Cada tarde, después de terminar mi trabajo, iba a la parroquia para ducharme y limpiar los baños. El padre siempre estaba ahí, observándome con una mezcla de compasión y admiración.
"Clara," me dijo un día mientras yo fregaba el piso, "sé que has estado pasando por momentos difíciles. ¿Por qué no me cuentas lo que realmente está pasando?"
"No es nada," respondí, evitando su mirada. "Solo... estoy cansada."
El padre suspiró, acercándose a mí. "Clara, no tienes que fingir conmigo. Sé que estás luchando. Pero también sé que eres más fuerte de lo que crees. No estás sola en esto."
Sentí cómo las lágrimas comenzaban a brotar nuevamente. Quería decirle la verdad, contarle lo difícil que había sido todo desde que Tito se fue. Pero entonces recordé algo que mi padre solía decir: "La verdadera fortaleza no está en compartir tu dolor, sino en encontrar la manera de superarlo."
"Gracias," murmuré, forzando una sonrisa. "Lo tendré en cuenta."
Un día, mientras revisaba el correo en la pequeña casilla comunitaria, encontré una carta de Tito. Mi corazón dio un brinco al ver su letra en el sobre. Dentro, había una carta escrita a mano y una foto de él junto a sus compañeros de universidad.
"Querida mamá," decía la carta, "espero que estés bien. Aquí todo va genial, pero te extraño mucho. Cada vez que veo algo hermoso o emocionante, pienso en ti y en cómo te encantaría verlo también. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Sin ti, nada de esto sería posible. Te prometo que pronto volveré para devolverte todo el amor que me has dado."
Al leer esas palabras, sentí cómo algo dentro de mí comenzaba a iluminarse. Tal vez las cosas fueran difíciles ahora, pero Tito estaba logrando algo increíble gracias a mi sacrificio. Eso tenía que valer la pena.
"Gracias, hijo," murmuré, acariciando la foto con ternura. "Gracias por no rendirte."
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, recordé a mi abuela, quien había enfrentado situaciones similares cuando era joven. Ella había criado a sus hijos sola, trabajando largas horas como costurera y limpiadora, sacrificando todo por nosotros. Ahora, aquí estaba yo, viviendo una versión moderna de esa misma lucha.
"Hay Abuela, que vida, estoy igual que tú, madre soltera con los misma situación" murmuraba mientras miraba las estrellas desde la ventana. "No tengo mas fuerza, solo tito , mes sostiene"
Entonces recordé algo que ella solía decirnos cuando éramos niños: "La vida te pondrá en situaciones difíciles, pero nunca permitas que te quiten tu dignidad. Eres más fuerte de lo que crees."
Sus palabras rebotaban en mi cabeza.