Si tan solo me hubieras amado

Capítulo 9

Emilia contempló el reloj del apartamento donde vive. Solo cinco minutos para la medianoche. No ha podido dormir por lo que se levantó de la cama y se sentó frente al televisor. Tomó el control pero no encendió la pantalla. 

 

Sus ojos solo están fijos en el minutero. Cuatro minutos y será otro día, el tercer día. Se llevó las manos a las sienes, ansiosa e impaciente. Y se colocó de pie tomando su teléfono sin saber a quien llamar. Si no fuera huérfana, si tuviera una madre, un padre, una hermana, un tío. Podría llamar a alguien. Pero esta sola. 

 

Algo que antes nunca le molestó, hoy la hace sentir la necesidad de escuchar una voz que pueda calmarla. El minutero apuntó a la medianoche y su mirada se quedó clavada en el reloj. El silencio se hizo eterno hasta que su teléfono comenzó a sonar. 

 

Es una llamada. 

 

Su atención saltó desde el reloj a la llamada. No respondió. El número es desconocido pero ya imagina quien podría ser. Lo dejo sonar y sonar. Y cuando dejó de hacerlo lo apagó. 

 

Se quedó en silencio. El departamento que arrienda es pequeño, de un solo ambiente, tiene suerte de tener una cocina y un baño. Solo hay un televisor y un sofá económico, más su cama y la cocina, luego el baño y una ducha. Ese es todo lo que puede pagar con su sueldo. Es por eso que pensar pagar un jarrón de trescientos millones de dólares solo aumenta su incertidumbre. 

 

Por suerte el teléfono no volvió a sonar, y Emilia se quedó dormida sin darse cuenta.

 

Es martes por la mañana. El sol alumbra en lo alto siendo el primer día de la primavera. Septiembre, el mes que más añora Emilia. Sin embargo, luce apagada y ojerosa. Otra noche sin dormir pensando en como escapar del pago de ese jarrón. Ni siquiera pidiendo dinero a todos los bancos podría reunir esa cantidad de dinero, y no tiene ningún bien para vender que cubra el algo el valor de esa antigüedad. 

 

"Es Septiembre... si acepto ese contrato significaría que a partir de este mes hasta el próximo septiembre tendré que doblegarme a la voluntad de ese tipo"

 

Se llevó la mano a la cabeza maldiciendo el día que se le ocurrió salir a tomar. Piensa que se hubiera evitado caer así en las manos de ese hombre. Se bañó y vistió para ir a trabajar, espera no ver a Emanuel Stravros dando vueltas en su oficina, o esperando su respuesta. 

 

Miró hacia el interior de su departamento pensando sino sería mejor hoy quedarse en casa y pedir permiso por enfermedad. Titubeó antes de cerrar la puerta. Un tipo como ese tal vez se olvidé hoy del tema del contrato, teniendo tantas cosas que hacer ni se acuerde de ella en esos momentos.

 

Caminó a paso rápido para luego llegar a la estación de metro. Intentando no pensar más en ese tema. Suspiró sintiendo dolor en su pecho antes de darse cuenta que un auto se ha parado al lado suyo. 

 

—Señorita Vélez, suba al auto —le dijo el hombre que conducía. 

 

Es el mismo que ese día la llevó por el pasillo de la casa de Emanuel Stravos y le llamó un taxi. Aun desconoce si es un guardaespaldas o un mayordomo de ese tipo. Titubeó. ¿Si corriera y huyera por las calles eso empeoraría su situación? 

 

—Si intenta huir las cosas serán peor —amenazó el individuo a pesar que por su expresión parece más preocupado por ella.

 

Emilia miró a su alrededor. Se aferró a su cartera. Y resignada terminó por subir, tarde o temprano irían por ella. Y prefiere que el tema no sea conocido por todos, mientras más sea en secreto menos sabrán el tipo de trato sucio que tendrá con Emanuel. 

 

—El señor Stravros la espera —le dijo antes de indicarle al chófer que condujera. 

 

Emilia inquieta tomó el dobladillo de su blusa y no lo soltó mirando de reojo a los dos hombres que van sentados adelante. La superan en tamaño incluso hasta en fuerza. Comparando su baja altura y su delgado cuerpo. 

 

—Su señor ¿Siempre hace este tipo de pactos? —preguntó de repente arrugando el ceño pero su rostro no lució molesto sino preocupado. 

 

—No, es raro que muestre interés así en otra mujer que no sea la señorita Rose Riatta. Eso no significa que no lleve a mujeres a la casa, lo hace, pero luego de una noche las despacha y no las vuelve a traer más. Le digo esto para que no se sorprenda si lo ve en esa situación, llevando mujeres a la casa, todos los empleados estamos al tanto de sus costumbres —respondió con indiferencia. 

 

Emilia titubeó, le habla como si ella fuese a entrar como servidumbre, sí lo hará pero en la cama. Pero eso no significa que vaya a cumplir horarios laborales ni se quedará allá como para notar sus malas costumbres. Solo irá por sexo... Quiso morderse la lengua de solo pensar en ella de esa forma. Es la primera vez que además escucha el apellido de la prometida de Emanuel Stravros ¿Habrá realmente muerto? Es que aquel tipo parece obsesionado con esa mujer tanto que ve en ella rasgos parecidos a su ex novia y de ahí decir incluso que quiere llevarla a la cama porque se parece a su ex prometida.

 

—¿Hace cuento tiempo Rose Riatta falleció? —le preguntó con cautela sin saber si le respondería una pregunta tan personal. 

 

—Desconozco los detalles, pero dicen que la señorita se lanzó al mar hace diez años atrás. Más allá de eso no sabemos, pero no saque el tema ante el señor Stravros, se enfurece. Ni siquiera sabemos como era el rostro de su prometida, él tiene una pintura que guarda con mucho recelo. Por lo que le aconsejo que no indague mucho en esa historia. Usted cumpla con lo suyo no se meta más allá de sus asuntos personales, cumpla con el trato que han hecho y luego siga su vida lejos de el señor —el tono cortante de esa última frase le dio a entender que no planeaba responderle más preguntas. 




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