Si las luces se apagaran

24. “Juegos y besos”

Ya en el auto no logré sentir el aire de tensión, pero por dentro era lo contrario. Más que decepcionada con él, estaba enojada. A Derek no lo conoce por completo. Quizás le metieron cosas por la cabeza esos idiotas cuando se los llevaron a la cárcel... Debe ser eso. Podía sentir como sus ojos potentes se penetraban en mí por algunos segundos tras el retrovisor y luego los dirigía a la carretera. Lo bueno de todo esto es que había dejado mis puntos de vista sí él pretendía apartarme de Derek. No me alejaría de algo que amo con todo el corazón.

Pasamos por las calles y sonreí un poco después de todo este drama. El colegio se encontraba a pocas cuadras y aquello desataba mis ansias de poder verlo jugar con su uniforme completo. No me cansaría de él, nunca.

—Es aquí —Le anuncié a papá, ya viendo las puertas principales.

A decir verdad, nunca había visto el colegio por la noche y este se encontraba repleto de luces, muy preparado para el juego que de seguro debe ser muy importante. Papá detuvo el auto y quisimos salir de este, pero nos prohibió hacerlo.

—¡Esperen! Henry, cuida mucho a mi hija —apreté los puños enojada y él dirigió sus ojos a mí—. Te quiero y también te quiero ver en casa temprano.

Me perturba el alma de solo escucharlo. A veces puede ser un viejo tan jodido.

—Sí, adiós —Solté sin más.

—Adiós —Dijeron los tres adultos al mismo tiempo.

Salimos del auto, y al ver como este se perdía entre las calles dije entre mí, «Libres».

—¿Se puede saber que sucede entre tú y mi tío? —Henry preguntó de pronto.

Asentí y empezamos a caminar.

—Es que siento que odia a Derek —Suspiré apenada—. Me da miles de advertencia con respecto a nuestra relación, pero yo le dejo mis puntos de vistas y se enoja.

—Eso es muy jodido, Liz. Tú lo conoces. Él prácticamente da las ordenes en casa y, además, no es por juzgar, pero creo que al ser policía son más estrictos cuando no se les obedece.

Volví la mirada a Henry con más preocupación aún.

—Lo sé. No puedo creer que salgo de una situación oscura y me lleva a otra —Digo al borde del colapso. En ese momento ya no sé qué hacer, solo quiero llorar para desahogarme. Mi papá y la traición de una amistad, son situaciones que están comenzándome a angustiar.

—Tranquila —De pronto siento su brazo izquierdo rodearme, intentando tranquilizarme. No hablé, solo quise caminar y juntos ingresamos al colegio, escuchando una música electrónica de fondo—. Disfruta esto y olvídate de mi tío, por lo menos por hoy. Recuerda que ahora hay alguien que adora tu atención.

Esbocé una sonrisa para fingir que todo transcurría sin preocupaciones. Por momentos no era así, pero lo intenté. Cruzamos el campus y mucha gente de todas las edades, nos acompañaba. Llegamos a las gradas y poco a poco esta se llenaba. Con la mirada busqué a April y justamente mi modo periférico la divisó con un sweater gris y unos pantalones de gimnasia, en las primeras gradas. Sin más arrastré a mi queridísimo primo hacia ella, tenía tantas ansias de presentarlo. Por momentos su mirada solo estaba en el libro que llevaba consigo, pero lo dejó sobre su regazo y justo nuestras miradas se cruzaron.

—Llegaste, pensé que me dejabas plantada —Anunció con los ojos achinado.

—Claro que no —Reí y empujé a mi primo hacia ella—. Te presento a mi primo, Henry.

Le pegué a Henry con el codo y apenas le prestó atención a mi amiga. Quise ver que estaba sucediendo y sus ojos se perdían entre el montón de porristas que movían sus pompones, provocativamente. Rodé los ojos y de un brazo, lo tiré.

—¡Oye! ¿Por qué me haces esto? No todos los días se ve eso.

Hice una mueca perpleja.

—¿Desde cuándo te volviste tan don juan? —Pregunté curiosa.

—Desde que mis hormonas masculinas están a flote, querida —Confesó sin repudio.

—Eso suena a embarazo... En fin, te presento a mi mejor amiga, April.

Cruzaron miradas por un buen rato y por fin, Henry decidió dar el gran paso.

—Un gusto, April —Sonrió con altanería, como todo galán.

—Igualmente... —April esperó escuchar su nombre.

—Henry.

Compartieron una que otra sonrisa y ambas nos sentamos en las gradas, pero Henry no lo hizo.

—¿Qué sucede? ¿Por qué no te sientas? —Pregunté desentendida.

—¿Por qué crees que no hay nadie en esta fila sentado? —extrañada vi la primera fila y efectivamente no existía ninguna persona sentada en nuestras filas, éramos las únicas ilusas sentadas acá—, es porque la mayoría de las veces, los jugadores que salen corriendo son derribados.

—¿Entonces...? —Alargué mi pregunta.

—Hay que ir más arriba, Liz.

Subimos las gradas como si de escaleras se tratase y cuando nos detuvimos, estábamos como a dos metros sobre el suelo. Tragué saliva al ver el vacío, no era muy buena para las alturas.

Pasó el tiempo y toda la galería se llenó poco a poco, fue como si todo el pueblo estuviera preparado para ver a los pumas.




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