Evan
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―¿Por qué aquí? ―pregunto malhumorado, no con ella, sino conmigo, por terminar en esta situación, gracias a las artimañas de Danna.
Pero ¿quién iba a pensar que los papeles se invertirían con el tiempo? No obstante, es bueno que sea ahora, cuando ya soy inmune a todas sus tácticas de seducción.
―Dije que iríamos a donde yo quisiera, y quiero beber ―me replica.
―¿Alguna razón en especial? ―cuestiono con sarcasmo.
―¡Y lo preguntas! ―exclama empujándose el primer coctel.
―Bien, ahora aclaremos esta situación.
―¿Por dónde empezamos?
―Por tú y ese idiota de Castelli ―mascullo.
―¿Y qué hay de ti y esa mujer? No que ya no te interesaba.
―Y es cierto ―gruño las palabras.
Agarro el vaso de vodka y bebo un sorbo, relajándome en la butaca sin dejar de mirar su ceño fruncido y la cara sonrojada, pero en algo tiene razón, y es que debí ponerle un freno más fuerte a Danna.
―¿Qué es cierto? ¿Qué no tienes nada con ella?
―¿Y por qué demonios vas a creer eso?
―Debe ser porque esta noche estabas con ella cuando dijiste que me acompañarías a la cena.
―Lamento haber arruinado eso, pero fue algo que se me salió de las manos.
―Debe ser porque seguro las tenías encima de ella.
―¿Podrías dejar de acusarme de infiel? ―digo molesto, y es tan irónico que ese sea el punto clave del problema en esta situación.
Lo cierto es que Danna apareció en mi oficina como lo ha hecho estos últimos meses. Antes me preguntaba si tenía algo de dignidad, pero creo que lo que no tiene es límites, siendo ella quien me dejó en primer lugar.
―Tienes razón, no tenemos nada, así que métete con quien te dé la gana ―replica y yo me río porque es más que obvio que está furiosa.
Puedo comprenderlo, y por alguna extraña razón su enojo me parece adorable. Esa era la apreciación que tenía esa noche y por algo me resultaba tan inusual y diferente a las anteriores mujeres. Debo agregar que también la sentí torpe y por eso simplemente le dejé hacer lo que quería conmigo.
Algo que no hacía, dejarme dominar por nadie. Me lo había prometido, pero es de esperar que siempre haya un desperfecto en todo aquello que calculas con tanta precisión. Ella es esa pequeña avería en mi perfeccionada vida.
―Así que a la primera de cambio te dejas engañar por lo que ves o escuchas.
―Oh, créeme, escuché claramente su voz saliendo de tu teléfono ―alega pidiendo el tercer trago de la noche.
Solo la dejo beber porque está conmigo, porque ni muerto iba a dejar que se la llevara ese otro idiota.
―Bueno, sí, y ahora está roto.
―¿Quién?
―El teléfono, así que no ibas a poder contactarme de nuevo.
―¿Crees que iba a llamarte?
―Es lo obvio, ¿no? Antes de sacar conclusiones a la ligera ―digo y levanto mi mano para frenarla de lo que va a replicar―, y para aclarar, si Danna se metió en mi oficina para hacerme perder el tiempo, también contestó tu llamada cuando me descuidé con la entrada de la asistente a quien llamé para que la sacara. Así que solo lo hizo adrede para que creyera que estábamos juntos. ¿Sigues creyendo que es cierto? ―expongo y ella frunce sus labios.
―De todos modos, da igual si es cierto o no, Daine acaba de hacer su gran teatro y todos piensan que soy una mentirosa.
―Hablando de ese, me alegra que lo hayas bajado de su nube.
―¿Qué? ―pregunta sorprendida.
―Lo escuché todo.
―No me digas.
―solo me aguanté esperando tu reacción. Me dije que si le correspondías iba a dejarte en paz, pero no lo hiciste.
―Aún me queda algo de dignidad, ¡bien!
―Bien por ti, mal por el tonto.
―Pero eso no significa que voy a quedarme contigo.
―Yo creo que sí, porque no tienes opción.
―¿Afirmas que no te puedo mandar al diablo también?
―Si quisieras hacerlo no habrías venido conmigo y no solo porque es marte.
Eso me gustó escucharle, tal vez él apareció primero en su vida, pero yo seré el último.
―Todo incriminado es inocente hasta que se demuestra lo contrario ―aduce pidiendo otro trago.
―Suficiente de bebidas.
―No vas a decirme cuanto voy a beber.
―La verdad sí, porque soy quien te llevará cargada cuando pierdas la conciencia, además, tienes trabajo mañana.
―¡No hables de Sarah!
―Pero ella es la que nos tiene aquí, discutiendo como tontos ―repongo y ella levanta su cara roja tanto como por el alcohol como por el enojo.