Señor perfección✓

51. La tempestad antes de la calma

Evan

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―¿Podrías dejar de reírte? ―mascullo observando con el ceño fruncido como Carl se burla sin ninguna vergüenza alguno de mí.

―¡Es que estás de coña! No puedo creer que la hayas sacado corriendo.

―Creo de sobra que te estás divirtiendo a mi costa ―espeto y él me palmea el hombro.

―Pero vamos, deberías pensar un poquito las cosas y ponerte en su lugar.

―Tal vez Madison no sea una adolescente, sin embargo, ¿no crees que es demasiada responsabilidad para poner sobre sus hombros? ―Carl argumenta.

Aunque quiero seguir enojándome con él, puedo entender lo que dice. Y sería tonto pensar que no he considerado nada de eso. Lo he hecho, y tampoco es como si fuera a poner toda una carga sobre ella.

Lo único que quiero es que se quede a mi lado, lo demás podemos sortearlo más adelante; no obstante, parece que me he adelantado un poco y lo que he logrado es que salga corriendo.

―¿Señor Hawthorne?

Me llama la ayudante del doctor Vanhosen, hoy era día de la cita de Sarah para sus ejercicios de desarrollo motor, y la he traído. No ha extrañado a Madison porque soy quien suele traerla mientras ella va a sus clases. Esta vez he hecho que Carl se quede, porque si bien ella no la trae con regularidad, sí suele recibirla para llevarla a casa, y hoy no estará para hacerlo.

Voy hacia la mujer.

―¿Ya terminó?

―Sí, y el doctor quiere hablar algunas cosas con usted. También a su niñera para las siguientes instrucciones ―responde la mujer.

―Ella no puede venir hoy, Carl, mi secretario tomará notas de ello ―digo y éste arruga la cara.

―No vas a convertirme en niñero otra vez, ¿verdad? Además, que Sarah no me quiere.

―Deja de decir tonterías y ven ―le ordeno.

La ayudante se queda mirándonos. Pongo los ojos en blanco, lo último que espero es que piense que somos alguna clase de pareja homoparental.

¡Qué cuernos!

―Ma, Ma ―pronuncia Sarah a penas me ve extendiéndome sus bracitos.

Si bien no ha estado inquieta, no deja de llamarla.

―Ya veo que la niñera no vino hoy.

―Está enferma ―digo.

Refunfuño un poco cuando escucho bufar a Carl, de pie detrás de donde estoy sentado con Sarah.

―Es una pena, y espero que se recupere pronto.

―¿Alguna novedad hoy? ―pregunto para no ir por ese lugar.

Aún estoy en proceso de resolver el paradero de Madison.

―No, solo buenas noticias, por lo que he incrementado los ejercicios en casa. También quiero hacerte una recomendación para que adquieras algunos implementos para que ayuden aún más a Sarah.

―¿Qué implementos?

―Un arnés para caminar.

―¿Eso qué es?

―Lo que he dicho. Es solo para brindar un poco más de soporte, y también para que se familiarice con la acción de sostenerse en sus propios pies.

―Sarah ya tiene de esos caminadores.

―Este le aseguro que le acercará más a su sobrina ―dice y yo miro a Sarah que está entretenida agarrando mi corbata.

―Ma ―dice como si me preguntara frunciendo sus labios.

Seguro que me entiende si le digo que la condenada huyó a no sé dónde. Sin embargo, de algo estoy seguro, ella no ha huido de Sarah, sino de mí. Me pongo en pie.

―De acuerdo, seguiré sus instrucciones ―digo a Vanhosen extendiéndole mi mano.

Él me da un apretón y así nos despedimos. Salgo del consultorio y espero a que Carl lo haga luego de que le entregue el nuevo itinerario.

―Esto merece pagos extras, ¿de acuerdo? ―se queja cuando regresa.

―Ya te pago más que lo suficiente.

―Y sería el colmo que no ―repone algo arrogante.

―Bien.

―Por esta semana ya no habrá más citas de terapia física.

―Ajá.

―Ahora debes conseguir el arnés. Ya he mirado algunos ejemplos y creo que sé dónde podemos conseguirlo ―comenta mientras nos dirigimos hasta el auto, mientras Sarah no deja de jugar con mi corbata.

Me detengo porque se me ha venido un lugar a la cabeza.

―La tienda de la familia de Madison.

―Debes de dar las gracias al doctor que con esto te ha dado una excusa para buscarla de nuevo.

―Muy gracioso.

―¿Quieres que me encargue de todo como la primera vez?

―No, concreta una cita para la compra, yo mismo iré a verlos.

―Como digas ―repone, después me mira y yo arrugo la frente―, ¿y qué harás ahora?

―¿A qué te refieres?




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