Si te lo propones

CAPÍTULO 29 - El legado del amor - Parte 1

"Jorge había llegado a mi vida como un soplo de aire fresco. Desde que nos conocimos en el parque semanas atrás, nuestra relación había florecido lentamente. Salíamos a comer juntos, caminábamos por las calles del barrio y hablábamos durante horas sobre nuestras vidas, nuestros sueños y nuestras luchas. Era una conexión que no esperaba, pero que me hacía sentir viva de nuevo.

Habíamos hablado incluso de vivir juntos, aunque ambos sabíamos que aún era pronto para dar ese paso. Sin embargo, algo en él me hacía sentir segura, como si hubiera encontrado un puerto después de años navegando en aguas turbulentas.

Una tarde, mientras tomábamos café en mi pequeño apartamento, Jorge me miró con seriedad. "Clara," dijo, dejando su taza sobre la mesa, "hay algo que necesito decirte."

"¿Qué pasa?" pregunté, notando el tono solemne en su voz.

"El profesor Antonio Cañuela me contactó," respondió. "Quiere verte. A ti y a Tito."

Sentí cómo mi corazón se detuvo por un momento. Antonio... El nombre resonó en mi mente como un eco lejano. Habían pasado años desde la última vez que lo vi, desde aquella noche en que decidí irme, dejándolo atrás sin una explicación real. Él había sido el gran amor de mi juventud, el hombre que me había enseñado que el amor podía ser profundo, sincero y desinteresado. Pero también había sido el detonante de uno de los momentos más difíciles de mi vida: cuando descubrí que estaba embarazada de Tito.

"No sé si quiero verlo," murmuré, sintiendo cómo las emociones comenzaban a invadirme.

"Lo entiendo," respondió Jorge con ternura. "Pero creo que deberías escuchar lo que tiene que decir. Es importante."

Durante días, Jorge intentó convencerme de aceptar la reunión con Antonio. Sabía que él tenía buenas intenciones, pero yo seguía resistiéndome. ¿Cómo podría enfrentarme a alguien a quien había lastimado tanto? ¿Cómo podría mirarlo a los ojos después de todo lo que había pasado?

"Clara," dijo una noche mientras caminábamos bajo las estrellas, "Antonio ya tiene casi 80 años. Ha vivido toda su vida solo, sin casarse ni tener hijos. Lo que sea que quiera decirte, es probable que sea algo que ha guardado durante mucho tiempo. No puedes ignorarlo."

Sus palabras hicieron eco en mi corazón. Tal vez tenía razón. Tal vez era hora de cerrar ese capítulo de mi vida, de enfrentar el pasado y descubrir qué quería decirme Antonio.

"Está bien," respondí finalmente. "Lo veré. Pero solo porque tú me lo pides."

Jorge sonrió, tomando mis manos entre las suyas. "No te arrepentirás," dijo con seguridad.




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