Señor perfección✓

41. Un trato real

―Vuelve acá ―Evan dice rodeando mi cintura con su fuerte brazo y devolviéndome a su pecho desnudo, recostándome sobre él.

―Pronto servirán el almuerzo y debemos bajar ―digo, pero él no me suelta y lo cierto es que sentirle pegado a mi espalda hace que me dé vueltas la cabeza y me olvide de todo.

Maldición, este hombre me vuelve loca.

―Aún falta tiempo ―rezonga atrapándome con fuerza hasta que me rindo.

―No puedo creer que estemos haciendo esto a plena luz del día.

―Ni que estuviéramos a la intemperie.

―Pero qué pensarán los demás, todos saben que está metido aquí.

―Y eso que importa, aún podemos hacerlo otra vez.

¡Cielos!

Quiero replicar, pero no creo que pueda resistirme. Este hombre no solo me quita la cordura, sino la voluntad.

―Está bien, una última vez ―digo empujándole para ser yo quien se coloque encima.

Él solo sonríe poniendo su mano en mi cuello y jalándome hacia abajo para besarme con una fiereza que me deja sin aire.

════ ❁ ════

Sarah siguió durmiendo, por lo que fuimos solo los dos a almorzar en la terraza, no sé si pidió que fuera algo especial, pero todo luce increíble, además que estar allí juntos luego de pasar tiempo ejercitándonos, lo hacía sentir extraño, aunque no de mala manera, sino como si fuera una, ¿cita?

¡Qué diantres!

―¿Pasa algo? ―pregunta.

Trago con fuerza aclarándome la garganta para hablar.

―No, ¿Qué podría pasar? ―digo tratando de verme lo más casual del mundo.

Aunque eso es imposible desde que volvimos a cruzar esa línea delgada entre el trabajo y el placer.

―No lo sé, ¿la comida?

Evan me hace resoplar, luego le observo comer y entiendo que solo está tratando de hacer conversación. Me hace reír por lo tonta que debo verme.

―Es lo contrario, todo está perfecto ―emito cortando un pedazo de carme del filete de lomo que la señora Bolts preparó y se ve aparte de jugoso, apetitoso.

Lo cómo y al masticarlo advierto que no erré en mi apreciación, aparte de que todo lo que nos ha preparado ha sido delicioso.

―¿Qué tan perfecto?

―Tanto, que es extraño.

―¿Y qué es lo extraño?

―Evan ―mascullo su nombre arrugando el ceño.

―¿Hablas de lo de hace un rato?

―Yo diría que desde lo de anoche.

―En ese caso debemos remontarnos a hace un mes.

―No puedo creer que estemos haciendo cuenta de eso.

―Yo sí, pero no es alguna clase de fetiche, es solo que fue imposible de olvidar.

―No puedo creer que lo digas en serio cuando esa noche parecías más un robot.

―Supongo, pero fue debido a que estaba un poco sorprendido. No esperaba a encontrarme a alguien como tú.

―¿Cómo? ―pregunto alzándome de hombros.

―Diferente.

―¿Y en qué sentido?

―En que no parecías lo que estaba buscando.

―Bueno, eso es porque has tenido suerte de que tomara la oferta que ofreciste.

―Dijiste que solo ha sido esa noche, ¿puedo saber por qué lo hiciste? ―pregunta y lo cierto es que nunca pensé en que tuviera que dar explicaciones al respecto.

Menos, contarle a otra persona algo que no le incumbe. Es así. A él no le incumben las razones que tuve para aceptar hacer ese trabajo; sin embargo, después de caer tres veces con él, siento que me quedo sin ellas porque al fin y al cabo solo sucedió por una razón, que al final nos ha terminado juntando.

―Lo necesitaba para saldar una deuda importante de la empresa de mamá ―respondo.

 Luego de haberlo soltado creí que me sentiría mal; pero, es todo lo contrario, siento como si me quitara un peso de encima. Supongo que puedo decírselo, pero solo a él porque no creo que pueda confesarlo a mi madre o mi hermana.

―¿Así que para eso era el dinero?

Evan me hace suspirar con la pregunta, y lo cierto es que no hay ningún tono acusatorio en sus palabras.

―Sí, era una deuda de impuestos que se habían acumulado y la tienda no contaba con toda esa cantidad. Faltaba una buena parte. Se lo conté a mi amiga y ella me aconsejó que podía conseguir buen dinero prestando ese servicio.

¡Qué carajos!, ¿por qué le estoy contando todo esto?

Evan alza sus cejas.

―¿Esa amiga con la que vives?

―Sí, Gia, ella sabe un poco. Yo no lo habría pensado nunca, pero de verdad que lo necesitaba.

―¿Y tu familia lo sabe? ¿Qué conseguiste el dinero de esa forma?

―¡Por supuesto que no! Y ni se le ocurra mencionarlo ―exclamo espantada con esa idea.




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