Camino detrás del niño fingiendo no darme cuenta de que me lleva por la ruta más larga, dando vueltas adrede entre los decorados. Está bien, que mire. A su edad yo también me habría consumido de curiosidad. Aunque no… a su edad ya habría robado algo de estos decorados para revenderlo.
—Usted es más bajo de lo que parece en la tele. Y no tiene barba. ¿Después se la pegan? ¿Y dónde está su prometida? ¿Es verdad que sabe disparar una pistola? —su torrente de palabras es imposible de detener. Ni siquiera intento contestar, porque antes de oír la respuesta ya inventa una nueva pregunta—. Tengo una resortera conmigo, ¿quiere verla?
—¿Has traído un arma al set? —me río, pero el niño se toma mis palabras en serio.
—El arma es una medida obligada. ¿Y si alguien ataca? Vivimos tiempos peligrosos.
—Oye, si te asustó Max…
—No, no me asustó. Y no pienso protegerme a mí, sino a mi mamá.
—¿Crees que ella corre peligro?
—Las mujeres guapas siempre están en peligro. Pueden secuestrarlas para venderlas a jeques árabes o a gitanos.
—Entonces tu mamá debe de ser muy guapa, si necesita guardaespaldas.
—Claro que sí. Pronto podrá comprobarlo —y de repente baja la mirada hacia sus zapatillas—. Solo que… no se ofenda, pero a ella no le gusta su serie. Puede que ni lo reconozca.
Después de esas palabras, su madre me resulta aún más interesante.
—Vaya… y yo que pensaba que era el único.
—¿No le gusta su trabajo? —en los ojos del niño brilla la decepción—. ¿Cómo puede ser? No lo creo.
—Mi trabajo sí. A Horovyi… no tanto.
—¿Por qué? ¿Teme quedarse siendo un actor de un solo papel?
Ahora soy yo quien abre los ojos como platos.
—¿De dónde…?
—He visto muchas de sus entrevistas. ¿Y sabe qué? Se preocupa en vano. Creo que tiene talento de sobra para cualquier papel.
Me pongo algo incómodo.
—Gracias…
—De nada. Soy bueno dando ánimos.
Salimos del pabellón y nos encontramos al final de la fila para el desayuno. No sé qué han traído, pero el olor de la comida recién hecha me hace rugir el estómago.
—Puedo arreglar que lo dejen pasar primero —susurra Marko.
A duras penas contengo la risa.
—¿Y cuánto me costaría?
—¡Nada! Nunca le cobraría a mi ídolo. Lástima que ninguno de mis amigos crea que realmente hablé con usted.
—¿Es tan importante para ti?
—Es importante para todos no quedar como un fanfarrón. ¿A que sí?
—Cierto. Bueno… ¿quieres que hagamos una foto juntos? Así tendrás prueba —me sorprendo a mí mismo. Nunca había ofrecido yo mismo una foto a un fan. Siempre son ellos los que se me lanzan encima y, sin permiso, hacen cien selfies.
—No se puede —suspira—. Mi teléfono no tiene cámara.
—¿Qué? ¿Todavía existen de esos?
—Claro. Mire —saca del bolsillo un móvil de botones que, para mí, parece una pieza de museo—. Si quiere, podemos intercambiar —añade con una sonrisa torcida.
—La oferta es tentadora, pero paso.
El niño se pone de puntillas, contando la gente delante de nosotros.
—Quedan cinco —informa, como si se alegrara de que podamos estar juntos un rato más.
—¿Y tú ya desayunaste?
—Sí. Pero si necesita compañía, puedo desayunar otra vez. ¿Necesita compañía?
—Creo que sí…
No planeaba entretener al hijo de otra persona. Ni siquiera entiendo por qué este chiquillo me ha tocado tanto. Normalmente no me llevo bien con los niños. Aunque, en realidad, tampoco con los adultos.
—Entonces tomaré un té con usted.
—¿Solo té?
—Si mamá me ve comiendo la comida de los actores, me encierra en casa hasta fin del verano.
—Pero si la cerradura está rota.
—¡Es verdad!
Por fin la gente delante se dispersa. Cojo una bandeja y me acerco a la mesa del desayuno.
—¡Mamá, traje a Horovyi a desayunar! —grita Marko.
La chica del delantal negro levanta la cabeza. Su mirada pasa del niño a mí.
Esos ojos.
Cuánto deseaba volver a verlos.
Dentro de mí estalla un volcán de emociones. Nadya. Mi chica está justo aquí. ¡A un paso de distancia! Dios, cuánto deseo abrazarla. Apretarla contra mí y volver a respirar el aroma de su cabello.
Tengo tanto que decir, y aún más que escuchar. Hasta este momento no había comprendido del todo cuánto la extrañaba.
—Buenos días —dice ella—. Tortilla con jamón, panqueques o syrnyky para elegir. Café, té y cacao en el termo de la izquierda.
De la autora:
Bueno, guapas, ¡por fin hemos esperado la esperada reunión de Nadya y Demian! ¡Lo más emocionante está por venir! Una vez más quiero darles las gracias por apoyar este libro. ¡Ustedes son mi inspiración!