Señorita Vanidad

Capítulo 3: "No acepto esta vida"

Una joven de cabellos largos ondeados, de color castaño, bajaba con la mirada altiva de un bus, al tiempo que unas palabras hicieron que sienta una terrible indignación y gire su rostro hacia el dueño de la voz.

 

—Hasta mañana, novia mía — pronunció el chofer del bus, causando molestia en la joven y la sonrisa de los presentes.

—¿Novia?, de qué hablas, ni en tus sueños podría ser tu novia, idiota — pronunció con rabia la joven, mirando con firmeza al chofer.

—¡Qué carácter! pero así me gustas más, muñeca — decía el chofer, mientras la joven que estaba ya en la acerca, miraba molesta hacia el bus.

—Pues tu a mí no me gustas nada, nada — respondió con firmeza Marie, luego de ello continuó su camino, mientras pensaba — «Igualado, ¿qué se ha creído?, él y yo no somos iguales, no lo somos, yo soy una Portman, una Portman, aunque ya no viva en una mansión, aunque ya no tenga a una limosina a mi disposición, aunque ahora deba caminar para llegar a casa, yo sigo siendo una Portman»

 

Marie, con la mirada llena de indignación, continuó su camino por una larga calle, al tiempo que un recuerdo vino a su mente.

-.Meses atrás.-

—Esta — decía con cierta decepción una hermosa joven.

—Sí hija, esta es “Esperanza”, nuestra única propiedad, la propiedad que nos permitirá subsistir y con trabajo duro algún día poder volver a tener lo que alguna vez tuvimos — respondió un hombre mayor.

—Pero si esta propiedad, yo escuche que solo la conservabas por el valor sentimental, pues hace muchos años sus tierras dejaron de ser productivas, y la casa pues tampoco tiene un gran valor — pronunció Marie.

—Sí, ello es cierto, pero hija, no hay nada en la vida que con dedicación y esfuerzo no se pueda recuperar, aunque tendremos que hacer algunos ajustes y algunos arreglitos en la casa, verás que está será una digna casa para nosotros, los Portman — decía el hombre mayor, mientras introducía una llave al cerrojo de la puerta, al tiempo que su rostro cambiaba de expresión.

—¿Qué sucede abuelo? — expreso la joven con calma.

—Creo que tendremos que empezar desde ya con los arreglitos de la casa, esta puerta no quiere abrir, pero no te preocupes con un aceitito especial, la llave entrara como si fuera seda en la ranura de la puerta, ya lo verás — agregó el hombre mayor.

—¿Un aceitito? — dijo Marie intrigada.

—Sí, aunque habrá que ir a buscar uno en alguna tienda del pueblo — respondió el abuelo.

—Y no sería mejor cambiarle toda la cerradura — contesto la joven.

—Bueno si, pero por ahora no podemos excedernos en gastos hija, además yo creo que con el aceitito la puerta se abrirá sin problemas — decía el abuelo de la joven.

—Sí gusta yo voy por el aceitito — pronunció una mujer mayor que había permanecido en silencio tras de ellos.

—Me parece bien — dijo el abuelo.

-.Tiempo actual.-

Tras varios minutos de camino Marie detenía sus pasos frente a una modesta casa, busco unas llaves en su bolso, luego los introdujo en la ranura del cerrojo para abrir el mismo, pero como casi siempre sucedía la llave no giraba.

 

—«Nuevamente se descompuso» — pensó la joven, al tiempo que retiraba la llave y empezaba a dar de golpes con el puño de su mano a la puerta.

 

Tras algunos minutos, esta se abrió, y por la misma salió una mujer mayor de delantal.

 

—Niña Marie — expreso la mujer.

—¡Buenas tardes nana! — respondió con cierta molestia la joven, haciendo una pausa para añadir — La puerta nuevamente está trabada.

—Así es mi niña, su abuelo fue por un cerrajero por ello — contesto la mujer mayor.

—Un cerrojero — pronunció con cierta molestia Marie.

—Si mi niña, un cerrojero es quién….

—Sí sé quién es un cerrojero nana, pero es indignante vivir así, yo, yo ya no quiero vivir así, ya no soporto este tipo de vida — dijo Marie, con rabia.

—Niña…

—No acepto esta vida nana, no la acepto, no la acepto — respondió Marie, luego de ello hecho a correr.

—Mi niña — pronunció la mujer mayor, mientras miraba con nostalgia a la joven.

 

Marie fue corriendo a su habitación, al llegar a la misma la miro, por algunos minutos, al tiempo que imágenes de aquella habitación que tuvo en su anterior casa vino a su mente, aumentando su dolor.

 

—«Hatson Rubtson, todo lo que estoy pasando es su culpa, su culpa, pero ello cambiará pronto, ya que la oportunidad que espere desde que ingrese a la universidad de Castella al fin se dará esta semana» — pensó Marie, mientras ingresaba a su habitación, azotando la puerta.

 




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