Si tan solo hubiera sido yo

Capítulo 44

—¿Estás bien? —le preguntó la mujer con expresión aterrada.

Atada a la silla no se puede mover y con impotencia solo pudo girar su cabeza a su dirección. No puede olvidar el grito que la despertó de su inconsciencia. Ismael movió la cabeza en forma afirmativa sentándose como pudo en el piso, con sus manos fuertemente amarradas a su espalda no fue fácil, tosió con fuerzas escupiendo sangre e intentó sonreírle pese a no lograrlo.

Notó la expresión de Laura y no pudo evitar el sentimiento de culpa al ver sus moretones. Aquella lo mira asustada y tragó saliva sin poder ocultar la amargura de su rostro.

—Ánimo, saldrás de aquí, te lo prometo —dijo arrugando el ceño esperanzado que a estas alturas Luis se hubiera dado cuenta de la grabación que dejó en el oso de peluche.

Y es así, luego de acorralar al doctor, Luis y Emanuel tuvieron que obligarlo a confesar a punta de golpes. Luis no se esperaba que un “niño mimado”, como pensaba que era Emanuel Stravros, no tuviera problemas en arremangar su ropa y darle de golpes a alguien en el rostro sin piedad.

—¿Ya has golpeado a alguien de esa forma? —preguntó Luis sin esperar respuesta.

No le respondió como lo esperaba, aunque tiene razón, fue cuando niño, pero no quiso hablar de eso. Siguió golpeando y solo se detuvo cuando el doctor suplicó clemencia y que diría todo lo que sabe.

Luis acercó una silla y se sentó en frente encendiendo un cigarro para el hombre, jugando el rol del policía bueno siendo Emanuel el que tomó el papel del policía malo. No pudo evitar recordar años atrás que quien asumía siempre ese rol era su compañero Martín. Que irónica es la vida.

¿Quién iba a pensar que un día iba a tener que volver a usar estas tácticas, pero está vez para atrapar a su ex compañero?

—Bien, habla, si no quieres que él —señaló a Emanuel—, continue.

El hombre miró de reojo a su torturador, quien con las manos manchadas no deja de contemplarlo con esa mirada asesina que parece dispuesto a todo.

—¡Hablaré!... sí… lo haré —balbuceó.

Según les contó no sabe en realidad donde podría estar Martín, pero sí que este apareció a extorsionarlo, como ex policía sabía de sus negocios sucios en la venta de drogas a sus pacientes y por ello estuvo obligado a prestarle ayuda con miedo a que lo denunciara. No sabía sus planes ni sus intenciones de secuestrar al hombre al que le entregó el teléfono.

Solo un detalle extraño, eso sí, aquel tipo no dejaba de repetir en su relato, lo rato que era ver a Martín usando “botas de goma”.

Cuando salieron de la habitación ambos lucían desanimados, pensaban siquiera tener una pista de en donde Martín pudo haberse llevado a Laura e Ismael. Pero, aunque obtuvieron la confesión del doctor nada había en su relato que pudiera indicarles en donde podrían estar. Y mientras más pasan las horas, más desesperados comienzan a sentirse.

Tomás apenas los vio salir se colocó de pie de inmediato acercándose a ambos. Con Víctor parecen haber descubierto algo, porque todo lo contrario a ellos parecen tener más esperanzas en sus miradas.

—Estuvimos escuchando la grabación, filtrando las voces pudimos capturar este sonido en el fondo —habló Tomás acercando el equipo.

Un chillido de varias gaviotas se logra escuchar desde el fondo. Tanto Luis como Emanuel se quedaron sorprendidos, ninguno antes se había percatado de ese sonido.

—Hemos localizado con Víctor las playas más cercanas, pero es aun así una cantidad enorme —agregó Tomás con pesar.

—¡Eso es! —exclamó Luis pensativo recordando la confesión del médico—. Las botas de goma, ahora que recuerdo la familia de Luis trabajaba en la carga de barcos en el puerto de San Vicente.

Víctor al escucharlo de inmediato comenzó a escribir en su laptop, sacando las playas, ahora los puntos en donde podrían estar se han reducido considerablemente.

—Tengo a la mira seis puertos que se encuentran más cercanos y que le bastaría solo una noche llegar ahí, calculando el tiempo en que Laura pudo ser secuestrada a la hora de la llamada que Martín le hizo a Ismael pasaron aproximadamente nueve horas —agregó tenso.

Emanuel arrugó el ceño, seis puertos aun siguen siendo demasiados. Se movió impaciente de lado a lado ante la incertidumbre de todos los presentes. Claro, es un excelente paso haber reducido el lugar a solo probables seis destinos, pero aún siguen siendo muchos.

—No hay tiempo que perder —exclamó Luis tomando su teléfono—. Mandaré a mis hombres a cada puerto, Víctor da el aviso a la policía puede que actuaran como si no nos creyeran, pero de seguro deben estar tan perdido que van a considerarlo. Luego junto a Tomás vayan al puerto de Lirquén. Emanuel y yo iremos a San Vicente.

Los tres se quedaron mirándolo sin entender sus decisiones, pero está claro que su experiencia como policía ha salido a relucir en este momento.

—Martín no se arriesgaría a tener a dos personas secuestradas en los dos puertos más grandes y con gran aglomeración de gente, mandaré ahí a mis hombres, en cambio puede que quiera jugar con nuestra mente, haciendo que descartemos al puerto de San Vicente debido a que sería el más obvio, por otro lado, Lirquén por cercanía seria la segunda opción —habló sin detenerse caminando hacia el estacionamiento mientras su teléfono sonaba. Con la mano le hizo un gesto a sus guardias que de inmediato solo abrieron el auto y los dejaron solos—. Fernández, prepara cuatro vehículos, distribúyanse en los puertos de San Antonio, Valparaíso, Coronel y Caldera. Clave 5K86 ¿Entendido?

Emanuel pestañeó confundido mientras se coloca el cinturón.

—¿Clave 5K86? —preguntó sin saber si Luis le responderá.

—Disparen a matar —respondió arrugando el ceño antes de encender el auto y acelerar la marcha—, será un largo viaje, Señor Stravros, quien iba a pensar que nos encontraríamos en la misma situación.




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