Noté que Mateo estaba actuando diferente esa semana. Me seguía con la mirada, me ayudaba con las tareas del hogar sin que se lo pidiera y, a veces, me sorprendía observándome mientras trabajaba en casa. Sabía que algo había cambiado, pero no quería preguntar. Tal vez, pensé, finalmente estaba comenzando a entender.
Una noche, mientras cosía un pequeño desgarro en el uniforme de Sofía, Mateo se sentó frente a mí.
"Mamá," dijo, con una seriedad que no había visto antes, "¿por qué trabajas tanto?"
Me detuve un momento, sorprendida por la pregunta. "Porque quiero que tengas todo lo que necesitas," respondí, tratando de sonar tranquila.
"Pero... ¿y tú? ¿Qué hay de lo que necesitas?"
Sus palabras me tomaron por sorpresa. Nadie me había hecho esa pregunta en años. Ni siquiera yo misma me la había hecho.
"No te preocupes por mí," dije, acariciando su cabello. "Mi mayor necesidad es verte feliz y seguro."
Mateo me miró en silencio, como si estuviera procesando algo importante. Luego, tomó mis manos entre las suyas.
"Gracias," murmuró, con los ojos llenos de lágrimas. "No sabía... no sabía cuánto hacías por nosotros."
Lo abracé con fuerza, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba. Tal vez, pensé, finalmente estaba comenzando a entender el verdadero significado del sacrificio.
Esa noche, mientras los tres estábamos sentados en la sala, Mateo decidió hablar.
"Sofía," dijo, mirando a su hermana menor, "¿sabías que mamá trabaja en tres lugares diferentes todos los días?"
Sofía lo miró confundida. "¿En serio?"
"Sí," respondió Mateo, volviéndose hacia mí. "La seguí hoy. Vi todo lo que hace por nosotros."
Sentí cómo mi garganta se cerraba. No quería que mis hijos supieran lo difícil que era, pero tampoco podía negarlo.
"Solo hago lo que debo," dije, evitando sus miradas.
"Pero es demasiado," insistió Mateo. "No puedes seguir así. Nosotros podemos ayudarte."
"No," respondí firmemente. "Ustedes tienen que enfocarse en sus estudios y en ser felices. Eso es lo único que me importa."
Sofía se acercó y me abrazó. "Mamá, eres la persona más fuerte que conozco."
Mateo agregó. "Y la más valiente."
Las lágrimas brotaron de mis ojos antes de que pudiera detenerlas. Sabía que no podía protegerlos de todo, pero también sabía que su amor era lo que me mantenía en pie.
"Gracias," logré decir, abrazándolos a ambos. "No saben cuánto significa esto para mí."