Mientras veía a Sofía dibujar sus mariposas, no pude evitar sentir una mezcla de alegría y melancolía. Su inocencia era como un bálsamo para mi alma cansada, pero también me recordaba lo difícil que sería proteger ese espíritu a medida que creciera.
"Mamá," dijo Sofía de repente, levantando su dibujo, "¿te gusta?"
Miré el papel y vi una mariposa gigante rodeada de estrellas. Era un dibujo simple, pero lleno de vida y color.
"Es hermoso," dije, sintiendo un nudo en la garganta. "¿Qué significa?"
"Significa que tú también puedes volar," respondió Sofía con una sonrisa. "Si las mariposas pueden hacerlo, tú también puedes."
En ese momento, comprendí que Sofía no solo veía el mundo con ojos inocentes; veía el mundo como debería ser. Para ella, no existían las limitaciones, solo posibilidades. Y aunque sabía que la vida no era tan simple, también sabía que su optimismo era un regalo que debía proteger a toda costa.
Esa noche, mientras Sofía dormía, guardé su dibujo en un cajón junto a otros pequeños tesoros que mis hijos me habían dado a lo largo de los años. Sabía que algún día, cuando las cosas fueran difíciles, esos recuerdos me ayudarían a recordar por qué seguía luchando.
Al día siguiente, Sofía decidió hacer algo especial para su mamá. Había estado pensando mucho en cómo las mariposas representaban magia, y quería darle algo que le hiciera sonreír. Así que tomó su lápiz y escribió una carta:
Querida mamá:
Sé que trabajas mucho para cuidarnos, pero quiero que sepas que eres mi mariposa favorita. Las mariposas pueden volar muy alto, y tú también puedes. Gracias por enseñarme que la magia existe, incluso cuando no la vemos.
Con amor,
Tu Sofía mágica.
Cuando Clara encontró la carta en la mesa de la cocina, no pudo contener las lágrimas. Sofía la observó desde la puerta, preocupada.
"¿Te gustó, mamá?" preguntó.
Clara la abrazó con fuerza. "Me encantó, mi amor. Es el regalo más mágico que he recibido."
Sofía sonrió, feliz de haber hecho algo especial. Para ella, no era solo una carta; era una prueba de que su mamá también podía volar, aunque no tuviera alas.
Esa noche, Clara se quedó despierta pensando en Sofía y en su increíble capacidad para encontrar magia en lo cotidiano. Sabía que el mundo intentaría apagar esa luz algún día, pero también sabía que, mientras ella estuviera ahí, haría todo lo posible para protegerla.
Y así, en medio de la oscuridad, Clara encontró consuelo en la inocencia de su hija, recordándose a sí misma que, incluso en los momentos más difíciles, siempre hay algo que puede elevarnos.
Para Sofía, el mundo era mágico. Y gracias a ella, Clara comenzó a verlo de la misma manera