Maeva.
—Le enviaremos las pruebas a su casa, no se preocupe señor Schoweizer.
Abrí mis ojos y lo primero que me encontré fue con mi padre sentado a mi lado.
—Como gusté.
—De acuerdo, señor.
La enfermera salió de la habitación, y mi padre se llevó una de sus manos a la cabeza.
—Schoweizer.
El mencionado coloco sus ojos en los mios.
—Maeva.
—¿Qué desea?
—Quiero que regreses a casa, hija.
—¿Me dejarás estudiar lo que quiero?
—Maeva, tu eres la única que puede tomar el control de la empresa. No me hagas esto por favor.
—Si no me vas a dejar estudiar lo que deseo. Está conversación está de más, Schoweizer.
—Hija…
Negue.
—Si no me vas a dejar estudiar bellas artes, es mejor que no me busque, Schoweizer.
—Te necesito, la empresa te necesita.
—Puede ser que me necesites. Pero, ¿qué hay de lo que yo necesito? ¿Qué hay de mis sueños?
Papá agacho su cabeza.
—Cuando piense en mi sueños, búscame, papá. Mientras tanto déjame intentar tomar valor para aventurarme a perseguir mi deseos, Schoweizer.
Mi padre abrió su boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo, la puerta de la habitación se abrió, dejandome visualizar al limón agrio claramente cabreado.
—Maeva. -espetó con enojo y eso fue suficiente para que los vellos de mi cuerpo se erizarán.
—Limón agrio, me causa disgusto verte. ¿Qué lo trae por aquí?
—¡Te parece poco largarte con ese y dejar el trabajo tirado…! Pensé que ibas a tomarte el trabajo enserio, pero ahora veo que solo es un capricho para joderme la existencia. -enarque una ceja. —Si no fuera por mi abuelo, te mandaba a la mismísima china.
—Tu abuelo es un sol, y usted en cambio es un grano en el trasero.
—Ten cuidado como me hablas, fresa desabrida. Porque para mi mala suerte estas en horario laboral.
—Si le da tanto pesar verme. ¿Por qué vino al hospital? En este momento debería estar celebrando que no me tendrá en la oficina comando su paciencia y quitándole su preciada paz.
Johan me dió una mala mirada.
—Brincos diera yo por estar en la tranquilidad de mi oficina, sin tener que verte la cara, pero como siempre el abuelo está interfiriendo en mis decisiones, no pude revelarme contra su condenada orden.
El limón agrio se acercó a mi y antes de que pudiera protestar me tomó entre sus brazos.
—Hey, ¿qué haces?
—Son ordenes del abuelo, fresas desabrida. Desde este momento quedará confianda en casa, y yo seré tu enfermero personal.
—Eso es ir al extremo, Johan. No tengo nada grave, solo fue un mareo.
—Quién decide las cosas aquí no eres tu, fresa desabrida.
—¿Quién tiene que decidir por mi, entonces? Porque que yo sepa todavía no tengo un anillo en mi dedo.
—Si lo tienes. Tienes el anillo de mi abuela, Maeva.
¿Eh?
Para comprobar lo que él me había dicho alce mi mano izquierda, y al ver el anillo en mi dedo anular abrí mis ojos como platos.
Juro que me lo quite.
—No se como llego ahí, te lo juro.
—Si sigues mintiendo te crecerá la nariz como a pinocho.
—Estoy diciendo la verdad…
—Valla verdad. -se mofó. —Estas confianda hasta nuevo aviso, no puedes recibir ningún tipo de visita de hombres y tampoco estás autorizada para dejar la mansión sin autorización del abuelo o mia.
—¿Por qué no puedo recibir hombre?
—No se, pregúntaselo al abuelo. Ahora has silencio y no colmes mi paciencia, porque a decir verdad la poca dosis de paciencia que tengo, tu la has agotado al máximo, fresa desabrida.
Intente golpearlo, pero el muy malvado impidió mi ataque.
—Tranquila yegua, si no quieres que te coloque un freno.
Johan se dirigió hacia la puerta y justo ante de salir dirigí mis ojos hacia mi padre.
—Nos vemos, Schoweizer.
—Maeva…
Me deje llevar por Johan, he incluso me aproveche de ir entre sus brazos.
Recargué mi cabeza contra el pecho del limón.
—Te llevo en brazos no porque desee. Que te quede claro que no te llevo en brazos de buena voluntad.
—Se que muy en el fondo disfruta de tenerme cerca. No trates de negarlo.
—Eres un fastidio andante, fresa desabrida.
Esperen un momento… Johan no negó que sintiera algo por mi.
Eso quiere decir que tengo oportunidad de ablandar la roca, a la que llama corazón.
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Editado: 13.09.2025