Si tan solo me hubieras amado

Capítulo 2

—Su nombre es Emilia López, no tiene familia, solo tiene relaciones con sus compañeros de trabajo y los tutores de la institución infantil en donde se crio. Trabaja para HTM Asociados desde hace dos años, esta bien calificada en su trabajo. No se le conoce amistades. Ni pasatiempos tampoco. Su cumpleaños es el 25 de noviembre y tiene veintiséis años. Su profesión es administración de empresas. 

 

El hombre habló con seriedad y tensión, intimidado por la grave expresión de su cliente. Por el gesto de aquel individuo de ojos grises es claro que no parece muy conforme con su investigación, pero dado el poco tiempo que le dio es todo lo que pudo recabar en un par de horas. Aún así se mantiene impávido, en su lugar, sin moverse un centímetro. 

 

Luego de este escueto resumen, Emanuel Stravros recibió una carpeta con el resto de antecedentes, como dirección, numero telefónico, etc. Y las fotos. Ojeó cada documento sin decir palabra alguna. No esta satisfecho aunque es suficiente. No puede negar que su chófer y guardaespaldas, es un buen investigador. Con un gesto en la mano le indicó que saliera de su oficina.

 

Apenas Emanuel estuvo solo volvió a revisar cada foto. En verdad se parece a Rose. Demasiado. Que burla del cielo de crear dos seres humanos tan iguales y a la vez tan distintos. Con su dedo pulgar cubrió los ojos de la foto de aquella mujer, sin esos ojos verdes es como si fuera ella, su ex prometida. Aunque la edad de ambas difieren en años, esa chica es más joven que Rose.

 

Se llevó la mano a la barbilla, pensativo. Por culpa de su deseo y obsesión hacia Rose nunca ha podido hasta ahora cumplir la petición de su familia, casarse y tener un heredero. Eso no quiere decir que no ha llevado a otras mujeres a la cama, pero ninguna ha logrado llenar ese vacío. Y no es que planeé hacer familia con esa mujer que encontró en la calle y que se parece tanto a ella. Sino que si logra meterla en su cama puede que al cumplir su deseo de hacerla suya, como no pudo con Rose, al fin acabe con esa desesperación incontrolable. 

 

"Tener un hijo con una mujer de esa categoría sería mi ruina"

 

Bufó con burla. Ahora ¿Qué pasa con su "amor" hacia Rose? Es evidente que no va a obsesionarse de la misma forma por una mujer simplemente porque se parezca a ella, jamás otra podrá ocupar ese lugar. Rose un día volverá, lo sabe aunque todos digan que es imposible. Y cuando lo haga se casará con ella y será la madre de su hijo. Solo Rose podría ser la madre de sus hijos, ninguna otra.

 

Volvió a revisar los antecedentes de esa mujer, de esa copia barata, como le gusta llamarla con desprecio, porque para él, Emanuel Stravros, no es más que una sombra de su Rose.

 

—Es dos año menor —musitó mirando a la ciudad a través de los enormes ventanales. Rose debería tener ya veintiocho años, versus los veintiséis años de la mujer de la foto. 

 

Se sentó en el sofá negro de su oficina. Sonrió satisfecho. No puede negar el parecido. Palpa con sus dedos la imagen del rostro de la desconocida, pensativo. Aunque esta mujer es vulgar comparada a ex prometida, aun así no hay nada que no se pueda remediar. Y en su cabeza comenzó a germinar aquella idea. ¿Sería la perfecta sustituta para calmar su deseo? 

 

Su ansiedad por poseer a Rose va desahogarlo en aquella reemplazante. Cogerla como por años ha soñado poseer a su ex prometida. 

 

 Entrecerró los ojos sin ocultar la ligera malicia que se dibujó en ellos de tan solo pensar tenerla entre sus manos. 

 

—Esto podría ser beneficioso... —masculló sonriendo. 

 

Tomó su teléfono llamando a su secretaría.

 

—Llama a Cristóbal, hoy me retiraré más temprano —le indicó.

 

La mujer se quedó en silencio, sorprendida, porque desde que trabaja para el señor Stravros nunca antes ha salido temprano de la oficina, usualmente hasta madruga trabajando ¿Qué será lo tan importante que lo obligue a salir a estas horas?

 

No sabe que Emanuel solo piensa en una sola idea en su cabeza, atrapar a esa mujer que se parece tanto a su ex novia, para que se convierta en su sustituta. 

 

Sin embargo no alcanzó a responderle a su jefe cuando un hombre alto, de ojos claros y bonita sonrisa se paró frente a su escritorio. El cabello rojo y llamativo y la expresión seductora le hace ver que no es nada más y menos que Esteban Torrealba. Aquel le cerró un ojo tomando el teléfono en sus manos. 

 

—¿Qué pasa, amigo? ¿Te has encontrado a alguien con quien jugar esta noche?

 

No hubo respuesta del otro lado. Emanuel bufó antes de colgar. Y apenas se colocó de pie vio al hombre alto de cabellera roja entrar a su oficina. Alzó su mirada con gesto poco amigable. Lo que menos quiere es que en este momento lo detengan con sus boberías. 

 

—¡Vamos, Emanuel! Hace un mes que no nos vemos y me recibes con esa cara —se quejó tomando asiento en el sofá negro. 

 

—¿Y que quieres? No te fuiste precisamente de vacaciones —respondió con tono seco—. No es bueno para un empresario como yo estar al lado de alguien acusado de estafa...

 

—Soy inocente —levantó ambas manos antes de reírse—. Reconozco que fue un desliz, pero todo ya esta solucionado. 

 

—Si no fuera por tu padre no hubieras podido volver a este país, ya deberías tener cuidado, no siempre va a poder tapar tus mugres —refunfuñó tomando un vaso y sirviéndole whisky.

 

—No te pongas tan grave, mis padres tienen que pagar sus años de indiferencia y poco cariño a su único hijo, de algo que sirva que mi padre sea un ministro de estado y mi madre una poderosa empresaria —le sonrió con maldad recibiendo el vaso antes de ponerse de pie y observando las luces de la ciudad que comenzaba a oscurecer—. Ya que estoy aquí ¿Vamos a divertirnos?




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