Si te lo propones

CAPÍTULO 14 - El círculo de la vida - Parte 2

La noche era fresca, con un cielo despejado que dejaba ver miles de estrellas brillantes. Mateo y Sofía habían organizado una pequeña reunión en el jardín de la casa donde crecieron, ahora restaurada y llena de recuerdos. Era un lugar especial para ambos, un refugio donde podían sentir la presencia de su madre y de doña Rosa, aunque ya no estuvieran físicamente.

Mateo estaba sentado en una silla de madera vieja, observando a sus hijas jugar bajo la luz de las linternas colgadas en los árboles. Clara, su hija mayor, perseguía mariposas imaginarias mientras Rosa, la menor, intentaba atrapar luciérnagas con sus pequeñas manos. A unos metros, Sofía ayudaba a su hijo Mateo a dibujar constelaciones en un cuaderno, explicándole cómo cada estrella tenía su propia historia.

"¿Sabías que las estrellas que vemos hoy son la misma luz que guió a mamá cuando éramos niños?" dijo Mateo, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi un susurro, como si temiera perturbar la magia del momento.

Sofía levantó la vista hacia el cielo, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. "Lo sé," respondió. "A veces, cuando miro las estrellas, siento que ella está allí, cuidándonos. Como si nos estuviera diciendo que todo estará bien."

Mateo sintió un nudo en la garganta. "Y doña Rosa también está ahí," añadió, señalando una estrella particularmente brillante. "Ella siempre decía que alguien estaría en nuestro camino cuando más lo necesitáramos. Creo que esa persona era ella."

Sofía sonrió, recordando los momentos compartidos con doña Rosa. "Es increíble cómo una sola persona puede cambiar tanto nuestras vidas," dijo. "Sin ella, tal vez no habríamos llegado tan lejos."

Mateo se puso de pie y caminó hacia el viejo árbol al fondo del jardín, donde había colgado una pequeña placa con los nombres de su madre y doña Rosa. Acarició la inscripción con delicadeza, como si pudiera tocar sus recuerdos.

"Mamá nos enseñó que el sacrificio no es solo renunciar a algo, sino dar todo de ti para construir un futuro mejor," dijo, su voz cargada de emoción. "Y doña Rosa nos mostró que la bondad desinteresada puede cambiar vidas para siempre."

Sofía se acercó y puso una mano sobre su hombro. "Ellas están en todo lo que hacemos," dijo. "En cada paciente que curas, en cada niño que ayudo a aprender. Sus enseñanzas viven en nosotros, y ahora en nuestros hijos."

Mateo miró a sus hijas, que reían mientras jugaban. "Clara y Rosa," murmuró. "Cada vez que digo sus nombres, siento que mamá y doña Rosa están aquí, guiándome."

Sofía dijo. "Y mi hijo Mateo," , mirando a su pequeño, quien ahora intentaba trepar al árbol. "Cada vez que lo veo, recuerdo tu fuerza, tu determinación. Es como si hubieras vuelto a mí en forma de niño."




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