Si te lo propones

CAPÍTULO 14 - El círculo de la vida - Parte 3

Mateo y Sofía se sentaron juntos bajo el árbol, rodeados por sus hijos. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. El sonido de las risas infantiles mezclado con el crujir de las hojas al viento creaba una atmósfera de paz y conexión.

"Gracias," dijo Mateo finalmente, mirando a su hermana. "Por estar siempre a mi lado, incluso cuando no sabía que te necesitaba."

Sofía sonrió, sus ojos llenos de lágrimas. "No tienes que agradecerme," respondió. "Somos una familia. Y las familias se sostienen mutuamente, sin importar qué."

Ambos guardaron silencio por un momento, dejando que el peso de sus palabras flotara en el aire. Luego, Mateo sacó una pequeña libreta de su bolsillo y comenzó a escribir algo.

"¿Qué estás haciendo?" preguntó Sofía, curiosa.

"Escribiendo una carta," respondió Mateo. "Para Clara y Rosa. Quiero que algún día entiendan por qué llevan esos nombres, y lo mucho que significan para mí."

Sofía dijo. "Yo también escribiré una para Mateo," dijo. "Quiero que sepa que su nombre no es solo un recuerdo, sino una promesa. Una promesa de que nunca dejaremos de luchar por lo que amamos."

Esa noche, mientras los niños dormían bajo el mismo cielo estrellado que había iluminado su infancia, Mateo y Sofía se quedaron despiertos un poco más, hablando en susurros sobre el pasado, el presente y el futuro.

"Sabes," dijo Mateo, mirando hacia las estrellas, "mamá siempre decía que las mariposas eran símbolos de transformación. Ahora entiendo lo que quería decir. Cada uno de nosotros ha cambiado, hemos crecido, pero seguimos siendo las mismas personas que éramos cuando éramos niños."

Sofía sonrió y dijo. "Y doña Rosa nos enseñó que el amor nunca muere," añadió. "Solo cambia de forma. Ahora ese amor vive en nuestros hijos, en sus risas, en sus sueños."

Mateo tomó la mano de su hermana, sintiendo una conexión profunda que trascendía el tiempo y el espacio. "Ellos son nuestro legado," dijo. "Y algún día, cuando sean adultos, entenderán que todo lo que somos, todo lo que hemos logrado, es gracias a mamá y a doña Rosa."

Sofía apretó su mano con fuerza. "Y gracias a nosotros," añadió. "Por no rendirnos, por seguir adelante, por honrar su memoria."

Mientras el viento soplaba suavemente, trayendo consigo el aroma de las flores del jardín, ambos sintieron que Clara y doña Rosa estaban allí, abrazándolos con su amor inquebrantable. Sabían que, aunque ya no pudieran verlas, su luz seguiría guiándolos por siempre.




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