Nunca había pensado mucho en lo que mamá hacía cuando no estaba en casa. Sabía que trabajaba, claro, pero siempre imaginé que era algo simple, como cualquier otro trabajo. No me había dado cuenta de cuánto tiempo pasaba fuera ni de cuánto esfuerzo ponía en mantenernos.
Una tarde, después de clases, decidí esperarla en la parada del autobús. Quería hacerle una sorpresa, tal vez ayudarla a cargar sus cosas. Pero lo que vi cuando llegó me dejó sin palabras.
Mamá bajó del autobús con dos bolsas pesadas en las manos y una expresión de cansancio que nunca antes había notado. Su cabello estaba desordenado, y sus ojos parecían más oscuros de lo habitual.
"Mateo," dijo, sorprendida al verme, "¿qué haces aquí?"
"Quería ayudarte," respondí, tomando una de las bolsas.
"No deberías estar aquí," dijo, ajustándose el chal sobre los hombros. "Deberías estar en casa estudiando."
Pero yo ya no podía ignorar lo que veía. Mamá no solo estaba cansada; parecía agotada, como si llevara el peso del mundo entero sobre sus hombros.
Decidí averiguar más sobre lo que hacía durante el día. Al día siguiente, después de que salió temprano, la seguí desde lejos.
Primero, la vi entrar en una pequeña cafetería donde lavaba platos. La observé a través de la ventana, moviéndose rápidamente entre las mesas, limpiando y organizando sin detenerse ni un segundo. Luego, caminó hasta una tienda de ropa, donde doblaba prendas y ayudaba a los clientes. Finalmente, la vi dirigirse a una fábrica de textiles, donde cosía uniformes durante horas bajo una luz tenue.
Cada lugar que visitaba parecía absorber un poco más de su energía, pero ella nunca se detenía. Era como si tuviera un motor interno que la impulsaba a seguir adelante, sin importar cuánto doliera.
Cuando regresó a casa esa noche, estaba tan exhausta que apenas podía mantener los ojos abiertos. Sin embargo, aún encontró fuerzas para preparar la cena y asegurarse de que Sofía y yo tuviéramos todo lo que necesitábamos.
"Gracias por la comida, mamá," dije, mirándola directamente a los ojos.
"De nada, hijo," respondió, sonriendo débilmente. "Es mi trabajo."
Pero sabía que no era solo su trabajo. Era su sacrificio.