Señor perfección✓

36. Una calurosa confesión

Tener a Evan al frente es culpa de mi impulsividad. Debí contenerme, pero me alegró escucharle y tal vez mi reacción es para saber por qué estaba allí. Su mirada me hace tragar grueso. Me mira de una forma que parece traspasarme y hacerme erizar la piel.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto para romper un poco de la tensión el ambiente.

―Aunque estaba a punto de irme ―responde haciendo que frunza en entrecejo.

―Entonces deberías seguir tu camino ―repongo intentando volver dentro y arrepintiéndome de haber abierto la puerta y llamarle.

¿En qué diablos estaba pensando?

Justo cuando quiero hacerlo él coloca su mano evitando que cierre la puerta.

―No voy a irme, no hasta que obtenga tu respuesta.

―¿Qué respuesta? ―pregunto evasiva bajando el rostro y él lanza un audible bufido.

―No me tomes por tonto ―gruñe agarrando mi mentón con su mano obligándome a levantar mi cara para que le vea.

―¿Es en serio eso de que te volverás loco si no te lo digo? ―inquiero volviéndome un poco osada.

Me pregunto si en este punto en el que estamos se hace una idea de lo que quería decir, o en serio ni se imagina que puede ser él. Evan se queda mirándome. Debería apartar su mano para que me suelte, pero me mantengo así, observándole también. Lo cierto es que estoy muy interesada en saber a dónde quiere llegar, porque en el fondo no me desagrada lo que dijo, y si Carl no hubiese aparecido tal vez me habría rendido a él allí mismo.

Supongo que estoy loca por crearme esas expectativas cuando me había dicho que aceptaría hacer aquello porque nunca volvería a encontrarme con esa persona, y todo lo que ha estado ocurriendo dista mucho de aquella promesa, que para él era lo mismo.

―¿Y si te respondo que harás?

―¿Por qué evades la pregunta de nuevo?

―No lo hago, ya deberías haberla intuido ―replico y él alza sus cejas.

―¿Por qué no eres clara? En serio vas a volverme loco ―masculla soltando mi mentón, luego me da la espalda

―Tú ―murmuro la respuesta y él se vuelve de inmediato.

―¿Qué dijiste? ―exclama la pregunta acercándose.

―Que eres tú ―farfullo de nuevo poniéndome irascible porque es la primera vez que admito mi gusto hacia alguien y odio que termine pasando lo mismo que con Daine.

Ese si es un círculo que quiero cerrar y no repetir.

―¿Lo dices en serio?

―No voy…

Empiezo a hablar, pero no termino mi oración porque me toma de las mejillas y me besa con un fiero anhelo que me hace flojear las piernas. Su boca es insaciable sobre la mía, y me hace recular con cada paso que avanza hasta meterme de nuevo en la habitación, como había planeado hacer, solo que no con él.

―¿Qué haces? ―pregunto rompiendo el beso.

―No es obvio, ¿por qué lo preguntas?

―Sí, pero… ¿Aquí? ―emito mirando hacia la cama cuna donde duerme Sarah.

―También hay una cama ―señala hacia la división.

―Sarah puede despertarse.

―No, si no haces mucho ruido ―repone y yo sonrío.

Me hace reír también, pero luego me pongo seria.

―¿En serio quieres estar conmigo? ―pregunto.

Evan me mira, y con las luces de la habitación opacas debido a Sarah, puedo ver el brillo en sus pupilas.

―Ya te lo dije, me volveré loco si no lo hago.

―¿Y qué hay de aquello que dijimos?

―Es una excusa que ahora mismo se ha ido al cuerno ―Evan declara con un tono grave de voz que se me antoja decidido.

Seguido lleva sus manos grandes y fuertes a mis muslos y me levanta del piso haciendo que me abra mis piernas para sostenerme de sus caderas. Entonces la confirmación llega con una muestra más que evidente de su gran urgencia, provocando que crezca mi excitación.

―Yo concuerdo con eso ―susurro siendo quien le bese ahora cuando empiece a llevarme a la cama en el cuarto anexo de la habitación.

════ ❁ ════

Un toque suave en mi pierna me hace remover en la cama despertándome en el acto; sin embargo, este toque no viene de Evan, quien sigue dormido a mi lado sino de Sarah, que está de pie en la cama observándome mientras sostiene por la oreja un peluche.

Mis ojos se abren de la impresión y me espanto más al percatarme que la beba ha ido hasta allí con sus propias piernitas.

―¿Evan?, despierta ―le llamo removiéndole mientras recojo mi camisón del piso y me lo coloco.

Este se levanta azorado y me mira. No luce nada mal recién levantado, con el cabello despeinado y cayendo en su frente, y sus ojos claros y de mirada profunda, somnolientos. Una faceta desprolija que ni siquiera vi aquella vez porque me fui antes de que despertara.

También se espanta y no dudo que el triple cuando ve que voy hasta Sarah y la cargo trayéndola a la cama con nosotros.




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