Señor perfección✓

33. Un tío raro

Nos detuvimos para almorzar en un restaurante estilo country que estaba en la agenda del trayecto elaborada por Carl. Fue gracioso ver a Evan verse más adusto después de esa conversación. Decidí no prestare atención y si a Sarah quien parecía festejar que la hubiéramos sacado de ese lugar donde inevitablemente era el centro de atención.

Supongo que es normal sentir compasión por una niña que apenas está descubriendo su mundo y pierde de forma trágica sus dos pilares más importantes. En ese escenario, Evan ha sabido protegerla, aunque no siempre se puede del todo.

Entramos al lugar y subimos a la terraza de la segunda planta. Hace un poco de sol veraniego, pero allí se siente cómodo y fresco y solo para nosotros cuatro. Me voy con Sarah para darle su biberón y vuelvo con ellos cuando se lo termina todo. La coloco en una de las sillas de bebé y por suerte allí se queda quieta. Para ella pedimos un menú solo con sopa como complemento del almuerzo.

La actitud de Evan siguió siendo la misma, sobre todo cuando entablaba alguna conversación con Carl. A las tres de la tarde, luego de reposar, retomamos el camino. Sarah durmió todo el trayecto, por lo que cuando llegó, estoy algo cansada; sin embargo, el lugar al que llegamos en Alamy es precioso.

Tres personas encargadas del lugar, un matrimonio adulto, Joe y Sofia Bolts, y una mujer más joven, nos reciben, saludando primero a Evan y Carl y poniéndose a nuestra disposición. Evan le pide a la mujer más joven que se llama Marta que me ayude a acomodar a Sarah.

Me voy con ella mientras ellos se quedan con el matrimonio Bolts y hablan de algunos detalles. Subimos a la segunda planta y Marta me lleva a la habitación que ocupará Sarah, y que es la misma donde se quedara con sus padres cuando venían allí. Eso me informa la mujer que es buena comunicadora, asimismo que todo está ordenado como le gustaba a la señora Loise.

Pongo a Sarah en la cama cuna y se queda quieta allí. La habitación es grande, iluminada y muy aireada, perfecta. Tiene una división donde hay otra cama y cuando me fijo en ella, Marta me dice que los padres de Sarah solían dormir junto a ella.

No me parece mal, por lo que le digo que me quedaré allí también y de inmediato se encarga de que lleven mi maletín allí. En lo que Sarah duerme, yo aprovecho y tomo un baño tibio y relajante. Después de la ducha me pongo un conjunto con pantalones cortos y sintiéndome más limpia y relajada. Después de la agitada mañana, busco mi teléfono para devolverle la llamada a mi amiga y voy hasta el sillón de la terraza.

Me tiro en él, luego de marcarle a Gia. Esta no demora en responder y la verdad es que después de conversar con Carl tengo unas ganas enormes de hablar con ella y advertirle que se baje de esa nube.

―Hasta que por fin me llamas ―me dice con una algarabía, apenas contesta.

―¿No me digas que estabas muy preocupada por mí? ―me mofo un poco con la pregunta.

 La verdad es que desde que le conté que saldría en un miniviaje al campo lo único que le interesaba saber era si Carl también vendría. No lo supe hasta hoy.

―Tonta ―me riñe.

―Tranquil, he llegado muy bien.

―¿Solo tú?

―Ya sé lo que quieres saber, y sí, también vino, pero yo que tu no me hago ilusiones.

―Ese no es tu problema, de mis ilusiones me encargo, yo.

―Te lo digo en serio, Gia.

―Yo también.

―No me lo tomes a mal, pero no parece un tipo interesado en las relaciones humanas, y menos en el amor ―comento riéndome un poco al recordar la forma tan visceral que tiene Carl para responder.

―No me digas.

―Si te digo, así que olvídalo, sigue buscando.

―Eres una malvada.

―Sabes que lo digo por tu bien.

―¿Y por qué llegas a esa conclusión?

―Bueno, eso es porque he tenido una conversación con él y cuando te mencioné parece que ni te recordaba, por lo que, si le hubieses impactado, ¿no crees que me preguntaría por ti?

―Bien, ya entendí la referencia, ¿y qué hay de ti?

―¿A qué te refieres?

―¿Pasa lo mismo?

―No, tampoco pasa nada.

―Entonces al señor tampoco le gustan las relaciones ni el amor.

―No compares, no es como si anduviera detrás de él. Además, no estoy aquí porque lo haya pedido, ha sido casi que obligado ―expongo.

―Ay pobrecita, ya quisiera que me obligaran a pasear.

―No lo dudo, sobre todo si viene Carl.

―Odiosa, por eso y por pensar que quien te gusta es ese bombón.

―Estás loca, ni al caso, aunque a diferencia de Evan resulta más fácil tratarle.

―Oh, ya veo.

―Gia no te hagas ideas, Carl no me gusta, quédate tranquila.

―¿Entonces si te gusta tu jefe? ―cuestiona y me pregunto por qué hemos terminado tocando ese tema.

―Para nada, a veces me resulta irritante ―contesto irascible y alzando la voz.




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