Clara comenzó a trabajar en la camisa con cuidado, usando hilo negro y una aguja fina. Cada puntada era deliberada, como si estuviera bordando no solo tela, sino también un mensaje silencioso para Mateo.
"Mamá, ¿qué estás haciendo?" preguntó Mateo, observando cómo su madre transformaba el desgarro en algo completamente diferente.
"Estoy arreglando tu uniforme," respondió Clara con una sonrisa. "Pero no solo lo estoy arreglando; lo estoy mejorando."
Con cada puntada, Clara añadió pequeños detalles: una mariposa bordada en la manga, casi imperceptible, pero llena de significado.
"Las mariposas empiezan como orugas, pequeñas y sin mucha gracia," explicó mientras trabajaba. "Pero con tiempo y esfuerzo, se transforman en algo hermoso. Tú también puedes transformarte, Mateo. No importa de dónde vienes; lo que importa es adónde vas."
Mateo miró el uniforme, ahora diferente, y sintió algo que no había sentido en todo el día: orgullo. Tal vez no tenía las cosas más nuevas o brillantes, pero tenía algo mejor: una madre que creía en él.