Señor perfección✓

34. Una sorpresiva declaración

―Tu tío está un poco raro ―le digo a Sarah mientras la alisto para la cena.

Ella me agarra las mejillas mostrándome sus dientecitos, luego le observo pensando que me he acostumbrado bastante a su inocente ternura. A veces se siente un poco raro porque de verdad que no imaginé que este rol de niñera me fuera a quedar. Gia tiene razón, quiero a mis sobrinos, pero a veces bastante de lejitos.

En cambio, con Sarah, no me molesta, y creo que debe ser porque conozco su situación y no puedo evitar ser empática con ello; aun así, siempre me he dicho que esto no puede durar por siempre, e incluso Evan prometió que encontraría una niñera más adecuada para ella.

Cuando eso pase, me pregunto si podré desprenderme sin remordimientos.  La observo con detenimiento y parece que me leyera el pensamiento poniendo carita de circunstancias. Tocan la puerta y es Marta quien viene a ayudarme a recoger lo que he utilizado para el cambio de Sarah.

―Es una nena muy juiciosa ―le dice.

―Gracias ―le digo cuando veo que empieza a recoger todo lo que está regado y a ubicar los objetos de limpieza en su lugar.

―Tranquila, es mi trabajo. También le ayudaba en todo a la señora Loise. El patrón Evan, siempre me recalcaba que debía asistirla en lo que necesitara.

―Debía sentir mucho cariño por ella ―comento y la mujer asiente.

―Era lo único de familia que tenía, por lo que no debe ser fácil haberla perdido.

―¿Nunca ha venido más familia del señor Hawthorne aquí?

―No, solo eran los dos, es lo que sé desde que empecé a trabajar aquí ―responde, después sigue con su labor.

Sus palabras me hacen pensar que, siendo un día tan atípico, no solo Sarah debe sentir los estragos de la ausencia. Él también. Luego recuerdo que esa noche estaba conmigo y me resulta un poco irónico, porque estoy aquí, aunque las circunstancias sean distintas.

La ceremonia no fue fácil de sobrellevar, pero al caer de la noche, todo empieza a sentirse por su peso. Hace un mes él solo pagaba por placer y yo buscaba dinero por necesidad, y al mismo tiempo Eloise y su esposo perdían la vida y su pequeña se salvaba de milagro.

Sacudo mi cabeza y sonrío para no llenar a Sarah de tristeza. Aunque es pequeña, ella asimila todo como una suave esponjita, solo que lo procesa de diferente manera. Le pido a Marta que la sostenga mientras termino de arreglarme. Me he puesto un vestido sencillo que he traído y que creí estaría bien con el clima.

Una vez arregladas bajamos a la sala, y es allí cuando me fijo en eso de cena especial porque todo estaba arreglado y servido de forma impecable. Incluso Evan. Me hace suponer que quizá es su manera de hacerle un homenaje. Intento poner a Sarah en su silla, pero se pone a llorar, así que me quedo con ella.

Ya se ha tomado su tete, por lo que solo le doy un poco de la comida que le ha preparado la señora Bolts, quien es la que se encarga de disponer todo en la cena. Luego que termina junto con Marta nos desean buen apetito y se marchan.

Luego que quedamos los tres y medio con Sarah, la situación se vuelve un poco extraña, sobre todo con la seria expresión de Evan y la indiferencia de Carl. Algo me dice que tuvieron alguna charla con respecto a lo que sucedió en la habitación.

―La señora Eloise solía sentarla allí ―comenta Carl, irrumpiendo el pesado ambiente.

―Esa quizás debe ser la razón por la que no quiere sentarse allí. Supongo que tiene sus propias impresiones en su cabecita ―digo.

No soy psicóloga de bebés ni nada por el estilo, pero es lo que dijo su pediatra sobre la forma en como algunas cosas le afectan. Más que a conciencia, es por instinto.

―La señorita Garner parece que está aprendiendo bastante de Sarah ―comenta Carl.

―Es lo que dijo su pediatra, yo no sé de eso, pero creo que tiene razón ―respondo, y así seguimos hablando del asunto de Sarah mientras Evan solo nos observa.

―¿No va a decir nada? ―pregunto a este que se voltea a mirarme.

La mezcla de expresiones en su mirada me hace tragar con fuerza. Parece triste, pero también enojado.

―El doctor Vanhosen es un especialista, si él lo dice, es porque así es ―repone.

De repente, Sarah agarra mi cuchillo de mesa y lo dirige hacia él. La verdad es que no puedo evitar reírme con esa acción divertida de la niña.

―¿Por qué no se lo quita? Se hará daño ―refunfuña.

―Quiere entregárselo, ¿por qué no lo toma? ―digo.

Luego de resoplar se lo quita, pero ella no lo suelta.

―Suéltalo Sarah ―le ordena alzándole un poco la voz.

Ella lo hace, pero se pone sentimental y hace pucheros.

―Pudo habérselo dicho con más suavidad ―le digo. Entonces se lo pido a la bebé y me lo entrega. Luego que lo coloco en su lugar me pongo en pie―, creo que es hora de que le lleve arriba ―añado yéndome de la mesa.

Marta va conmigo y me ayuda a preparar a Sarah para dormir trayendo su último biberón. Como la temperatura ha bajado un poco, le coloco un pijama enterizo de algodón. Se le ve gracioso, y ella parece disfrutarlo. La coloco en su cama y me quedo a su lado hasta que se duerme después de un buen rato.




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