Si tan solo me hubieras amado

Capítulo 4

Dejó caer a Emilia en su cama sin nada de delicadeza. Arrugando el ceño molesto. Aún cuando físicamente se parece a Rose, su comportamiento es totalmente inadecuado a ella ¿Cómo pudo emborracharse y además andar con otro hombre? Le hierve la sangre de solo pensar lo que hubiera pasado sino hubiera llegado a tiempo. Apretó los dientes dándole la espalda mientras se desabrocha su corbata como si con eso buscase calmar su estado de ánimo.

 

Rose jamás hubiese dado tal espectáculo. La chica conocida en la escuela como "La diosa del violín" era un ejemplo de virtud y comportamiento. Una dama en tiempos que es difícil encontrar una igual. Bufó molesto. Volvió a dirigir su atención a la mujer que yace en su cama, aquella parece muy a gusto acostada en cama ajena y eso le hizo arrugar el ceño.

 

Tiene que entender que quien ahora duerme en su cama no es más que una copia barata que solo tiene la ventaja de parecerse a su Rose pero que jamás le llegará siquiera a los talones. Dejo caer su corbata sobre la banca que se encuentra a los pies de la cama y se desabrochó los primeros botones de su camisa para luego contemplar con más cercanía a la mujer. 

 

Las luces de su habitación permanecen apagadas, solo la luz de la luna entra por las ventanas con las cortinas abierta y hacen lucir a la mujer más pálida. Su cabello ondulado cae desparramado sobre su rostro. Es un espectáculo que no le agrada, se alejó. Encendió la lampara llevándose las manos a la cabeza sentándose a un costado de la cama.

 

¿Estará cometiendo una locura? 

 

Suspiró desganado antes de volver a poner su atención en la mujer. Ella sigue con los ojos cerrados, durmiendo, sus pestañas son largas, y tiene las mismas bonitas facciones que su ex prometida. Sus mejillas lucen sonrojadas por todo lo que ha bebido y eso le da un toque tentador que no puede negar. 

 

Emanuel se fijó en sus hombros desnudos, debido a que su blusa se ha salido de posición, su piel es blanca, casi tanto como lo era la Rose. Palpó con sus dedos la barbilla de la mujer, el calor del cuerpo de aquella lo atolondró, pero la soltó con rudeza. Desvió la mirada cubriendo su rostro. 

 

—Mi cuerpo cree que es Rose, por eso esta reaccionando de esta forma —chaqueó la lengua al sentir como el calor se sube por todo su ser. 

 

En eso notó que esos ojos verdes lo observan, entreabiertos. Se quedó anonadado dándose cuenta como la "magia" se rompió ante esos ojos que no son de color miel como los de Rose. Si tan solo fuesen del mismo color... No soporta ese tono de ojos y aprieta ambos puños. 

 

Tuvo que contener sus ganas de cubrir esa mirada que le recordaba que ella no es su ex prometida. Y su calentura se desvaneció ante esa mirada, es como si al observarlo le abofeteara en su cara que no es Rose quien yace en su cama en este momento. 

 

Al fin, como si no se diera cuenta de que no esta en su casa, Emilia volvió a cerrar sus ojos para seguir durmiendo. Y otra vez fue como si hubiese dejado de ser esa mujer desconocida para convertirse nuevamente en la mujer que Emanuel ama. Se acercó sin pensarlo dos veces, colocando sus dos manos sobre sus ojos para que no volviera a abrirlos y no romper con la ilusión que ha vuelto a renacer en su cabeza. 

 

Sintió su respiración mezclado con el aroma a alcohol barato, pero sus labios lucen tan rosados y húmedos, que acercó los suyos rozándolos. Emilia abrió la boca sintiendo el cosquilleo y antes de que los cerrara él se abalanzó poseyendo los suyos, con una presión fuerte que la ahogó. La sostuvo de la nuca, su boca esta caliente, tanto que la mujer siente que le cuesta más respirar sin estar consciente si esto es un sueño. La lengua de Emanuel se deslizó al interior de su boca sin que ella lo rechazara, al contrario, pareció excitarse con este movimiento atrevido e intentó responder con la suya. 

 

Es tan desbordante y placentero que dejo escapar unos quejidos. Esto aceleró la respiración de Emanuel quien siempre había soñado tener a Rose de esta forma, en sus brazos, poder besarla, consolar cada lágrima de sangre que por su culpa tuvo que pagar. Cada hoja marchita que consumió a aquella bella y admirada flor. 

 

La rodeó por la cintura aprisionándola con fuerzas a la suya, y su entrepierna sintió la calidez del cuerpo femenino retenido entre sus brazos. Los besos siguieron en un ritmo más apasionado, su lengua buscando la suya y la respiración jadeante y mutua que parece pedir más. Pero al sacar sus manos sobre los ojos de Emilia, aquel par de pupilas verdes le hizo darse cuenta de la realidad. No es Rose ¡Maldita sea! 

 

La soltó indignado. Los ojos de la mujer se quedaron detenidos en los suyos, confundida del repentino rechazo, pero ha bebido tanto que no pensó más en lo que había pasado y solo se durmió aun pensando que todo esto no es más que un sueño. 

 

Emanuel apretó los dientes, y bufó impaciente levantándose de la cama y encendiendo un cigarro. Salió de la habitación apoyándose en la puerta para luego despeinarse desesperado ¿Qué demonios le pasa? 

 

—Pero ya he comenzado con esto y no puedo echarme atrás —indicó entrecerrando los ojos con ideas enfermas rodeando su cabeza, y claro era hora de dar el primer paso. 

 

Llamó a uno de sus sirviente. 

 

—Busca el jarrón más caro de la casa —le ordenó para luego volver a su habitación y observar la figura que duerme en su casa—. A partir de ahora no habrá forma que puedas huir de mí.

 

 




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