Si te lo propones

CAPÍTULO 7 - La enfermedad de Sofía - Parte 2

"Nunca había visto a mamá tan nerviosa. Siempre era la persona más fuerte que conocía, la que encontraba soluciones incluso cuando parecía imposible. Pero ahora, mientras cuidaba a Sofía, podía ver cómo sus manos temblaban cada vez que tocaba su frente o le daba de beber agua.

"¿Crees que se pondrá bien?" le pregunté una tarde mientras preparábamos sopa para Sofía.

"Claro que sí," respondió, aunque su voz no sonaba tan segura como siempre. "Solo necesita descansar y tomar el jarabe que conseguí."

Quería creerle, pero sabía que estaba preocupada. Sofía llevaba días sin levantarse de la cama, y su tos empeoraba cada noche. A veces, la escuchaba llorar en silencio mientras mamá intentaba calmarla.

Una noche, mientras mamá dormía en una silla junto a la cama de Sofía, me quedé despierto pensando en todo lo que habíamos pasado. Mamá siempre nos decía que éramos invencibles, que podíamos superar cualquier cosa. Pero ahora, viéndola tan cansada, me di cuenta de que incluso los más fuertes necesitaban ayuda.

Decidí que haría lo que fuera necesario para ayudarla. A la mañana siguiente, fui al mercado y ofrecí ayudar a cargar los cajones de frutas y verduras a cambio de algunas monedas. No era mucho, pero sabía que mamá podría usarlo para comprar más medicina o comida.

Cuando volví, mamá me miró con una mezcla de sorpresa y orgullo. "¿De dónde sacaste esto?" preguntó, señalando las pocas monedas que le entregué.

"Trabajé un rato," respondí, encogiéndome de hombros. "Quiero ayudarte."

Por primera vez en días, vi una sonrisa genuina en su rostro. "Gracias, hijo," dijo, abrazándome. "No sabes cuánto significa esto para mí."

Después de varios días de cuidados constantes, Sofía comenzó a mejorar. Su fiebre bajó, y su tos se volvió menos frecuente. Una mañana, me desperté con su risa suave resonando en la sala.

"Mamá," dijo, corriendo hacia mí, "ya no me duele nada."

La abracé con fuerza, sintiendo cómo las lágrimas caían libremente por mis mejillas. "Gracias, mi amor," murmuré, besando su frente. "Me asustaste mucho."

Esa noche, mientras los tres cenábamos juntos, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: paz. No era solo porque Sofía estuviera mejor; era porque habíamos enfrentado este desafío juntos, como familia.

Mateo me miró y sonrió. "Lo logramos, mamá," dijo.

"Sí," respondí, tomando sus manos. "Lo logramos."




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.