Si te lo propones

CAPÍTULO 4 - El primer sacrificio - Parte 2

Mamá parecía triste cuando llegó a casa, pero yo sabía que no debía preocuparme demasiado. Después de todo, ella era una hada, y las hadas siempre encontraban formas de arreglar las cosas.

"Mamá," le dije mientras ella revisaba algunos papeles en la mesa, "¿sabes qué? Las mariposas nunca se rinden. Si una flor está muy lejos, ellas vuelan más alto para conseguirla."

Mamá dejó los papeles y me miró. "¿De verdad crees eso?"

"Claro," respondí, como si fuera lo más obvio del mundo. "Y tú también puedes hacerlo. Solo tienes que creer."

Mamá sonrió, pero sus ojos seguían tristes. Quería hacer algo para animarla, así que corrí a mi habitación y busqué mi caja de tesoros. Saqué el trozo de tela brillante que me había dado una vez y se lo entregué.

"Esto te dará suerte," dije. "Es mágico."

Mamá tomó el trozo de tela y lo sostuvo contra la luz. "Gracias, Sofía. Es justo lo que necesitaba."

Esa noche, mientras me acostaba, pensé mucho en mamá. Sabía que estaba cansada, pero también sabía que era fuerte. Y si alguna vez necesitaba ayuda, yo estaría ahí para darle más magia.

Al día siguiente, Clara salió temprano para buscar otro trabajo. Caminó por toda la ciudad, dejando currículos en cafeterías, tiendas y restaurantes. Muchos le dijeron que no había vacantes, pero ella no se rindió.

Finalmente, en una pequeña librería, el dueño la miró con simpatía. "No puedo pagar mucho," dijo, "pero si quieres, puedes trabajar aquí unas horas al día."

Clara aceptó sin dudarlo. No era el trabajo ideal, pero era algo. Mientras limpiaba los estantes y organizaba libros, pensó en sus hijos. Sabía que cada pequeño esfuerzo que hacía los acercaba un paso más a un futuro mejor.

Por la tarde, cuando llegó a casa, los niños la esperaban con una sorpresa. Sofía había decorado la mesa con flores secas y dibujos, y Mateo había preparado una sopa simple con los ingredientes que quedaban en la cocina.

"Bienvenida, mamá," dijo Sofía, abrazándola. "Te extrañamos mucho."

Clara sintió cómo su corazón se derretía. Sabía que, aunque el camino fuera difícil, nunca estaría sola. Sus hijos eran su mayor fuerza, y su amor era lo que la mantenía en pie.

Esa noche, mientras los niños dormían, Clara se sentó junto a la ventana y observó las luces de la ciudad. Pensó en todo lo que había pasado ese día: la pérdida del trabajo, la búsqueda desesperada y el amor incondicional de sus hijos.

Sabía que habría más días difíciles, pero también sabía que siempre encontraría una forma de seguir adelante. Porque no era solo por ella; era por ellos.

Y mientras miraba las estrellas, recordó las palabras de Sofía: "Si una flor está muy lejos, las mariposas vuelan más alto para conseguirla."

Clara sonrió. Tal vez no tenía alas, pero tenía algo mejor: un espíritu indestructible y dos hijos que creían en ella más que en nadie en el mundo.

Con eso, supo que podría enfrentar cualquier cosa.




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