"Había días en los que me detenía a observar mi vida desde afuera, como si fuera una espectadora de mi propia historia. Mientras miraba por la ventana, viendo cómo la lluvia caía sobre las calles vacías, no podía evitar pensar en lo mucho que mi situación se parecía a la de mi abuela. Ella también había luchado sola, criando a sus hijos con sacrificios que nunca dejó que nadie viera. Ahora, aquí estaba yo, viviendo una versión moderna de esa misma lucha.
Mi hijo, quien apenas tenía ocho años, ya sabía lo que significaba la palabra "escasez". Sabía lo que era compartir su desayuno escolar con otros niños porque ellos tenían aún menos. Y aunque nunca se quejaba, yo sabía que él merecía algo mejor. Algo más.
"¿Por qué tiene que ser tan difícil?" murmuré, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar.
Pero entonces recordé algo que mi padre siempre decía: "La vida está llena de pruebas, pero también de oportunidades para crecer." Tal vez esta era una de esas pruebas, pensé. Tal vez, algún día, todo esto tendría sentido.
En ese momento, escuché unos golpes en la puerta. Me sequé rápidamente las lágrimas y fui a abrir. Era el padre de la iglesia del barrio, con una sonrisa radiante en su rostro.
"Clara," dijo, entrando sin esperar invitación, "tengo buenas noticias para ti y tu hijo."
El padre se sentó en una silla vieja mientras yo lo miraba con curiosidad y algo de incredulidad. ¿Buenas noticias? Hacía tanto tiempo que no escuchaba esas palabras que casi me parecieron irreales.
"Verás," continuó, "he estado hablando con las autoridades del colegio Jesuita en el centro de la ciudad. Cada año ofrecen varias becas completas para niños talentosos, y he insistido mucho en presentar el caso de tu hijo. Les mostré sus calificaciones, su comportamiento ejemplar y su dedicación. Y... ¡lo han aceptado!"
Sentí cómo mi corazón se detuvo por un momento. "¿Qué?" pregunté, incrédula. "¿Una beca completa? ¿Para Tito?"
"Sí," respondió el padre, sonriendo ampliamente. "Todo está arreglado. El colegio cubrirá todos los gastos: uniformes, libros, transporte, incluso alimentación. Es una oportunidad increíble para él."
Las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente, pero esta vez eran de alegría. No podía creer lo que estaba escuchando. Mi hijo, quien había pasado tantas dificultades, ahora tendría acceso a una educación que yo nunca podría haberle proporcionado.
"Gracias," murmuré, abrazando al padre con fuerza. "No sé cómo agradecértelo."
"No me lo agradezcas a mí," respondió, poniendo una mano sobre mi hombro. "Es gracias a tu hijo. Él es el que ha demostrado que merece esta oportunidad. Solo asegúrate de seguir apoyándolo como siempre lo has hecho, y porsupuesto mano de DIOS"