Señor perfección✓

37. Grandes sorpresas

No sé si lo hizo Marta, pero el biberón llegó. Ahora nos preparamos para recibir la visita de la abuela de Sarah, Veronica. En lo personal no me hace mucha gracia, pero más porque es una mujer bastante ruda. La verdad creo que, con ese talante y la idea centrada en su cabeza de quedarse con la beba, es probable que no consiga ni un poco del cariño de su nieta.

La pregunta que surge es, si en vida de sus padres era lo mismo. No se lo he preguntado a Evan; pero debe haber una razón para que lo hayan puesto a él como tutor y albacea en vez de a sus abuelos. Además, que sería muy extraño que su esposo teniendo a sus padres vivos no los tuviera en cuenta para terminar la crianza de Sarah si ellos llegaran a faltar.

Es triste que eso se haya cumplido, sin embargo, Tuvo que haber un buen motivo de peso para que no se diera así y Evan terminara a cargo de su sobrina, siendo alguien que no parece muy apegado a ella, no obstante, estoy segura de que no se ha tomado esa responsabilidad a la ligera.

Miro la carita tierna de Sarah en el espejo mientras cepillo su corto cabello rubio, algo que parece gustarle porque se queda muy quieta. Después de ver algunas fotos ella obvio ha salido a su madre. Eloise también era rubia, además de jovial y simpática. Me habría gustado conocerla. Lo cierto es que, a pesar de eso, no sé si ella hubiera aprobado que cuidara de Sarah porque en el fondo debo admitir que no siempre estuve dispuesta a hacerlo.

―Pero me embaucaste con tu cara de inocente ternura ―le digo y ella me quita el cepillo para peinarse.

Me hace reír. La puerta se abre y es Evan, que desde que saliera de la habitación no había vuelto, y verle de nuevo hace que me sonroje como tonta. Me abofeteo mentalmente porque no es la primera vez que dormimos juntos, aunque en esta ocasión, todo parece tener un matiz distinto y que no hubo ninguna necesidad u obligación.

Trago con fuerza aclarándome la garganta.

―¿Ya llegaron? ―pregunto, y mi voz sale más aguda de lo que espero.

―Eh, sí ―Evan responde como despabilándose―, ¿ha vuelto a hacerlo? ―pregunta.

―¿Qué cosa?

―Eso de caminar ―continúa acercándose un poco.

Pongo a Sarah en el piso de pie y le sostengo de la mano, pero la muy vivaracha se sienta sobre la superficie de suave goma.

―Creo que no quiere volver a hacerlo ―digo riéndome un poco.

―De todos modos, lo ha hecho ―dice acercándose a ella acuclillándose.

Sarah abre sus brazos pidiendo con claridad que la alce. Él me mira alzando sus cejas.

―Que esperas, tu sobrina quiere que la levantes.

―No sería mejor que camine.

―Ya deja de tenerle miedo zoquete ―le digo burlona y él me mira frunciendo la mirada.

―¿Zoquete?

―Sí ―corroboro haciéndole caritas a Sarah que se ríe como si se uniera a mi mofa, pero sin dejar de insistirle.

Evan se da por vencido y la agarra por los costados levantándola con facilidad y cargándola. Me quedo observando el cuadro que hacen los dos y como Sarah le agarra las mejillas con un rasurado prolijo y luego se recuesta en su hombro. Puedo notar lo tenso que se ha puesto y debe ser porque ni él mismo está acostumbrado a esa clase de cariño que te derrite todos los cimientos. Sin embargo, se le ven bien juntos. Eso me hace recordar lo que prometí hacer y es que ayudaría en todo lo que fuera posible para que nadie los separara.

No sé si soy objetiva porque Evan despierta en mí sentimientos que no había experimentado antes, y tal vez eso me ciegue, pero no creo que haya alguien más idóneo para cuidarla que él.

―¿De qué te ríes?

―Sarah te quiere, ya es hora de que le correspondas ―respondo y él lanza un bufido.

―Soy su tío, obvio debe quererme.

―No te creas, yo tengo tíos a los que prefiero de lejitos ―expongo y él arruga su frente.

―Muy graciosa, y mejor salgamos, Veronica no demora en llegar ―farfulla. Me río más y su aparente enojo aumenta―, ¿A dónde va? ―increpa cuando me ve que voy hasta la puerta.

―¿No tenemos que bajar?

―¿Y qué hay de Sarah?

―No está claro que quiere que la lleves y la defiendas de su furibunda abuela ―respondo y él hace un gracioso mohín.

Pensé en que insistiría en entregármela, pero después de resoplar fuerte da la vuelta y sale primero cargando con Sarah. En el pasillo nos encontramos con Carl que nos mira a los tres con mucha diversión.

―Ni se te ocurra decir algo gracioso Carl ―masculla y este hace un gesto de cierre en su boca.

―Solo vengo a avisar que ya llegó la visita, todos están en la sala esperando ―anuncia.

Evan se pone algo serio, pero adelanta llevando a Sarah y yo le sigo con Carl a mi lado que me mira con picardía.

―¿Todos quienes? ―le hago la consulta.

―Veronica, su esposo y su hijo menor.

―Y alguien más, ¿verdad? ―prosigo y la verdad es que no es difícil adivinar de quien se trata.




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