Señor perfección✓

26. Una reunión familiar

Me pregunto en que estaba pensando para decirle algo como aquello. Supongo que fue por el efecto de los tragos que me bebí. De verdad que solo a mí se me ocurre decir tonterías como esas y preciso a la persona con la que no quiero enredarme más de lo necesario.

Voy hasta la cocina y saco una botella de agua para tomarme una pastilla para el dolor de cabeza con el que me he levantado, luego de no poder dejar de darle vueltas y vueltas a las estupideces que dije. Además de su respuesta, lo peor es que no puedo sacarme su expresión de la mente.

Gia aparece y cuando pensé que tendría una cara de querer estrangularme por haber arruinado su noche, ella solo va hasta la cafetera y la pone a funcionar. Eso es extraño porque cuando esto ocurre al día siguiente no me deja vivir en paz.

Tendrá algo de positivo que haya tenido la suerte de hablar con Sawyer, aunque no tanto como lo desease.

―¿No vas a decir nada?

―¿Qué debería decir? ―cuestiona alzándose de hombros, recostando su cadera contra la encimera.

―Eché a perder tu noche de diversión ―expreso y ella ríe.

―Ya que, pero diga lo que diga vas a enojarte, sin embargo, hay algo que me quedó claro anoche.

―Ya sé que vas a decir, y ahórratelo, no pasa nada lo que sucedió fue de forma involuntaria.

―Seguro no lo hiciste para llamar su atención ―dice burlándose y yo arrugo la cara.

―¡Pues no!

―Qué casualidad, ¿no? ―emite suspicaz.

―Te recuerdo que fuiste tú quien eligió el lugar.

―Sí, pero preciso esa mujer que le interesa llegó allí y luego él ―comenta con más suspicacia.

―Deja de inventar, todo se debió a una mala casualidad, pero pudiste haberte quedado.

―¿Y perderme la oportunidad de oro de conocer por mí misma a Carl? ―exclama y yo pongo los ojos en blanco porque he allí la razón de no estar tan enojada―, hasta que tu jefe lo arruinó.

―Suficiente razón para darte por vencida con eso.

―No lo creo.

―Gia ―llamo su atención mientras ella pone cara de picardía.

―Está claro que es un trabajador incondicional.

―No creerás cuánto ―rechisto.

―Y siempre está cerca de Evan.

―Sea lo que sea que estés fraguando, no funcionará.

―Sí te funciona a ti.

―No digas tonterías.

―No lo son, es obvio que, aunque no lo quieran aceptar aquella noche dejó una huella en los dos.

―Olvídalo.

―Yo creo que ninguno puede hacer eso ―sigue porfiándome.

―Ya basta de películas fantasiosas ―espeto poniéndome en pie.

Lo cierto es que se me hará tarde para ir a casa si sigo hablando con ella. No pensé que despertaría a tiempo por lo que puse la alarma, pero he despertado antes de que sonara y fue debido a que casi no pude dormir. Miró de reojo a Gia sirviéndose su taza de café con mejor humor que yo y medito en sus palabras, luego sacudo mi cabeza sacándome esas locas ideas y me muevo rápido de allí para prepararme y salir.

Como me va a ser imposible volver me voy preparada para ir de casa a la de Evan. Luego de despedirme de Gia que no deja de molestarme con sus locas ideas, agarro un taxi y voy directo a casa de mi madre. Al llegar me siento un poco extraña porque hace mucho que no venía, sin embargo, no me siento tan predispuesta como en las pocas veces que lo hice después que decidí independizarme y buscar un lugar donde vivir. Para mi sorpresa no solo está mi hermana con sus hijos y su marido, sino también la señora Marple que es quien me abre la puerta.

―No esperaba encontrarla aquí ―manifiesto al verla.

―Tu madre me ha invitado al desayuno, y he venido a abrirte porque la señora Pelps está un poco ocupada en la cocina.

―Gracias ―digo adentrándome en el vestíbulo.

La señora Pelps es la mujer que ayuda a mi madre con todos los quehaceres, es una buena persona y me alegra que no deje de acompañarle. Desde donde estoy se escuchan los gritos que mi hermana le lanza a su hijo mayor. Me hace reír que tenga la misma energía que solía tener mamá cuando nos llamaba la atención. Cuando llego hasta ellos ya le tiene agarrado de la oreja.

―Se la vas a arrancar ―digo abriendo los ojos.

―Si no hace caso puede que suceda ―repone y mi sobrino me mira casi que pidiendo auxilio.

―¿Te vas a comportar? ―le pregunta con mucho carácter.

Lucas asiente y luego que ella le suelta viene corriendo hacia mí.

―Mas te vale que le hagas caso ―le murmuro.

―Me duele la oreja tía Maddie ―se queja.

―Y te dolerán muchas partes más si te sigues comportando como un rebelde ―alardea mi hermana.

Es obvio que nos escuchó.

―Por eso lo digo, así que ve y haz lo que te dice ―repongo y él frunce el rostro, pero obedece.




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