Tu rostro nace en mis sueños, una silueta opaca e inaccesible.
Fría, desértica y cerrazón en la infinita espera.
Te percibo entre heladas brisas, pero mis ojos no pueden localizarte.
Y te esfumas entre nieblas sumisas.
Dejando el olor de tu piel en mi almohada,
Que con la estación próxima envejece.
Como el dócil viento que aleja a una hoja perdida,
Así desapareces en el escenario de mí ser.
Lágrimas se derraman,
Cayendo en mi infierno oculto,
Acompañando tu partida.
Renunciando a cada palabra de amor.
Quedando la nostalgia perpetúa en mis labios.
Y mi corazón despojado que enumera un pasado igualando tu despedida.