Sawyer me regala una sonrisita que me pone de los nervios y de seguro derrite a Gia.

No obstante, me fijo de mala gana que está mirando más allá de mí. En concreto detrás de mi espalda. Eso solo indica que él está detrás de mí.

―Carl, encárgate de llevar a su casa a la señorita Martins ―dice Evan con su voz arrogante.

A mi lado escucho gemir a Gia con desconsuelo como si viera su oportunidad perdida cuando este asiente y se marcha de inmediato.

―¿No cree que debería ser lo contrario? ―increpo.

―¿Ha bebido esta noche? ―me pregunta.

―Ese no es su problema.

―¿Y usted? ―le pregunta a Gia obviándome.

Mi amiga se despabila porque seguía mirando hacia donde se ha ido Carl.

―Sí, hemos bebido ―contesta por las dos.

―Entonces deme las llaves, las llevaré.




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