Señorita Vanidad

Capítulo 4: "Una vida falsa - Una oportunidad perdida"

Una nueva semana de estudios empezaba para Marie en la universidad, una semana que ella estaba esperando desde hace algunos días, pues esa semana ella en representación de su facultad iría a una reunión de representantes estudiantiles, en donde de hecho estaría Gerald Rubtson, ya que el como representante de la élite más alta de la universidad no podía faltar, al menos eso era lo que ella pensaba.

Marie para ese día eligió uno de sus trajes que aún no había usado, el cual lo acompaño de un par de zapatos de diseño exclusivo que fue uno de los pocos que pudo llevarse consigo a su nueva casa, se colocó maquillaje sutil, tomo su bolso, unas llaves y salió de la habitación.

 

—Nos vemos abuelo — pronunció Marie, al pasar por la pequeña sala donde estaba su abuelo revisando unos papeles.

—Que tengas un buen día hija — respondió el señor Portman.

—¡Gracias! — contesto la joven, siguiendo su camino.

 

Marie salió de la modesta casa y camino a paso cansino por una acera hasta el lugar donde pasaban los buses, al tiempo que unas palabras vinieron a su mente: “Yo…yo, estoy para servirte, tú solo ordénalo Marie”

 

—«Richard, tal vez sea el momento de aceptar tu apoyo, si, es el momento, yo ya no vuelvo a subirme al bus de ese insolente, eso sí, tengo que inventarte algo para justificar mi presencia en este pueblo, pero ¿qué me invento?» — pensaba la joven.

 

Tras algunos minutos ya con el pretexto perfecto, Marie decidió llamar a Richard Hamilton, quién como ella lo imagino, no se negó a ir por ella.

 

—¡Disculpa el retraso! vine lo más rápido que pude, pero el tráfico… — decía un nervioso Richard, mientras se acomodaba sus lentes.

—Ya estás aquí, ello es lo que cuenta — respondía Marie, con seriedad, mientras le entregaba al joven su bolso para que lo colocara en el asiento trasero del auto, segundos después subió ella al asiento.

—Allí debes estar más cómoda, ¿verdad Marie? — agregaba tartamudeando de la emoción Richard, mientras pensaba — «Me hubiera encantado que se sentará junto a mí, pero si ella no lo quiere así, está bien, lo importante es que voy avanzando con ella»

 

La joven no respondió nada, solo dirigió su mirada hacia la ventana del auto, mientras el otro joven continuaba hablando, al tiempo que abordaba el asiento que le correspondía.

 

—Tal como siempre lo pensé desde que te conocí, no eres lo que aparentas — decía  Richard, haciendo que la joven pose su mirada preocupada sobre él.

—¿Qué? — contesto lo más calmada que pudo Marie, creyéndose descubierta.

—No eres ninguna egoísta, mucho menos mala persona, sino todo lo contrario, eres una chica de buenos sentimientos, solo que no te gusta mostrar mucho ellos a los demás, y lo respeto, esa es tu personalidad, pero no eres mala persona, solo tantito vanidosa, pero ello es justificable, eres muy hermosa, además perteneces a una de las mejores familias del país,…..

—Así es Richard, soy una Portman — respondió con orgullo la joven.

—¿Cómo está tu nana? — acoto Richard para seguir con la plática mientras conducía.

—Esta delicada, ella es muy importante para mí, por ello, vine a verla, pero como ya te comenté el chofer de la familia…

—Marie no te preocupes en darme explicaciones, yo estoy feliz de servirte — contesto Richard.

 

Tras más de 30 minutos de viaje, Richard detenía su auto en la playa de estacionamiento de la universidad, mientras a unos metros un apuesto joven colocaba su bicicleta en la zona apartada para estas.

 

—Llegue a tiempo — pronunció un apuesto muchacho, mientras giraba para continuar su camino, cuando de repente vio bajar de un auto a una persona que había estado esperando ver, desde que supo que esta estudiaría en el mismo lugar que él. «Marieta» — pensó, al tiempo que decidió ir a darle el encuentro.

 

Marie caminaba delante de Richard que venía tras de ella como siempre hablando solo, pues ella casi nunca le respondía, cuando de repente escucho algo que hizo que sintiera un frio recorrer su cuerpo.

 

—Marieta, detente — escucho.

—«¿Esa voz?» — pensó la joven, mientras aceleraba más sus pasos.

—Marie, no camines tan rápido, que no puedo llevarte el ritmo — se quejaba Richard, pero la joven no le hizo caso y continuó su andar.

—Marieta, detente, soy Matheu, Matehu Castinger — escucho.

—«¡Ma…theu! No, no, esto no puede pasarme» — pensó Marie, mientras continuaba su caminar.

—Marie — decía un cansado Richard.

—Lo lamento Richard, pero llevo prisa, la reunión estudiantil ya va a empezar — expreso la joven sin girar para nada. Luego de ello hecho a correr.




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