Qué triste fue escribir nuestro adiós.
Este adiós hundido en el absorto presagió.
No sé cómo será sin ti.
No sé cómo haré para descansar sin ti.
No sé cómo será la primavera.
No sé cómo será la alegría.
No sé quién contendrá mis amarguras.
No sé cómo serán mis mañanas.
No sé cómo será mi desenlace.
Y no sé qué será de mi vida.
Pero, con seguridad redacto…
Que sé que nunca más reaparecerás en mi futuro.
Cuando nos despedimos…
Tus lágrimas abatidas y el abrazo en el que nos fundimos…
Renacimos como almas solitarias.
No ordenamos misericordia, ni clemencia.
Renunciamos con amor.
Nos despedimos entre sollozos…
No me alcanzan las palabras, ni las expresiones.
Las horas serán frías y perpetuas.
Los amaneceres inaccesibles y vanos.
Los anocheceres lúgubres y recluidos.
Y saborearé este dolor.
La historia de un verdadero amor.
Cada vez que encienda una vela,
La llama me consagrará el valor de tus recuerdos…
Abrigándome con su calor.
Que estará solamente en mí y que me ayudara a vivir.