Si te lo propones

CAPÍTULO 26 - La luz después de la tormenta - Parte 1

"Era uno de esos días lluviosos que parecían eternos. El agua caía sin piedad sobre el techo de mi pequeño apartamento, filtrándose por las grietas y goteando en varios puntos del techo. Había colocado baldes y ollas viejas para recoger el agua, pero cada gotera era un recordatorio de lo frágil que era mi situación.

Sin embargo, algo dentro de mí estaba diferente ese día. Tal vez era porque los vecinos, movidos por la compasión, habían logrado reunir dinero suficiente para ayudarme a recuperar el servicio de energía eléctrica. Después de meses viviendo a oscuras, finalmente podía encender una lámpara y no depender únicamente de velas. Era un pequeño cambio, pero significaba mucho para mí.

"Gracias," murmuré mientras veía la tenue luz iluminar mi pequeña sala. "Gracias por no dejarme sola."

En ese momento, el teléfono sonó. Lo miré con curiosidad; hacía tiempo que nadie llamaba a ese número. Contesté con cierta cautela.

"¿Señora Clara?" preguntó una voz familiar al otro lado de la línea. Era el director del colegio donde Tito había estudiado años atrás.

"Sí, soy yo," respondí, sorprendida. "¿Cómo está usted?"

"Estoy bien, gracias. Pero la razón de mi llamada es importante," dijo con tono amable. "El padre de la parroquia me comentó algo sobre usted. Me dijo que había llegado a cursar segundo año de Psicología en la universidad, aunque tuvo que abandonar sus estudios por circunstancias difíciles."

Sentí cómo mi corazón comenzaba a latir más rápido. ¿Cómo sabía eso? Nunca le había contado a nadie sobre mis intentos de estudiar Psicología. Era un sueño que había guardado en silencio, un recuerdo de lo que alguna vez quise ser antes de que la vida me obligara a priorizar otras cosas.

"Es verdad," respondí, tratando de mantener la calma. "Pero ya fue hace mucho tiempo."

"Bien," continuó el director, "aquí en el colegio estamos buscando una administrativa con formación académica relacionada con Psicología o Educación. No necesitamos que tenga un título completo, pero sí que haya avanzado en sus estudios. Con eso sería suficiente para acceder al cargo."

Por un momento, sentí como si el mundo entero se detuviera. ¿Era esto real? ¿Una oportunidad laboral que requería exactamente lo que yo había logrado antes de dejar la universidad?

"Casi muero de la emoción," pensé mientras trataba de responder. "Muchas gracias, señor. Iré mañana mismo para hablar con usted."

Colgué el teléfono sintiendo cómo algo dentro de mí comenzaba a iluminarse. Tal vez las cosas no estaban tan mal después de todo.

Al día siguiente, me presenté temprano en el colegio. El director me recibió con una sonrisa cálida y me llevó a su oficina. Allí, me explicó más detalles sobre el puesto.

"Necesitamos a alguien que pueda manejar las relaciones con los estudiantes y sus familias, especialmente en casos difíciles," dijo. "Alguien que entienda la psicología detrás de los desafíos que enfrentan nuestros niños y jóvenes. Creemos que usted sería perfecta para este rol."

Escuchar esas palabras fue como recibir un bálsamo para mi alma. Durante años, había sentido que mi vida se reducía a sobrevivir, a limpiar casas y baños para poder comer. Pero ahora, alguien veía en mí algo más. Alguien creía que podía hacer algo significativo, algo que realmente importara.

"Gracias," dije, sintiendo cómo las lágrimas brotaban de mis ojos. "No sabe cuánto significa esto para mí."

"No nos lo agradezca a nosotros," respondió el director con una sonrisa. "Agradézcalo a usted misma. Es su esfuerzo y su dedicación los que la han traído hasta aquí."




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