Ser parte de ti

Capitulo VI. No toques

Día 25 de Mayo del 2013, un día después de mi cumpleaños.

He soñado una vez sobre abandonar de nuevo esta cuidad, he dejado a duras penas a alguien, a quien no debí. Hoy no escuché los golpes contundentes de Cristina para indicar a la mañana y recordarme de levantar mi grandes ganas, e ir a correr. Hoy no me siento bien.

Me levanté de la cama, mirando al reloj las 7:30 eran marcadas, brillantes junto a  un ruido paralizante. Salí de mi departamento con la muda puesta para irme a correr, como todas las mañanas que me acompañan; camine hacia las horribles plantas que se encontraban fuera de la puerta de Cristina, que eran estorbosas. Me pare frente ahí, alzando mi puño hasta mi pecho, tomando impulso para golpear…

—¡No toques Anthony, no toques!— Vocifere, mientras inundaba a mi cabeza propiamente con mis manos. 

—¿Te encuentras bien?—Cuestionaron al final oscuro del pasillo.

Voltee al pasillo, mirando a la recepcionista haciendo el aseo —Si, lo siento— Aclaré con pena.
Seguí mi paso hasta tomar el ascensor para salir los más rápido del edificio. Emergiendo ya de el, mire a las calles, era atípico ver que las calles estuvieran poco transitadas —¿Habrá algún evento?— me cuestione. Aún sin tomar importancia a lo que pasaba, tape mis oídos del silencio absoluto para regenerarlo de paz, con melodías sanas a mi gusto.

Mi cuerpo comenzaba agitarse lentamente, esperando a que mi respiración soltará alguna malicia para acabar con mi resistencia, mi cuerpo comenzaba aumentar la velocidad de contracción para avanzar, recorriendo varios kilómetros mi respiración esperaba.

Cuando comenzaba a sentir que nadie podría pararme, la falta de respiración me hacía sentir como un bobo; hasta detenerme. Comencé a caminar lentamente hacia el mismo parque que se encontraba cerca de mi edificio, retranque mi mano sobre una de las inmensas macetas que servían de decoración para estas fechas de Mayo. No se celebraba nada, pero por  lo absurdo que es gastar, el hombre se alimenta. Al terminar de acomodar mi mano, en palma sobre la maceta, continúe dando pasos más despacios hasta una de las bancas ocultadas entre árboles llenos de ramas y hojas color verde oscuro, claro y en otros momentos hechas blancas por el reflejo del sol.

Al faltarme tres pasos más para lograr sentarme a descansar, una piedra del tamaño de un caracol golpeó suavemente mi espalda, sobre la cubierta de mi ropa empapada de sudor. Gire mi cuerpo.

—¡Hey, tú! debilucho. ¿Tambien sales a correr?— Increpó una voz agitada, una voz que logro llevarme de nuevo al día de ayer. Donde tomaba con calma una taza llena de café frío, que congelaba a poca temperatura la porcelana de la taza. Donde la porcelana fría de forma de pincel también me hacia sentir cálido.

—¡Susan! Estamos aquí juntos, otra vez
—Anthony, estás llorando…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.