Si te lo propones

CAPÍTULO 15- El legado amargo - Parte 2

Unos días después, recibí una llamada inesperada. Era Clara. Su voz sonaba diferente, más frágil, más humana.

"Papá," dijo, casi en un susurro, "necesito verte."

Nos encontramos en un pequeño café cerca de su apartamento. Cuando la vi entrar, noté que algo había cambiado. Sus ojos estaban hinchados, como si hubiera estado llorando durante días, y su postura ya no era tan segura como antes.

"Clara," dije, abrazándola con fuerza. "Estoy aquí. Dime qué pasa."

Ella respiró profundamente antes de hablar. "Estoy embarazada," dijo finalmente, sus palabras cayendo como un rayo sobre mí.

Sentí cómo mi corazón se detenía por un momento. Quería gritar, preguntarle cómo había llegado a esto, pero sabía que no era el momento. En lugar de eso, la abracé aún más fuerte.

"No estás sola," murmuré, sintiendo cómo las lágrimas brotaban de mis ojos. "Estoy aquí. Siempre estaré aquí."

Clara comenzó a llorar, liberando todo el dolor y la confusión que había estado guardando dentro de sí. "No sé qué hacer," dijo entre sollozos. "Él... él no quiere saber nada del bebé. Dice que fue un error."

En ese momento, sentí una mezcla de rabia y tristeza. Rabia hacia aquel hombre que había utilizado a mi hija, y tristeza porque ella estaba pagando las consecuencias de una decisión que nunca debió haber tomado. Pero también sentí algo más: determinación. Determinación para ayudarla a salir adelante, para asegurarme de que esta situación no definiera su futuro.

"Cuando Mateo me contó lo que estaba pasando con Clara, sentí como si el mundo entero se tambaleara , es mi sobrina. Clara siempre había sido una niña especial, llena de luz y promesa. Verla en esta situación era devastador.

"¿Qué podemos hacer?" le pregunté a Mateo una noche mientras hablábamos en su casa.

"No lo sé," respondió, su voz cargada de frustración. "Solo sé que no puedo dejarla sola. Tiene que saber que estamos aquí para ella, sin importar qué."

Asentí, comprendiendo lo que sentía. "Tal vez podamos hablar con ella juntos," sugerí. "A veces, necesita escuchar más voces que solo la tuya."

Al día siguiente, nos reunimos con Clara en casa de Mateo. Ella estaba sentada en el sofá, abrazando sus rodillas, con una expresión de derrota en su rostro.

"Clara," dije, sentándome frente a ella, "sabemos que estás pasando por un momento difícil. Pero no estás sola. Todos cometemos errores, y todos tenemos derecho a una segunda oportunidad."

Mateo tomó su mano y la apretó con fuerza. "No importa lo que pase, siempre serás nuestra familia. Siempre serás amada."

Clara nos miró con lágrimas en los ojos. "No sé si podré hacer esto," dijo, su voz temblorosa.

"Sí puedes," respondí, sonriendo a través de mis propias lágrimas. "Porque eres fuerte, Clara. Llevas el nombre de una mujer increíble, y su fuerza vive en ti."

Con el tiempo, Clara comenzó a darse cuenta de que no podía hacerlo sola. Cada día era una lucha constante: cuidar de su bebé recién nacido, intentar retomar sus estudios y enfrentar las miradas de juicio de quienes sabían lo que había pasado. A pesar del apoyo de su padre y su tía Sofía, sentía que estaba ahogándose en un mar de responsabilidades y culpa.

Una noche, mientras su bebé dormía en su cuna improvisada, Clara se sentó en el suelo de su pequeño apartamento, abrazándose las rodillas. Las lágrimas corrían por su rostro mientras pensaba en todo lo que había perdido: sus sueños, su independencia, su dignidad. Sabía que no podía seguir así. Necesitaba ayuda, pero también necesitaba un hogar donde pudiera sanar.

Al día siguiente, tomó al pequeño en sus brazos y se dirigió a la casa de su padre. Cuando Mateo abrió la puerta, vio a su hija parada allí, con el bebé envuelto en una manta y una expresión de derrota en su rostro.

"Papá," dijo Clara, su voz temblorosa, "no puedo hacer esto sola. Necesito tu ayuda."

Mateo no dijo nada. Simplemente la abrazó con fuerza, sosteniendo tanto a su hija como a su nieto. Lloraron juntos en silencio, compartiendo un momento de dolor y amor incondicional.

"Estás en casa," murmuró Mateo finalmente, acariciando el cabello de Clara. "Aquí siempre serás bienvenida."

Clara asintió, sintiendo cómo algo dentro de ella comenzaba a sanar. Pero sabía que este era solo el comienzo de un largo camino.




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