Al subir al auto, sentí mi corazón drenar mucha más sangre hacia mi rostro, me sentía ardiendo. Mi cuerpo estaba siendo recorrido por la furia que corría sin parar a cada centímetro de mi cuerpo.
Voltee a ver hacia la casa, la puerta estaba siendo cerrada, pero una sola persona venía bajando las más de 5 gradas del pórtico.
¿Qué acaso Alejandro no sabe darse por vencido?
Se acerco con tal prisa que no me dio tiempo de arrancar. Tocó varias veces el vidrio polarizado y me llamaba. Encendí el motor, asegure las puertas, y me dispuse a salir de este lugar que al traerme buenos recuerdos. Me trae malos.
-¡¡¡Melissa!!!- lo escuché gritar.
-¿Se va señorita?- me pregunto Héctor. El muchacho de mi edad encargado de velar la seguridad de la casa.
-Me voy...- dije tratando aun de convencerme.
-Héctor, es una orden. ¡No la dejes salir!- él no se inmuto y oprimió el botón que abre el portón de la propiedad.
-Conmigo siempre tendrás un amigo.- me dijo y yo le sonreí.
-Gracias, Héctor.- fue lo último que dije y subí el vidrio.
Cruzando la valla. Me dispuse a llorar, llorar por aquello que sentía que se había roto en mí.
Dirigí mi mirada brevemente al retrovisor y él se encontraba justo a mitad de la avenida, viendo hacia mi dirección.
Lo que es la ironía de la vida, los semáforos los he tomado en verde.
Él sonido de mi teléfono, me saco de mis pensamientos.
-Aló- dije contestando desde el radio del carro.
-Acaba de despedirme- dijo suspirando.- pero si es por tu bienestar, sabes que daría lo que fuera.
-Eso no es justo.- dije llorando más fuerte.
-Tranquila, iba a presentar mi renuncia la próxima semana, he estado buscando empleo ya con los estudios concluidos es mucho más sencillo que te tomen en cuenta.
-¡Me alegro por ti! Por lo menos eso si me está haciendo feliz - escuche el sonido del motor de su motocicleta.
-Ahora eres libre- dijo tratando de hacerme sentir mejor.- No lo digo por mal Melissa, pero el verdaderamente no dejaba nada bueno en tu vida. Si vas a dejar que te quieran, que lo hagan en la misma medida en la cual tu lo haces.
-Lo sé, pero ¡sabes qué...- bocinaron detrás- me distraes- me carcajee- no había visto el semáforo en verde. ¿Llega a mi casa más tarde, tengo al mejor de los amigos a mi lado?- le pregunté.
-No lo tienes que preguntar, yo tengo a la mejor de las amigas contigo. Así que es mutuo.
-Genial, te veo más tarde.
-¡Yo llevaré la comida!- dijo y seguido cortó la comunicación.
Sin duda una de las cosas buenas que me ha dejado el convivir con Alejandro es conocer a Héctor. Por gente como él y su familia no me arrepiento.
Realmente no estoy llorando por Alejandro, lloró porque yo misma me permití rebajarme a esto. Soy una mujer bonita, merezco más que alguien que me quiera a medias y solo cuando tenga necesidad.
Yo soy más que eso.
-Tengo que comprar algo.- le dije al vació que me acompaña.
Para hacer que la cosas no se vean tan monótonas un viernes por las noche, en definitiva es yendo de compras. Y mejor si es algo que te han roto.
Tratando de recordar que es lo que me hace falta, me di cuenta que tengo todo lo que necesitaría para recibir a Héctor.
Llegando al estacionamiento del supermercado, me cambie los incómodos tacones de 10 centímetros, sin plataforma que yo sinceramente ya no ¡soporto!
Baje del auto, oprimí el botón de alarma y bloqueo de las puertas con el pequeño control en mis manos y camine hacia la entrada, tomé una carretilla y entré.
Lo malo de venir al supermercado es ver a la gente del vecindario, solo espero que nadie se aparezca...
-¡Melissa!- no lo puedo creer.- ¡querida! Tenía semanas de no verte. ¿Alejandro viene contigo?- Sonreí en algo que estoy segura parecía una mueca.
-Usted sabe que la adoro con el alma, Silvia.- la mire a los ojos.- Pero ya no estaré más con su hijo.- ella acaricio mi mejilla derecha y me sonrío.
-Es un imbécil, tarde o temprano se va a dar cuenta a la mujer que ha perdido contigo.
-Gracias- me reí.- Ustedes, todos creen que es un imbécil.- ella sonrío.
Y yo que aun me siento incomoda por estar solo en vestido.
-Mira yo amo a mis hijos, pero las cosas como son. Y el mediano es un tremendo estúpido con todas las letras, pero que puedo hacer. – adorno su última frase con una de esas sonrisas reconfortantes que solo Silvia sabe obsequiar.
-Debo seguir con mis compras, siempre es bueno verla, dele mis saludos a Alex y a Jeffrey.- la corte, debo salir lo más pronto posible de acá.