Nunca imaginé que llegaría tan lejos. Ahora, mientras veo a mis hijas jugar en el jardín, me doy cuenta de cuánto hemos crecido como familia. Clara, mi hija mayor, lleva el nombre de mi madre, y Rosa, mi pequeña, lleva el nombre de doña Rosa. Ambos nombres son más que simples palabras; son recordatorios vivientes del amor, la bondad y el sacrificio que nos trajeron hasta aquí.
Clara es curiosa e inteligente, siempre llena de preguntas sobre el mundo. A veces, cuando la veo observar las estrellas o dibujar mariposas en su cuaderno, siento como si estuviera viendo una versión más joven de mí mismo. Y Rosa… Rosa es pura alegría, con una risa que ilumina cualquier habitación. Es imposible no sonreír cuando ella está cerca.
"¿Por qué me llamaron Clara, papá?" me preguntó un día mientras caminábamos por el parque.
"Porque tu abuela fue la persona más fuerte y amorosa que conocí," respondí, acariciando su cabello. "Ella nos enseñó que, aunque el camino sea difícil, siempre podemos encontrar una forma de seguir adelante."
"¿Y Rosa?" preguntó, señalando a su hermana menor, quien jugaba con una mariposa de papel que había hecho en la escuela.
"Rosa fue una mujer muy especial," dije, sonriendo al recordarla. "Nos ayudó cuando más lo necesitábamos, y su bondad cambió nuestras vidas para siempre."
Clara sonrió, como si entendiera algo profundo. "Entonces, ¿nosotras también debemos ser fuertes y bondadosas?"
"Sí," respondí, abrazándola con fuerza. "Eso es exactamente lo que deben ser."
Además de trabajar en varias clínicas como pediatra, he comenzado a dar charlas motivacionales en la universidad donde estudié. Cada vez que subo al escenario, siento como si estuviera honrando a todas las personas que me ayudaron a llegar aquí: mi madre, doña Rosa, Sofía y tantos otros.
"El éxito no se mide solo por lo que logramos," digo a los estudiantes, "sino por cómo impactamos la vida de los demás. Mi madre me enseñó que el sacrificio no es solo renunciar a algo, sino dar todo de ti para construir un futuro mejor. Doña Rosa me mostró que la bondad desinteresada puede cambiar vidas. Y mi hermana Sofía me recordó que el amor y la resiliencia son las herramientas más poderosas que tenemos."
Cuando termino mi discurso, siempre miro al público y veo a jóvenes llenos de sueños y esperanza. Sé que algunos de ellos enfrentarán desafíos, pero también sé que tienen dentro de sí la fuerza para superarlos.
Después de una de mis charlas, una joven se me acercó con lágrimas en los ojos.
"Gracias," dijo, su voz temblorosa. "Necesitaba escuchar esto hoy."
"No me des las gracias a mí," respondí, sonriendo. "Sigue adelante, y algún día, haz lo mismo por alguien más."