Si te lo propones

CAPÍTULO 28 - Un nuevo amanecer - Parte 1

"Sentada en un banco del parque, observaba cómo las hojas caían lentamente de los árboles, danzando al ritmo del viento otoñal. Era uno de esos días en los que el tiempo parecía detenerse, permitiéndome reflexionar sobre todo lo que había vivido. Cerré los ojos por un momento y dejé que los recuerdos fluyeran como un río tranquilo, llevándome de regreso a los días en que mi abuela me enseñaba a coser bajo la luz tenue de una vela.

"Clara," solía decirme, "la vida es como esta tela. A veces se rompe, pero siempre puedes remendarla con amor y paciencia."

Ahora, años después, entendía perfectamente lo que quería decir. Mi vida había sido una serie de remiendos: sacrificios, pérdidas y momentos de oscuridad que habían sido reparados con el amor incondicional de mi familia. Había perdido tanto, pero también había ganado algo invaluable: la fuerza para seguir adelante, incluso cuando todo parecía imposible.

Pensé en Tito, mi pequeño milagro. Ahora era un hombre hecho y derecho, un doctor en Economía que pronto regresaría a la ciudad después de años en España. Recordé cómo lo había visto crecer frente a mis ojos, cómo había luchado contra todas las adversidades sin rendirse nunca. Él era la prueba viviente de que nuestros sacrificios no habían sido en vano.

Y luego estaba yo. La mujer que alguna vez había estado al borde de la desesperación, ahora tenía un trabajo digno, un hogar modesto pero acogedor, y la posibilidad de retomar sus estudios universitarios. Era como si cada paso que había dado, por más difícil que fuera, me hubiera llevado exactamente donde debía estar.

Pero había algo más. Algo que no podía explicar completamente, algo que hacía que una sonrisa tímida se dibujara en sus labios. Una sonrisa que no era solo de felicidad, sino de algo más profundo, algo que no había sentido en mucho tiempo. Tal vez... ¿era posible?

Mientras estaba sumida en mis pensamientos, escuché una voz familiar detrás de mí.

"¿Clara?" dijo alguien con tono sorprendido.

Me giré rápidamente y vi a un hombre alto y elegante, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro. Era Jorge Limber, un viejo amigo de la universidad, con quien había compartido algunos cursos antes de abandonar mis estudios.

"Jorge" respondí, sintiendo cómo mi corazón comenzaba a latir más rápido. "No puedo creer que seas tú."

"Yo tampoco," dijo, sentándose a mi lado. "Ha pasado tanto tiempo. ¿Cómo has estado?"

"Bien," respondí, tratando de mantener la calma. "Mucho ha cambiado desde entonces. Ahora trabajo en el colegio donde estudió mi hijo, y estoy retomando mis estudios de Psicología."

"Es increíble," dijo, mirándome con admiración. "Siempre supe que tenías algo especial, Clara. Me alegra ver que has logrado tantas cosas."

Sentí cómo mis mejillas se ruborizaban ligeramente. No recordaba la última vez que alguien me había mirado de esa manera, con respeto y admiración genuinos.

"Y tú," pregunté, intentando desviar la atención de mí misma, "¿qué haces aquí? Pensé que seguías en otra ciudad."

"Regresé hace poco," respondió. "Estoy trabajando en un proyecto económico para ayudar a comunidades vulnerables. Es algo que siempre quise hacer."




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.