Si te lo propones

CAPÍTULO 25 - La luz en la oscuridad - Parte 1

"Habían pasado tres años desde que Tito se fue a España. Durante ese tiempo, hablábamos regularmente por teléfono. Su voz siempre me llenaba de alegría, aunque fuera solo por unos momentos. Me contaba sobre sus clases, sus amigos y los lugares que visitaba. Escucharlo hablar con tanta ilusión me hacía sentir orgullosa, pero también me recordaba lo sola que estaba aquí, en casa.

"¿Cómo estás, mamá?" me preguntaba siempre al final de cada llamada. "¿Necesitas algo?"

"No, cariño," respondía, tratando de sonar convincente. "Estoy bien. Solo sigue enfocado en tus estudios. Eso es lo más importante."

Pero la verdad era que no estaba bien. Las cosas habían empeorado mucho desde que él se fue. Mi único trabajo como limpiadora ya no era suficiente para cubrir los gastos básicos. Hacía meses que no pagaba la electricidad, y finalmente nos cortaron el servicio. Ahora vivía a oscuras, dependiendo de velas y lámparas de mano para iluminar las noches.

Para ducharme, iba a la parroquia del barrio. El padre me dejaba usar los baños después de las misas, y a cambio yo limpiaba los sanitarios y ayudaba en lo que podía. Era humillante tener que depender de la caridad de otros, pero no tenía otra opción. No quería que Tito supiera nada de esto. No quería que se sintiera culpable o que abandonara sus estudios por mí.

"Todo estará bien," me repetía a mí misma cada noche mientras miraba las estrellas desde mi ventana. Pero en el fondo, sabía que estaba perdiendo la esperanza. ¿Qué sentido tenía seguir adelante si todo parecía tan difícil?

Una mañana, mientras caminaba hacia la casa donde trabajaba como limpiadora, sentí cómo el peso de todo lo que había pasado comenzaba a aplastarme. Mis manos temblaban mientras sostenía el balde con los productos de limpieza, y mis pies apenas podían moverse.

"¿Por qué sigues luchando?" me pregunté en voz baja, deteniéndome bajo un árbol. "¿Qué más puedes hacer?"

En ese momento, recordé las palabras de mi abuela: "El amor verdadero no se rinde, incluso cuando todo parece perdido." Y entonces pensé en Tito. Él estaba allá, en España, trabajando duro para construir un futuro mejor. Si yo me rendía ahora, ¿qué mensaje le estaría enviando? ¿Qué ejemplo le estaría dando?

"No puedo rendirme," murmuré, secando las lágrimas que amenazaban con brotar. "No mientras él siga luchando."

Con esa idea en mente, seguí caminando hacia la casa donde trabajaba. Aunque el día fuera difícil, sabía que tenía que seguir adelante, al menos hasta que Tito regresara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.