CAPÍTULO 6 - Solidaridad -Parte 2

"Cuando vi a mamá entrar con la bolsa de comida, supe que algo había cambiado. Su rostro estaba más relajado, como si una carga invisible se hubiera aligerado.

"¿Qué es eso?" pregunté, señalando la bolsa.

"Es un regalo," respondió, colocando los alimentos en la mesa. "Doña Rosa nos lo trajo."

"¿Por qué?" pregunté, confundido.

"Porque es buena persona," dijo mamá, acariciando mi cabello. "A veces, Mateo, las personas hacen cosas buenas sin esperar nada a cambio."

Pensé en todas las veces que había visto a mamá ayudar a otros: cuidando a los niños del vecindario cuando sus padres trabajaban, compartiendo lo poco que teníamos con quienes lo necesitaban más. Tal vez, pensé, este era el universo devolviendo algo de esa bondad.

Esa noche, mientras comíamos juntos, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza. No era solo la comida; era la idea de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre había algo de luz. Y esa luz podía venir de donde menos lo esperábamos.

Después de la cena, Sofía se acercó a mí con su cuaderno de dibujos.

"Mamá," dijo, mostrándome un dibujo, "esto es doña Rosa."

En el dibujo, doña Rosa aparecía rodeada de corazones brillantes, con una sonrisa enorme y una bolsa de comida en la mano.

"Es hermoso," dije, sintiendo cómo mi corazón se derretía. "¿Por qué la dibujaste así?"

"Porque ella es una hada," respondió Sofía, como si fuera lo más obvio del mundo. "Nos trajo comida y felicidad. Eso es lo que hacen las hadas, ¿no?"

Reí suavemente, pero sus palabras me hicieron pensar. Tal vez Sofía tenía razón. Tal vez las personas que hacían el bien eran como hadas, invisibles pero poderosas, capaces de cambiar el mundo con pequeños gestos.

"Gracias, mi amor," dije, abrazándola. "Tienes razón. Doña Rosa es una hada muy especial."

Sofía sonrió, feliz de haber hecho algo que me hiciera sonreír. Para ella, no era solo un acto de bondad; era magia pura.