Ser padres nos cambió la vida: Relato de Dmav

PARTE II

The Boy from Ipanema.

 

 

Rachell se había quitado los zapatos negros de tacón moderado, porque los pies empezaban a hinchárseles, se sentó en la verde y húmeda grama, frente a la lápida de mármol oscuro, mientras la brisa fresca de la primavera le acariciaba el rostro, y le inundaba las fosas nasales con el aroma de la variedad de las flores que había en el lugar. Sentía el corazón brincando en la garganta, no importaba que tanto se ejercitara, la realidad era que estaba en el séptimo mes de embarazo, y la respiración se le agitaba ante el mínimo esfuerzo; haber caminado desde la tumba de su suegra hasta la de Oscar habían descontrolado su presión.

—Hola —dijo casi sin aliento y sonriendo, mientras observaba atentamente la fotografía de un Oscar sonriente, así como ella lo había inmortalizado en su memoria y corazón—. Hoy traje en colores variados —informó mientras retiraba las margaritas marchitas y las reemplazaba por quince flores de la misma especie, en varios colores.

Siempre le dejaba margaritas, porque esa era la flor con la que se identificaba con su adorado Oscar, al que extrañaba a cada momento, anhelaba poder ver su sonrisa, porque imaginársela no bastaba.

—Solo haces falta para que todo pueda ser completamente perfecto, pero sé que estás bien, sabes que soy un poco egoísta y te quiero conmigo. Pienso que tal vez puedes verme desde cualquier lugar en el que estés —suspiró mientras se acariciaba el abultado vientre, y aunque evidentemente se mostraba embarazada, seguía manteniéndose estilizada y elegante con ese vestido turquesa que hacía resaltar el color de sus ojos.

—No quiero que estés triste, porque no podré visitarte en algunos meses, pero quiero que sepas que siempre te llevo conmigo, a donde vaya, estás aquí —murmuró sintiendo que las lágrimas le subían a la garganta mientras se tocaba el pecho—. Apenas tenga la oportunidad te traeré a mi niño o niña. Quisiera quedarme más tiempo, pero tengo que hacer otra parada antes de llegar a casa. Por eso solo trabajé medio día —se besó las yemas de los dedos y estiró la mano, llevándola al retrato de Oscar.

Se puso de pie y con los zapatos en la mano caminó por la fría grama, dejándose llevar por la maravillosa sensación que le causaba el rocío, mojarle los pies, amparada por los frondosos árboles, una ráfaga de viento le brindó una lluvia de flores de cerezo que parecían hermosas y rosadas mariposas cayendo desfallecidas.

 

 

 

Samuel había hecho un espacio de tres horas en su apretadísima agenda, para compartir con su amigo Julian, que, con quince años, apenas quedaban rastros de ese accidente que le había marcado la vida, sin embargo, se sentía orgulloso del hombre que estaba educando Logan. Era un chico alto y delgado, de cabello oscuro y unos atrayentes ojos grises, que ya no pasaban desapercibidos para las chicas de la secundaria donde estudiaba.

—Quiero irme a estudiar a Londres —dijo sentado de manera despreocupada frente a Samuel, en la cafetería La Calombe, donde disfrutaban de unos cappuccinos, acompañados por unos croissants de almendras—. Pero no sé cómo decirle a mi mamá, creo que se opondrá.

—No puedes saberlo sino se lo dices, aún te faltan tres años, creo que tendrás tiempo para meditarlo —aconsejó Samuel mientras revolvía su café.

—Realmente no tengo tiempo, quiero terminar este año y continuar la secundaria en Londres —comentó haciendo a un lado el capuccino frappe.

Esa noticia sorprendió a Samuel, no quería que Julian se fuese tan lejos, más que amigos, lo quería como a un hijo, fijó su mirada en la del chico, mientras intentaba pasar el nudo que se le había formado en la garganta.

—¿Puedo preguntar por qué has tomado la decisión y si tu padre lo sabe?

—Papá no quiere que me vaya, dice que puedo terminar mis estudios aquí, que hay buenas universidades y lo sé.

—Debes tener claro qué es lo que deseas hacer en Londres, no será fácil. No quiero decir que no seas lo suficientemente capaz para afrontar la independencia, es más que eso. Es estar lejos de la familia, te hablo por experiencia. Estudié mi carrera de derecho en Alemania y siempre fue muy difícil, realmente difícil estar lejos de mi tío y primos.

Julian frunció la boca, como si estuviese meditando su decisión, mientras miraba a Samuel a los ojos.

—Aún eres joven —continuó Samuel, al ver que Julian dudaba—. Te aconsejó que termines la secundaria y si después quieres hacer tus estudios universitarios en Londres, yo mismo hablaría con tus padres para convencerlos de que es lo mejor para ti, también puedes contar con mi ayuda para que te radiques allá, me comprometo a llevarte.

Julian sonrió mostrando su trabajo de ortodoncia invisible, sintiéndose feliz y satisfecho al contar con la ayuda de más que su amigo, su ángel salvador, ese porque el que estaba vivo. Estaba seguro que si Samuel no lo hubiese ayudado, no habría superado las quemaduras que le devoraron gran parte del cuerpo y del que apenas tenía huellas.

—Gracias.

—No agradezcas, ahora sí debo regresar a casa porque tengo a una esposa embarazada —hizo un ademán para que le hicieran llegar la cuenta—. Que debe estar extrañándome, o al menos es lo que quiero pensar —sonrió entregándole la tarjeta de crédito a la señorita que tendía el recibo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.