¿Mi novio?
Evan está bien loco, como fue a decirle eso a Daine. La verdad es que no he podido tranquilizarme desde que ha dicho eso. Lejos de ayudarme, solo complica más las cosas. Pensé que Daine me llamaría para pedirme alguna explicación, pero extrañamente no me ha molestado.
¿Me pregunto si se lo habrá tomado en serio?
¡Sí! Pensé en una salida rápida a las quejas de mamá, pero no esperaba que don perfecto gruñón me ayudara tan folclórico con ese asunto.
¿Qué se supone que significa eso?
Además, que solo será dar solución a un problema con otro mucho más grande.
―Tu tío está loco ―le digo a Sarah. Ella me extiende su cubo favorito. Juega mucho con ese porque puede morderlo―, ¿me crees verdad? Está loco, loco, loco ―agrego haciendo giros con mi dedo sobre mi cabeza.
―Puedo escuchar eso, Madison.
Su grave voz proveniente desde la puerta hace que se me envare la columna.
―¿Ya no soy la señorita Garner? ―pegunto volviéndome hacia él.
Ni pregunto cuando llegó allí.
―No, eres mi novia ―responde bastante sarcástico.
―¿Va a seguir con eso? Que sepa que no le he pedido ayuda.
―¿Cree que me muero por hacer ese ridículo papel? ―increpa y yo arrugo la cara y los labios―, cuando termine con Sarah venga a mi estudio, hablaremos del asunto ―agrega y se va.
―Ves Sarah, ha perdido un tornillo.
―Escuché eso también, señorita Garner.
Su réplica ahora llega desde el pasillo y yo largo una exhalación, después me dejo caer de espaldas y me echo a reír. Lo cierto es que en verdad es una locura. Sarah se acerca y recuesta su cabecita en mi vientre y yo acaricio su pelo.
Le echaría la culpa a la beba por acabarse los pañales, pero después de revisar su despensa, creo que solo fue una excusa. Eso me hace preguntar qué es lo que trama Evan. Si dice que hablaremos del asunto es porque quizás a él también le conviene tener una novia.
Pero es una tontería que quiera que sea yo. Después de esa noche no es fácil asimilar que estamos más cerca que nunca; sin embargo, no era lo planeado desde el principio y solo lo estoy afrontando porque la situación derivó en esto; no obstante, siento que esto no será bueno para ninguno de los dos si el plan es alejarnos, porque el colmo de esta situación es que cada vez estamos más cerca y creando demasiados lazos alrededor de Sarah.
Siento que ella deja de moverse y cuando le veo se ha quedado dormida. La agarro con cuidado para que no se despierte y le llevo a su cuna. Ya le había puesto su pijama por si se dormía. Me quedo un rato hasta que constato que no se despertará y salgo de la habitación.
Largo un suspiro, antes de tomar camino hasta el estudio. Y es que luego de soltar esa bomba apareció el vendedor y tuvimos que ponernos a elegir los pañales de Sarah, por lo que el tema quedó allí, y cuando llegué a casa me ocupé con la bebé y ya no pude seguir reclamándole su hazaña.
Hasta ahora. Al llegar toco la puerta.
―Entre ―responde y yo ingreso cerrándola.
Le encuentro de pie junto a la ventana que tiene una vista del jardín trasero. No hay mucho que ver, solo lo que está iluminado con las farolas porque no se ve la luna y el cielo parece nublado.
―¿Y bien? ―pregunto yendo a sentarme en uno de los sillones.
―No crea que he hecho eso porque tenga algún interés particular en usted.
Empieza a hablar dejando claro que tenía un poco de razón con lo que estaba pensando.
―Tranquilo, seguro que tiene la mala maña de quitar los teléfonos ajenos.
―En realidad, creo que fue una buena oportunidad.
―¿Y por qué no me preguntó?
―¿Me lo hubiera dado?
―¿A qué viene con todo eso querido novio autonombrado?
Me burlo un poco con mi osadía. Le escucho resoplar.
―A que yo también necesito una novia.
¡Bingo!
Abro los ojos porque en el fondo no creí que acertaría con eso.
―¿No cree que eso solo enredará más las cosas entre los dos?
―Puede ser, pero de todos modos tenía en mente contratar a alguien.
―¿Y por qué no buscar a esa mujer?
―Espero que tenga claro que Danna Martin no está dentro de esta discusión ―contesta adivinando que me estaba refiriendo a esa chica.
―¿Es su ex? O su amor no correspondido.
―Lo que sea, no es de su interés.
―Pero parece que mis asuntos sí son de su incumbencia, tanto que se ha autoproclamado mi novio.
―¿Ya terminó?
―Sí ―digo cruzándome de brazos.
―Perfecto ―acota haciendo que ponga los ojos en blanco
Cada que dice esa palabra le hace justicia al idiota.