Si las luces se apagaran

51. "Lago"

No perdí para nada tiempo, corrí a mi habitación y saqué una maleta de mi armario. Me dispuse a llevar la primera prenda que encontré en el camino, pues el clima de allá es un poco similar al de Boston. Cogí un par de prendas negras, mis objetos de aseo y mi bolso. Cerré la maleta en un par de segundos y caí en la cuenta de que volvería a ir después de siete años ausente en ese pueblo. Sin dudas esto me coloca nerviosa y cabizbaja por el hecho de que Derek se fue de ese lugar.

Cogí el teléfono de mi pantalón y le marqué a la directora del hospital, era una mujer realmente amigable y podía contar siempre con su ayuda, aunque nunca la pidiese. La llamada sonó como tres veces y contestó su secretaría. Al enterarse de quien era con rapidez me trasladó con "Beatriz"

—Liz, no pensé que me llamaras a estas horas, ¿Estás bien? —Me preguntó ya preocupada, pues mi ausencia en el hospital era muy extraña. Nunca falté en mi año de labor.

—No, tengo una amiga que se le ha muerto el único familiar que tiene y bueno, no la puedo dejar sola. Para ella es importante que esté en ese lugar —Le comenté muy rápido ya que perder tiempo no es una buena idea.

—Claro, ve y tomate el tiempo necesario, linda.

Su dulce voz me tranquilizó por momentos.

—Gracias, volveré en dos semanas por lo pronto —Suspiré mientras recogía algunas cosas que había tirado—. Debo asegurarme de que ella estará bien. Beatriz, descuénteme las vacaciones, no importa.

—No, claro no —Me dijo rápidamente—. Ve a coger el vuelo. Cuídate Liz.

—Gracias y adiós.

Corté mi llamado y bajé la maleta de mi cama. La deslicé por todo el pasillo y al ver que mis recuerdos estaban desordenados, los volví a guardar en mi caja y por alguna razón lo único que me llevé conmigo fue esa cadena que lleva mi símbolo de unión. Estaba tan lista que, al bajar de mi nuevo departamento, cogí el primer taxi que se cruzó.

Llegué desesperada al aeropuerto, buscando el primer vuelo disponible. Había un único cupo disponible, sin escala y su valor era más alto que el resto. No me importó y solo lo compré, pues tengo el dinero suficiente para costeármelo. Seis y media de hora se tardaría en llegar a Portland. En alquilar un auto y marchar al pueblo otras cuatro horas más. Llegaría sin dudas al anochecer del velorio, pero vale la pena la espera. Estaría apoyando a la persona que yo defino como hermana, en este momento tan devastador. Llamaron mi vuelo por interlocutor y me dispuse a embarcar.

Llegué en buena hora al aeropuerto de Portland, sin tantos contratiempos como creí. Por suerte pude descansar por las seis horas de viaje, ya que derramar lágrimas a cada segundo, era agotador. El avión aterrizó y fui por mis maletas como una loca, aunque tardaron en pasar por las correas, retrasándome. Al final, casi al último, estas se dignaron a aparecer. Las recogí y fui rápidamente al alquiler de auto. No me importó que vehículo tomar, solo necesitaba salir de ahí.

Me terminaron dando un vehículo convencional en cuanto terminé por rellenar las filas de papales que me exige la agencia; una de ellas no salir del estado de Oregón. Sin más preámbulos, tiré la maleta en el porta equipaje y conduje por la carretera justo en el momento en que el sol comienza a descender.

Después de pasar por algunas bencineras a comer algo o solo descansar mis pies, me adentré, después de cuatro horas, a mi último recuerdo de este pueblo. El cartel "Bienvenidos" Lucía intacto como siempre, pero con la única diferencia que lo iluminaban en el correr de esta noche melancólica. Recorrí varias calles como un nuevo habitante de esta comunidad. Todo lucía callado y triste, como si la muerte estuviera rondando por cada esquina. Fue necesario otra vez pasar por la calle de mi antiguo colegio, la plaza y por último mi antigua casa. En ella pasé con más lentitud hasta detenerme y exploré con gran curiosidad que ocurría ahí dentro, sorprendentemente las luces estaban encendidas. Una familia debe habitarla, espero que sea una mejor familia. Vi el estacionamiento y una camioneta se visualizaba, luego recorrí mi mirada por el pasillo hasta detenerla en la calle.

"Alguien a quien amas, no serías capaz de lastimarlo de esa manera"

Cerré mis ojos con brusquedad y encendí con rapidez el motor, marchándome otra vez de esa voz destruida, que odia cada partícula de mi ser cuando lo abandoné. Toda esa forma de culparme me lleva a la perder la gordura, vuelvo a caer. Me culpé tantas veces de haberle roto el corazón de esa manera que ni siquiera me di cuanta cuando llegué a la casa de su abuelita. Estacioné el auto y me bajé, sintiendo esa helada brisa que emana del lago. Fuera de la casita de su abuela, la gente se acumulaba. Pasé entre esas pocas personas desconocidas y la vi destrozada, con la cabeza cabizbaja mientras le lloraba a un ataúd de madera adornado entre flores. Me acerqué en silencio y al tocar su hombro, sus ojos ennegrecidos de dolor se quedaron fijamente viendo los míos. Ambas no pudimos mantener ese nudo en la garganta y nos abrazamos entre el dolor. La abuelita para mí significó como de mi familia, era una tierna persona y cariñosa que no me vio como una extraña, sino como otra nieta y ese amor que le tuve hace siete años, fue permaneciendo en el tiempo. Por suerte ella fue a visitarme con April, cada vez que podía y eso fue hace que mi amor por ella sea más fuerte.

—Llegué lo antes posible, como lo siento —Le susurré con agonía.

—No te preocupes —Su respiración se contraponía como unas luces en intermitente—. Lo importante es que ya estás aquí.

—Jamás te dejaría.

Nos quedamos después toda la noche contemplándola hasta que amaneció. Las pocas personas que vieron a despedirse eran como si rotaran; se iban unas y llegaban otras. Así fue todo hasta que, a altas horas de la mañana, la llevaron en una funeraria para enterrarla. Logre cambiarme de ropa en un momento rápido antes de ir a despedirme. Llegamos al cementerio y el padre mientras hablaba algunas cosas sobre la abuelita, April apretaba mi antebrazo sin que se diera cuenta. Arrugué mis cejas un tanto confundida y descubrí que sus ojos estaban fijos en ciertas personas. Al verlo me di cuenta del parentesco entre ellos y ella. Deben ser esos tíos que tiene, pues lo único que les importa es el dinero y la casa.




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