Evan
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Cada que Madison me dice que estoy loco, no puedo evitar pensar que tiene la razón; sin embargo, creo que hasta yo mismo estoy sorprendido de lo poco firme que están siendo mis convicciones últimamente, sobre todo con ella revoloteando a mi alrededor.
―Pareces de muy buen humor ―Carl dice menciona mientras recoge sus cosas y yo le miro haciendo una mueca.
Hemos terminado una de las dos reuniones que tengo pendientes para este final del día. Debería decirle que sí, porque hay dos situaciones que están evolucionando muy bien. Por una parte, Sarah, mi sobrina, está teniendo avances que pensé que le tomarían mucho tiempo. No en la parte emocional sino en su desarrollo motor. Eso me alivia, porque de lo contrario sentiría que Loise me lo recriminaría desde el más allá si no cuido cómo se debe a su pequeña.
De todos modos, ella es lo único que me queda y no puedo defraudarla. Me emociona pensar que cuando crezca ojalá se parezca mucho a ella.
―Debería estar molesto ―emito y Carl retuerce sus labios con un gesto bastante divertido.
Me hace resoplar porque sé sus razones para emitir ese tipo de conversación, que sabe que me pone de los nervios.
―Para nada, porque eso me demuestra que estás siendo sincero.
―Creo que fuiste el de la idea.
―Y no fue tan mala, ¿verdad?
―A veces me pregunto por qué es que te pago.
―Porque quieras o no, soy más que un maldito empleado, además que te guardo todos tus secretos.
―No me digas, ahora vas a chantajearme.
―La verdad es que sí ―repone bastante cínico el infeliz.
―¿Qué es Carl? ―inquiero porque sé que cuando se comporta así es porque necesita algo.
―¿Podrías defenderte tu solito en la siguiente reunión con los inversores?
―Ya sabía yo que ibas a hacerme esa jugada.
―Tengo un compromiso y no me gustaría faltar.
―Se te olvida que le hablas a tu jefe.
―No, pero sé que mi jefecito es el mejor de todos y sabe cómo tener a su empleado contento, además que he contribuido a que estés de muy buen humor este último mes.
―Muy gracioso.
―No te jactes.
―Pues sí, ¿Qué dices?
―Lárgate, yo puedo defenderme solo.
―¡Súper! Y te deseo suerte, de seguro el nuevo inversor no se te hará desconocido ―advierte terminando de guardar sus cosas en su portafolio de trabajo, se despide bastante folclórico y se va.
Me hago ideas de que es tan urgente que me deja botado para la última reunión. Eso me hace preguntar que Carl pueda que tenga algún secreto que desconozco. Pienso en si será alguna chica, pero nunca ha mostrado interés en las relaciones, por lo menos no con mujeres porque más de una vez he visto como le coquetean.
Lo otro que cruza mi cabeza, debido a eso, lo deshago porque no encuentro interesante crearme un dilema mental sobre sus preferencias.
¡Qué mierda!
Me apresuro en llamar a la secretaria administrativa para que me envíe la información que necesito. La siguiente reunión es una cena de negocios. No conozco al cliente porque Carl solo ha hablado con su representante y el posible socio pidió que nos entrevistáramos esta noche y nos conociéramos en persona.
Me aburre tanto misterio y si no fuera importante, lo habría mandado al diablo. De camino al hotel Savoy inn, envío un mensaje a Madison, una acción a la que le estoy encontrando el lado divertido, aunque casi nunca suele responderme.
Voy saliendo para mi siguiente reunión. No olvides que debes esperarme despierto.
Luego que lo envío me río como un tonto porque hacer esta tontería no es propio de mí, pero esta chica hace que cometa la locura de escribirle para saber qué está haciendo.
Ya me dormí.
Su respuesta me hace reír.
¿Escribes mensajes sonámbula?
Eso creo.
Muy graciosa.
Bien, trataré de no dormirme.
Más te vale.
¿Es una orden?
Sí, una orden de tu jefe ogro gruñón.
¿Qué se siente aceptar la realidad?
Divertido porque lo mejor es que puedo castigarte por ponerme nombres.
Ahora sí te convertiste en todo un ogro, pero por desgracia me gustas.
Lo que escribe me deja flipando y más por lo tonto porque le estoy siguiendo la cuerda; no obstante, nunca me había divertido de esta forma sin sentirme como un tonto que da todo y no recibe nada.