Johan.
En cuanto aparque el auto en la cochera, Maeva descendió del auto.
—Estupido Lewis. -espeté con pesar.
Y eso me hizo reconsiderar las cosas.
¿Por qué aborrezco a un hombre que no me ha hecho absolutamente nada?
¿Será que la loca con flechas, me clavo una directo al corazón?
No. No lo creo.
—Johan, recuerda que ella te drogó. Esa loca a la que tienes como secretaria, te drogó para robarte y no solo dinero, Maeva te robo tu preciada semilla.
Descendí del vehículo con pesar, y mi sentir empeoró cuando vi a Maeva embelesada mirándome.
—Pense que tenían unos cuantos pesos, pero ahora que veo esta flotilla de autos tengo que andarme con cuidado porque fácilmente me betan de esta ciudad.
—Pensé que me habías investigado.
—¿Cómo para qué te investigaría? Ni que planeara embarcarme para hacerme de tus millones.
—Das para eso y mucho más.
—¿Me estás llamando embaucadora?
—Y ladrona también.
—Para decirme ladrona tiene que tener una base sustentada, limón agrio.
¿Limón agrio? Enserio.
—Las tengo, pero no es la hora de utilizarlas.
—No me voy a mover de aquí hasta que me digas, ¿qué te he robado?
—Todo a su tiempo, fresa desabrida.
Maeva se llevo una mano al pecho, actuando claramente ofendida.
—Fresa desabrida, tu verga.
—No creo que sea desabrida como dices porque esa noche tragaste todo.
Maeva se ruborizó, y por primera vez en este día la deje sin palabras.
—Si te quieres quedar aquí haya tu, pero te voy a abvertir una cosa, mucho cuidado con planear un robo.
—¡No soy una ladrona!
—No tengo ese concepto de ti, así que mucho cuidado con lo que haces.
Posteriormente la repasé de arriba hacia abajo y me dispuse a caminar hacia la entrada de casa.
—Oye, ¡no me dejes aquí…! Explícame porque dices que soy una ladrona.
Pase de ella y continué caminando.
—Me voy a quedar aquí, ¿me escuchaste?
—Haz lo que te venga en gana, fresa desabrida.
—YO NO SOY DE LAS QUE ROBAN. ¿¡ME ESCUCHASTE…!?
Ante esas palabras me mantuve en silencio y continué caminando.
—JOHAN, ¡VUELVE AQUÍ…!
Cuando me encontré dentro de la casa, me dirigí hacia la caja de control de las luces de la cochera.
—Veremos si eres tan dura como te muestras.
Oprimí el botón de control, y antes de que pasara un minuto los gritos de Maeva se escucharon en todo su esplendor.
—¡JOHAN…! Te mataré, estúpido.
Perro que ladra no muerde.
Me hice el inocente y tomé asiento en el sofá de la sala.
Al cabo de algunos minutos Maeva compareció ante mi, y no dudo en darme una mirada fulminante.
—Tu, hijo de tu limón padre.
—¿Qué hice según tu? Hija de la fresa de tu madre.
—Si no fueras mi jefe, y no tuviera miedo de que me iban a vetar de la ciudad. Te juro por lo más sagrado que tengo que te sacaba los ojos, y los conservaba como un gratificante recuerdo.
—Estás a tiempo de hacerlo.
La fresa desabrida golpeo el suelo con fuerza. —Jodete.
Ya estoy jodido.
—¡DOMINGA…! -espeté, pero no recibí respuesta. —¡DOMINGA…!
—De seguro ella se cansó de ti, y por eso no te responde.
—Ella no es así. Bien puedo decir que eso lo puedes hacer tu, pero no ella. -me masajee ambas sienes. —De seguro está descansando.
—Pobre de ella. La compadezco.
—Te llevaré a tu habitación por el día de hoy, fresita.
Maeva hizo una mueca.
—Ojala te quedes impotente.
—Eso no es castigo para mi, fresita.
—Le dire al abuelo que te empareje con una fresa presumida, con aires de grandeza y más agria que un limón.
—Estoy acostumbrado a lidiar con fresas presumidas, con aires de grandeza y más agrias que un limón.
Johan 1.
Maeva 0.
—¿Me puedes llevar a la habitación?
—¿Tanto deseo tienes de planear tu próximo golpe?
—De ahora en adelante no hablaré contigo. Solo lo necesario.
—Me parece ideal. -espeté para después colocarme sobre mis pies. —Espero que eso sirva para tener un poco de paz. Porque sinceramente contigo revoloteando a mi alrededor, no puedo tener un minuto de paz.
—Te detesto.
#1815 en Novela romántica
#516 en Novela contemporánea
embarazo, romace celos amor prohibido, romance serendipia amor embarazo
Editado: 13.09.2025