Si tan solo hubiera sido yo

Capítulo 10

Un joven de aspecto jovial se presentó en la casa como el hermano menor de Emanuel. Fabián de actitud amigable y risueño pronto atrajo la atención de los nuevos empleados. Hasta ahora solo conocían a Clara, quien era la hermana a la que siempre llamaban cuando su jefe se emborrachaba demasiado.

El rostro del recién llegado es tan apuesto como su hermano mayor, pero posee una simpatía de la cual Emanuel carece.

Pero su sonrisa se esfumó apenas entró al despacho del dueño de casa. Vio el desorden en el lugar, los libros en el piso, botellas rotas, documentos desparramados por todos lados y a su hermano mayor con la cabeza apoyada en el escritorio. Emanuel tiene el cabello despeinado, la camisa sin botones en la parte superior del cuello que parecen haber sido sacados a las fuerzas hasta sacarlos de sus costuras, pues uno de los botones cuelga aún.

No alcanzó a dar un paso cuando fue interrumpido por la voz de Emanuel.

—¿Qué mierda haces aquí? —le preguntó con actitud poco amigable sin levantar la cabeza del escritorio y con los ojos abiertos.

Fabián sonrió con ironía antes de acercarse.

—¿Y a qué crees? —dijo recogiendo los papeles del suelo.

—¡Vete! —Emanuel habló molesto—, no los necesito, ¡déjenme en paz!

Sin embargo, el menor de los Stravros no reaccionó. Siguió recogiendo lo que encontraba en el piso sin mirarlo. Luego suspiró cansado.

—Han pasado seis años, y cada vez que se acerca la fecha del aniversario de tu boda empiezas con lo mismo. Te encierras a beber y no dejas de lado tus responsabilidades en la oficina, así como las con mi sobrina ¿Hasta cuando piensas seguir en esto?

Emanuel desvió la mirada, le duele horriblemente la cabeza, la fuerte resaca lo obliga a arrugar el ceño. Su mirada se detiene en las cortinas que se mueven con suavidad y el aire fresco del exterior le toca el rostro, aquí recién se da cuenta que alguien entró mientras dormía y abrió las ventanas. No pensó demasiado en eso, la presencia de su hermano y sus palabras lo hacen sentirse más fastidiado de lo normal.

—Que un traidor venga a sacarme en cara lo que debo o no debo hacer es irónico ¿Tu esposo te dio permiso para venir a fastidiarme? —lo cuestionó con una sonrisa irónica—. Ya veo que eres el pasivo en esa relación, he escuchado que incluso para venir a mi casa tienes que pedirle permiso.

Fabián se enderezó y le sonrió a pesar de sus crueles palabras.

—Supongo que es algo así, la verdad es que a Daniel no le gusta que venga acá, si fuera por él ni su hermana ni yo pisaríamos tu hogar. Pero no lo hace por querer imponerse en dar órdenes, sino porque quiere cuidarnos a su manera. Y yo no le pido permiso le aviso, es muy distinto. Es mi esposo y entiendo que quiera cuidarme, pero también como pareja ha aprendido a que también debe confiar en mis decisiones ¿Eso debería ser un matrimonio o no?

Emanuel no fue capaz de refutar eso último y desvió la mirada. De entre todos Fabián es el único que lo critica sin mostrar compasión. Ante sus ojos Emanuel no es victima sino al contrario, es el victimario que está recibiendo las consecuencias de lo que él mismo provocó.

—Hace unos días fue el cumpleaños de Emilia… —masculló sin mirarlo.

Fabián lo miró confundido ¿El cumpleaños de Emilia? ¿De qué habla? Arrugó el ceño preocupado, tal como le contó Clara, Emanuel habla incoherencias. Se acercó colocando su mano en la frente de su hermano mayor. Hierve en fiebre, de inmediato hizo el ademán de llamar a la vieja ama de llaves, pero Emanuel lo tomó de la muñeca.

—¿Por qué nunca me dices en donde está ella? ¿Cómo pudo desaparecer, así como así? ¿O se hundió en el mar por mi culpa? —le preguntó dolido—. ¿Por qué nadie me dice que pasó con Emilia? ¡Siquiera tuviera una tumba para visitar!

—¡Emanuel! ¿De que hablas? Nunca fue real, Emilia nunca existió, eso lo sabes, siempre lo has sabido ¿Por qué hablas de ella como si existiera? Si Rose…

—¡No me hables de esa maldita mujer, si ella no hubiera vuelto, nada de esto hubiera pasado! —gritó antes de tambalearse y caerse al piso luego de perder el sentido.

La expresión de espanto de Fabián se quedó fija en su rostro ¿Qué le está pasando a Emanuel? ¿Acaso esta perdiendo la cordura? Habla como si Rose fuese otra mujer ¿Acaso olvidó todo lo que pasó?

 

 

 

El sol entró con tales fuerzas que Emanuel se quejó mientras se movía en su cama ¿Qué mierda pasa con las cortinas que dejan que la luz entre de esa forma? Abrió los ojos, molesto dándose cuenta de que no está solo en su habitación.

—Buenos días, señor Stravros, su desayuno pronto estará listo —habló una joven mujer con seriedad antes de hacer el ademán de retirarse del lugar.

No recordaba cuando se quedó dormido, sus últimos recuerdos eran de él hablando con su hermano en su despacho. Su cabeza da vueltas y empieza a recordar cada palabra. No puede ser, en verdad esta perdiendo la noción de la realidad debido al exceso de alcohol.

Alzó la mirada hacia la mujer que ya abría la puerta para salir. Sus ojos aun adormilados no lo dejan ver bien de quien se trata. Quien atrevidamente entró a su habitación, abrió las cortinas y le ordenó bajar a comer ¿Desde cuando sus empleados se toman dichas atribuciones?

—Seas quien seas detente ahí, no vas a salir de aquí sin antes decirme quien eres —señaló con malhumor sentando en la cama y llevándose una mano a su cabeza.

La figura de la mujer se acercó manteniendo igual a una distancia cauta.

—A partir de hoy soy su nueva ama de llaves oficial —respondió—. Mi nombre es Laura Morales.

Pestañeó confundido, luego recordó que doña Luisa había traído a su sobrina acá para reemplazarla. Tensó su mirada y sin mirarla agregó.

—Señorita Morales, procure no volver a entrar a mi habitación, esta vez lo dejaré pasar por su falta de experiencia, pero para la otra la despediré si vuelve a hacerlo —habló con severidad.




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