Siempre cerca

Сapítulo 9

Nuestros días.
Nadia

En dos semanas la noticia sobre el rodaje de la serie se convierte en el tema número uno en nuestro pueblito. De ello hablan todos: las abuelas en los bancos frente a los edificios, los adolescentes camino al trabajo y familias enteras que se reúnen en el café. A veces quiero taparme los oídos para no escuchar ni un solo nombre de actor. Incluso me entran ganas de gritarle a quien empiece una conversación sobre la serie.

No necesito recordatorios. Ya sé que Demian muy pronto estará cerca. Y encima con su prometida… No imagino cómo voy a sobrevivir a este período. No puedo quitarme de encima el deseo de hacer las maletas e irme lejos con Mark. ¿Pero adónde? ¿Con qué dinero? Además, dudo que el niño me lo perdone si lo privo de la oportunidad de respirar el mismo aire que su ídolo.

—Nadia —la voz de la dueña del café me saca de mis pensamientos. Tomo conciencia de que llevo veinte minutos frotando el mismo vaso—. Te vas a desmayar con la noticia que te traigo.

Pongo los ojos en blanco.

—Esa noticia hasta los perros la comentan.

Pero parece que no me escucha.

—¿Ya sabes que empezó la construcción del decorado para Fragmentos?

—Ajá.

—Pues yo me acerqué el otro día, hablé con el administrador del set. ¿Y sabes qué? —claramente esperaba otra reacción de mi parte, pero mi falta de entusiasmo no la desanima en absoluto—. Acordé que seremos nosotros quienes proporcionemos el catering. Llevaremos la comida cinco días a la semana. ¡Alimentaremos a todo el elenco! ¡Un sueño hecho realidad!

Genial. Simplemente perfecto.

—¿Y por qué nosotros? —casi gimo.

—Porque mi café es el único lugar decente de esta ciudad —responde con orgullo. Y en eso tiene razón: todos los grandes eventos —bodas, aniversarios, funerales— se celebran solo aquí. Los demás tugurios sirven apenas para emborracharse con alcohol barato y acompañarlo con un bocadillo—. Además, es buen dinero. En unos meses ganaremos lo que en un año no logramos.

—¿Ganaremos?

—Bueno… ganaré yo —repica, golpeando la barra con sus uñas postizas—. Pero tú también tendrás un extra. Sin camarero no se puede. Se necesita alguien que reparta la comida.

—No, prefiero quedarme en el café. Que vaya otro.

—¿Quién? ¿Karolina? Esa mocosa se queda muda con solo ver a los actores.

—¡Te oigo! —grita mi compañera. La verdad es que aún es muy joven, entró a trabajar apenas salió de la escuela. Ya estoy cansada de cubrirle la espalda, porque si la jefa supiera de todos sus retrasos, pedidos confundidos y días saltados, la habrían echado de una patada hace tiempo.

—Y no lo oculto —replica la dueña—. Necesito mantener la reputación del local. Así que mandaré al set a alguien adecuado.

—Pero no a mí —cojo otro vaso y, poniéndolo bajo los rayos del sol, lo reviso—. Contrate a alguien solo para eso. Estoy segura de que sobrarán voluntarios.

—¿Y para qué quiero nuevos empleados si te tengo a ti? Yo confío en ti.

—Gracias. Pero no estoy interesada en ese tipo de trabajo.

—¿Ni siquiera con un plus de medio sueldo? Tal vez me equivoque, pero… ¿no fuiste tú quien se quejaba de que había que preparar a Mark para la escuela? El niño crece, y no hay manera de seguirle el ritmo con la ropa.

Maldición. Sabe dónde apretar.

—Ya tengo el dinero guardado para la escuela —miento sin saber por qué. En realidad, lo único que podemos permitirnos son un par de cuadernos nuevos. Y yo muero de miedo de que repita mi destino, así que quiero comprarle lo mejor. Aunque tenga que endeudarme.

—Está bien… ¿Y si te digo que no tienes opción?

—Ah, ¿sí? —me pongo a frotar otro vaso.

—He intentado convencerte con la zanahoria. Ahora me toca usar el palo. O aceptas encargarte de ese maldito catering, o te liquido y contrato a alguien que no ignore las órdenes de su jefa.

—¡Usted no me despedirá!

—Por supuesto que no, porque aceptarás mi propuesta —sus labios rojo carmín se curvan en una sonrisa nada amistosa—. ¿Verdad?

Aprieto la copa de champán con tanta fuerza que empieza a crujir, hasta que finalmente se resquebraja en mis manos.

—Sí —suspiro, rindiéndome—. Como usted diga.

—¡Así me gusta! Y eso —asiente hacia los pedazos en mi mano— lo descontaremos de tu nuevo sueldo.

Ya está. Tengo que mentalizarme de que ahora cada día mi corazón se romperá igual que esa copa. No estoy preparada. Por muchos años que pasen, siempre dolerá ver a Demian cerca. El dolor de cuánto lo extraño. El dolor de que me escuchara y desapareciera de mi vida. El dolor de que mis sueños con él se quedaran solo en sueños.

Quisiera que el pasado se volviera solo recuerdos de infancia. Pero no puedo soltarlo. En el pasado estaba lo bueno, allí había esperanza. Y ahora ya no me queda nada.




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